¿Qué tanta injerencia tiene el dinero en la felicidad y el bienestar?
La ONS (Oficina Nacional de Estadísticas británica) publicó recientemente una investigación en la que plantea que el nivel de felicidad y el bienestar aumentan a medida que aumenta la riqueza en el hogar. ¿Cómo interpretar este planteamiento cuando se ha dicho que el dinero no es determinante en los niveles de felicidad?
En primer lugar, es importante partir del hecho que estudios preliminares a esta investigación sí han mostrado una correlación entre los ingresos y la felicidad. El dinero, más allá de facilitar la adquisición de bienes y acceso a comodidades, puede ofrecer otros beneficios como más tiempo libre, estatus social, más autonomía y control, entre otros posibles. Sin embargo, se ha establecido que su correlación no es tan fuerte. Veamos cómo podemos interpretar esto.
Son varios los aspectos que evidencian la baja dependencia de la felicidad y el bienestar del dinero. Algunos pueden ser:
- Cuando las personas han superado niveles básicos de calidad de vida, obtener mayor ingreso no es significativamente importante en el aumento de niveles de felicidad. El dinero influye significativamente cuando el ingreso es bajo o cuando existen dificultades económicas que no permiten un nivel mínimo suficiente de calidad de vida. De hecho, en algunos casos, se observa disminución de los niveles de felicidad a pesar del aumento del ingreso. Por ejemplo, en comparativos efectuados por expertos de la Universidad de California, se evidencia que en USA en 1940 los niveles de satisfacción con la vida en general eran de 7,5/10 con condiciones y comodidades mucho menores a las de hoy, mientras que hoy dicha valoración es menor con un valor de 7,2/10. Por su parte Martin Seligman (Padre de la Psicología Positiva o ciencia de la felicidad), presenta la correlación entre la variable «ingreso per cápita» y la variable «satisfacción promedio con la vida» en donde se evidencia claramente que, a mayor ingreso, los incrementos del bienestar son menos representativos para países como la misma Gran Bretaña, Noruega o Emiratos Árabes los cuales cuentan con altos índices de ingreso per cápita.
- En la relación dinero-felicidad puede darse también una ambigüedad en la causalidad. Es decir, que sea el dinero el que genere la felicidad o que sea la felicidad la que genere el dinero. Particularmente el estudio de la ONS no asegura esta causalidad. A mayor nivel de ingreso, según Sonja Lyubomirsky, lo que para los individuos podría representar un lujo, antes de incrementar el ingreso o la riqueza, luego se convierte en necesidad. También se da un efecto mitigador de la felicidad, cuando las personas que aumentan sus niveles de ingreso se ven obligados a ajustar sus comparaciones y estándares sociales haciéndolo con individuos de «su nuevo círculo» que tienen niveles económicos superiores.
- Entre los factores que inciden en los niveles de felicidad, existen algunos de mucha más alta injerencia que el dinero/riqueza. Entre estos factores están la existencia de relaciones positivas, sentido de logro, sentido de propósito y creencias y comportamientos/hábitos de cada individuo. A factores o circunstancias externas, como el dinero, se les da un peso porcentual de injerencia sobre la felicidad de tan solo el 10%.
Ahora bien, el estudio publicado por la ONS hace referencia a que la correlación significativa entre la felicidad y el bienestar con el dinero, está fundamentalmente dada con la «Riqueza Financiera Neta de los Hogares» que no es otra cosa que la diferencia entre los activos financieros (Dinero en bancos, acciones, depósitos, fondos, entre otros) y los pasivos (O deudas a corto y largo plazo). ¿Eso cómo se puede interpretar? Que podemos tener una mayor riqueza financiera neta como consecuencia de disminuir nuestras deudas mas no de aumentar nuestros ingresos. Luego no sería necesariamente correcto afirmar, según los datos de este estudio, que a mayor ingreso, mayor felicidad porque una cosa es comparar contra el ingreso y otra es comparar contra la riqueza financiera neta.
Al hecho descrito en el párrafo anterior, se le puede sumar que se ha demostrado que la disminución de experiencias negativas genera de 300 a 500% mayor ganancia en felicidad que el crear experiencias positivas.
Esto permite también interpretar que, dado que el estudio fue realizado entre 2011 y 2012, en época de crisis, donde la gente suele disminuir sus gastos y por ende sus deudas, los hallazgos probablemente tienen que ver con la tranquilidad que da el disminuir deudas «que aprietan».
Finalmente, quisiera aprovechar la oportunidad para compartir algunos aspectos que podemos tener en cuenta para favorecer los niveles de felicidad en relación con la gestión del dinero:
- Comprometer desmedidamente nuestro ingreso futuro hoy, es algo que nos puede generar muchos dolores de cabeza. Eso quiere decir que si gastamos hoy nuestro ingreso futuro (Obtenemos créditos o deudas) sin analizar bien nuestra situación, el objeto del endeudamiento y nuestra verdadera capacidad de pago, podemos estar sacrificando nuestro bienestar futuro por momentos de «placer» en el presente.
- Aumentar nuestra felicidad y bienestar puede llegar a ser más barato que «gastar» nuestro dinero en adquisición de bienes, muchas veces innecesarios, o en experiencias de ocio o lujo relativamente fáciles de reemplazar. Como ejemplo: ¿Acaso no podemos pasarla mejor si en lugar de consumir fuera, buscamos reunirnos en casa con familia y/o amigos y compartir de placeres y experiencias más baratas e, incluso, con mayor potencial de generar satisfacción? ¿Cuánto puede costarle salir a almorzar o comer en familia (3, 4 o más personas) vs preparar una comida en casa, jugar, ver películas, charlar, entre otras actividades posibles?
Tenemos la capacidad de acostumbrarnos a cambios, sean estos deseados o no deseados. Así como podemos acostumbrarnos a una pérdida (de un empleo, de la salud, de un ser querido…) también nos acostumbramos a sucesos positivos. Esto se conoce como Adaptación Hedonista. Según esto, es mejor darnos placeres o gustos más sencillos pero frecuentes, que grandes pero esporádicos. Por ejemplo, puede ser mucho mejor darnos pausas o descansos en la jornada laboral, en el día, en la semana o en el mes, por ejemplo, que unas excelentes vacaciones una vez al año. La sucesión de esos pequeños momentos tiene gran injerencia en la felicidad y bienestar en el largo plazo.