Por Manuel Gómez Sabogal
Quienes tuvimos el gusto de conocerla en la Universidad del Quindío, sabemos quién es Dignora. Dignora Giraldo, nacida un 26 de febrero del siglo pasado y aunque ya se jubiló, sigue siendo la misma de siempre, agradable, simpática y siempre pendiente de su familia y de los amigos.
Siempre igual. Nunca cambió. Cuando laboraba en la Universidad del Quindío, era una verdadera líder, siempre dispuesta a colaborar con todos.
Entrar a la enfermería era como si hubiese un ángel allá. Personal administrativos y docentes, también requerían de sus servicios. Los estudiantes se enfermaban y lo primero que les decía era: “Corazón, ¿qué le duele?”. “Ya viene el doctor a atenderlo”. “Tranquila que todo cambiará”. Era así, casi siempre. Los pacientes no se impacientaban. Se sentían tranquilos ante las atenciones que brindaba Dignora.
Quienes laboraban en Bienestar Institucional con ella, sonreían y reían con sus ocurrencias. Martha Martínez, el médico Guillermo Álvarez Mejía, la odontóloga Luz Elena Alzate Gutiérrez, Luis Eduardo Gómez Sabogal, Jaime González López, Álvaro Jaramillo Botero, Mario Ramírez Monard. En fin, fueron muchas las personas que a lo largo de tantos años compartieron sus alegrías y tristezas.
Recuerdo que recién llegué como director de Bienestar, lo primero que se le ocurrió decirme, fue: “Cómo le parece que los viernes a las 11, cerramos la oficina para compartir una pequeña comida entre todos. ¿cierto que con usted no hay problema?” Así era ella. ¿Quién se niega?
Y los viernes, la oficina se cerraba a las 11 para compartir un rato entre todos. Después, se pasó a una celebración mensual en la noche. Una velada en la cual todos compartían sin problema alguno. Se entregaban regalos a quienes habían cumplido años durante ese mes. Es decir, siempre era un evento en el cual se unían más los lazos de la familia Bienestar Institucional.
Sé que ella no olvida a Beatriz Guevara, Emiliana Taborda, Luz Estela Castrillón Arce, Roberto Estefan, Carlos Julio Puerta, Agostino Abate, José Iván Méndez, Álvaro Bolívar, Gloria Sofía, Gloria Inés Ramos, Rubiela García, Lalo, Fabio, Abdul Grisales y a tantos y tantos que, estoy seguro, llegan hoy a su mente.
Cuando vio la foto, me escribió: “Qué lindos. Gracias Dios te Bendiga, gracias”
Hoy, Dignora reside en el norte de Armenia, acompañada por su hijo abogado. Relajada, tranquila, así como siempre quiso. Además, la visitan demasiado y sus vecinos la quieren mucho.
“Mi corazón, que siempre estés bien”.