Hace muy pocos días, llegaron unos amigos de visita. Vinieron del exterior y deseaban conocer el Quindío. Salimos a recorrer los diferentes pueblos y para sorpresa nuestra, las vallas, avisos, pancartas, pasacalles puestas por los políticos, se hallaban por caminos, veredas y en todos los pueblos.
Las vallas infestan calles, esquinas, parques como si el espacio les hubiese sido otorgado para que todos en el pueblo, para donde miren, encuentren sonrisas, palabras o frases que invitan a mirar para otro lado en busca de un lugar donde no se encuentren tantos tan juntos buscando lo mismo y tratando de convencer a todos los habitantes de que ellos, todos ellos, son muy especiales. Una contaminación visual que no deja hablar bien del Paisaje cultural cafetero.
Mientras mis amigos trataban de disfrutar el “paisaje” infestado por tanta contaminación, yo pensaba “Voy por la calle y encuentro que en las esquinas, balcones, edificios, parques hay vallas con caras de candidatos que buscan cándidos electores.
Casi todos, por no decir que todos, están sonriendo o riendo e invitando a votar, porque cada uno tiene ofrecimientos, promesas, regalos para entregar a los cándidos escuchas de sus peroratas en un imaginario y extraño mundo de Subuso.”
No saben qué poner en las vallas. Hay palabras o frases, como siempre, de publicidad engañosa, casi que convincente.
Ellos son así. Los salvadores de la región y la ciudad. Son diferentes a los demás y quieren probar que tienen la verdad a flor de piel para mostrar a los electores todas las bondades si votan por el número en el tarjetón.
Son muchos los que desean llegar a ser elegidos gobernadores, alcaldes, diputados, concejales. Hay de todos los colores, partidos, jefes, gamonales, principios y verdades.
Están dispuestos a sacrificarse por el pueblo. Hablan, gesticulan, sudan, y cuando visitan un sector, barrio, región o ciudad, estrechan manos, abrazan campesinos, besan niños, posan con familias pobres y disfrutan o se deleitan con los platos que les ofrecen para que se den cuenta que ellos también se untan de pueblo.
Este es el país más feliz del mundo y ellos son los posibles redentores. Ser gobernador, alcalde, diputado o concejal debe ser muy bueno, pues hay demasiados candidatos para tan poquitas curules. O están sin empleo y este es excelente.
Debe ser que les pagan muy bien y quedan solucionados todos sus problemas de por vida.
Casi al final del recorrido por el Quindío plagado de avisos, uno de mis amigos me dijo:
Hemos visto que están haciendo política y que habrá elecciones pronto. Hay muchos candidatos y muchos partidos o sectores, no entendemos. Pero, ¿de qué se ríen?
Manuel Gómez Sabogal