Por Néstor Ocampo
Mientras familias de escasos recursos se ven obligadas a habitar zonas de alto riesgo por ausencia de políticas públicas de vivienda social, la construcción de vivienda de estratos altos crece como espuma y sin control, en campos y ciudades del Quindío, sin respetar normas y estafando muchas veces a los compradores porque no les cumplen lo que les prometen. Así empeora la crisis ambiental que ya vivimos.
Somos el departamento con los ecosistemas más modificados, en otras palabras, el departamento al que le queda menos de su mundo natural y por eso el más vulnerable en lo ambiental. También somos el segundo departamento más densamente poblado, ya superamos más de siete (7) veces el promedio nacional.
Día a día se agravan los problemas de suministro de agua, crece la demanda, disminuye la oferta y empeora su calidad, ya son comunes los racionamientos en Salento, Filandia, Circasia, Armenia, Montenegro y Calarcá, unas veces por falta del líquido y otras por turbiedad o contaminación.
Aumentan los conflictos en el uso del suelo con la construcción de vivienda y de vías, con nuevos proyectos turísticos de alto impacto o Proyectos Turísticos Especiales (PTE) promovidos por el gobierno nacional, con nuevas granjas avícolas y porcícolas, nuevas composteras, nuevos cultivos de aguacate Hass y otros frutales (para el mercado internacional) establecidos donde no deberían estar y con más y más actividades económicas para satisfacer las ambiciones de otros y las necesidades de una población que crece y aumenta considerablemente en temporadas altas de turismo.
Se nos agota la diversidad biológica. Mueren las abejas y con ellas los demás insectos, aves y otras formas de vida, decaen los bosques, se altera el ciclo del agua y así, en cadena, hasta donde ni sabemos ni somos capaces de imaginar.
Hay quienes no han podido entender que el crecimiento ilimitado de la economía es IMPOSIBLE en un territorio con límites espaciales y recursos limitados. Ya nos pasamos de la raya, aquí ya no hay más espacio ni más recursos para la ambición capitalista. El resultado de tanta insensatez es la crisis ambiental, el aumento de conflictos sociales y ambientales, el deterioro progresivo de la calidad de vida. La responsabilidad es de políticos, gobernantes y “autoridades” que se han dedicado a “otras cosas” en lugar de velar por el interés público que es para lo que les pagamos sueldo.
Síntoma evidente de la crisis ambiental que vivimos es lo que sucede con nuestra salud, somos el departamento con los más altos índices de morbilidad y mortalidad generados por elementos contaminantes del agua y del aire provenientes del uso intensivo de abonos y pesticidas en cultivos tradicionales y nuevos, de la minería legal e ilegal, de la urbanización desordenada con sus efluentes y la congestión vehicular que causa el aumento de población con capacidad para tener dos o más carros particulares.
Otro síntoma es el incremento de la inseguridad, la violencia y los conflictos sociales por la presencia de Grupos Armados Delincuenciales Organizados (GADOs), que se disputan el territorio y sus recursos. La Alerta Temprana 041 del 25 de agosto de 2020, emitida por la Defensoría del pueblo, fue clara y oportuna. Pero las autoridades gubernamentales y de policía se empecinan en negarlo para no perjudicar los “negocios” en el departamento. La ausencia de autoridades efectivas y eficientes es un síntoma más que preocupa.
Así que quienes vienen aquí a comprar “segunda vivienda” o a vivir, procedentes en su mayoría de Bogotá, Medellín, Cali o de países como Italia, España y EEUU, atraídos con promesas de un Quindío “corazón verde” de Colombia y “remanso de paz” están siendo asaltados en su buena fe. Cuando no es porque les engañan con la promesa de que aquí encontrarán el paraíso, es porque efectivamente los estafan con proyectos inmobiliarios fraudulentos, como hay por todas partes, de empresarios foráneos y locales, ante la indolencia o con la complicidad de “autoridades” administrativas, sanitarias y ambientales que no controlan ese tipo de delitos.
Al final todos sufriremos las consecuencias de la crisis ambiental que creamos, quienes llegan y quienes ya vivimos aquí, porque si no hacemos algo para evitarla el futuro será de una vida cada día menos digna y deseable, no mejor como deseamos.