Por Manuel Gómez Sabogal
Se llamaba Luis Eduardo Gómez Sabogal. No, perdón, se llama. Porque así es y será para la familia y sus amigos.
Para mi hermano, primero su familia. Su esposa, Liliana y sus hijas Juliana, Manuela y María José. Ahora, Gabriela, la nieta que mimó durante un año y que tenía desplazadas a las cinco, porque debe incluirse a Lía, su suegra que era como su otra madre. Ese era él, antes que nada. Era ejemplar. El modelo que siempre quise seguir. Era tan especial…
Porque era el ejemplo de un verdadero esposo y padre, un increíble ser humano capaz de generar amor y de recibir mucho amor. No fingía. Era sincero, tierno, cariñoso y único. Era el más, más…
Sus hermanos siempre recibimos lo mejor de él. Y yo, mucho más. Era el tercero de 8. El segundo, murió a los pocos días de nacido. Se llamó Eduardo, como el abuelo paterno. La hermana menor, Martha Liliana, falleció en el año 2001.
Recuerdo que, desde pequeño, le dije a mi madre: “mamá, el gordo es mejor que yo”. Ella me regañaba y me decía que no era así…Y se fue mi madre y continué diciendo lo mismo siempre, porque era verdad.
Mi hijo, me dice: “Papá, cada uno es bueno a su manera, nunca uno mejor que otro”. Trataré de entender que es así. Pero el gordo siempre será el alma de la fiesta.
El alma de la fiesta, porque prefería las reuniones en su residencia con la familia y los amigos, con los médicos o los vecinos, pero le encantaba estar en su casa. Y aprendió a hacer asados, porque fue lo que siempre hizo cuando invitaba a su casa. Un asado. Se ponía el delantal y a asar. Mientras lo hacía, departía con todos, echaba chistes, reía, hacía pilatunas…A cada invitado le preguntaba cómo quería la carne…y luego, servía como le daba la gana y “usted la pidió así”, respuesta fácil para salirse del asunto. “¿Más traguito? ¿está bien?” y buscaba la música, porque también era DJ. Preguntaba por canciones preferidas y a todos complacía.
También, sus chistes eran constantes. Liliana gozaba con cada una de sus ocurrencias.
El fútbol le apasionaba, como también el ir a jugar tenis al Bolo Club. Tenía su grupo de amantes al tenis. Participaba en campeonatos. Ganaba o perdía, pero gozaba y disfrutaba cada momento.
Se sentía feliz por el grado de sus hijas. Su mayor anhelo se había cumplido. Ver a las tres como profesionales. Las quería ver triunfar a cada una en su carrera. Y seguía comprometido con cada una.
A fe que lo están logrando. Juliana es Publicista, María José, Veterinaria y Manuela, Médica.
El alma de la fiesta, porque para él, todo era una fiesta en casa o fuera de ella. Incluso, en el consultorio, haciendo reír a sus pacientes para que sintieran que lo que estaban recibiendo no era una consulta de “médico” sino de alguien que entendía esa profesión y que sabía en qué estaba, porque desde siempre lo deseó. Creía en el servicio a los demás. Era un verdadero profesional, un Fisiatra que vivía al día en su carrera. Adquiría los mejores equipos para su consultorio.
Manuela su hija, se especializa como Fisiatra. Es decir, seguirá la huella de su padre y ella sabe cómo trabajaba él, porque era excelente.
Este sábado 31 de octubre, a las 6 de la mañana, se fue para siempre. Se fue sin un adiós, sin despedirse. Lo recibieron Ramón, Aura y Martha Liliana. Alla, también será el alma de la fiesta. Mientras tanto, aquí quedamos cinco y no estaremos aislados. Permaneceremos unidos con Liliana, Alejandro, Juliana. Manuela, María José y Gabriela.
Muchas veces, me preguntan aquí que qué pasó, porque me ven llorando…creen que me dijeron algo nuevo. No, simplemente, recuerdos…recuerdos lindos de un hermano maravilloso. Porque todos los hermanos lo recordaremos así, porque era el alma de la fiesta.
El médico Álvaro León escribió: “El cuerpo médico del Quindío ha tenido una inmensa pérdida. Murió el más agradable, gracioso y bueno de todos los colegas, el profesional intachable, el esposo bueno, el padre amoroso, el médico amable y sabio, pero ante todo el amigo fiel, querido y servicial que siempre estaba dispuesto a ayudar y que siempre tenía la ocurrencia y el chiste a flor de labios. ¡¡¡Cuánto te vamos a extrañar querido Luchito!!! No sé si alguna vez te dije cuánto te apreciaba, pero ahora mismo quiero decirte que te amé inmensamente como amigo y que siempre te llevaré en mi corazón mi querido Luis Eduardo Gómez Sabogal”
«Nos enseñaron valores y eso debemos recordarlo siempre»
Luis Eduardo Gómez Sabogal