Por Andrés Macías Samboni
¿Cuál fue la última vez que sentiste miedo y por qué? En mi caso, todos los días experimento este sentimiento al salir de casa, el hecho de conducir un vehículo que me transportará sin tener pleno conocimiento del funcionamiento de este, siempre me da temor una posible varada o un accidente por la imprudencia de alguien ajeno a mis pericias en el volante. Sin embargo, no me echo para atrás porque el miedo es para valientes. Veamos por qué:
El filósofo griego Aristóteles (384 a. C. 322 a. C.) plantea en su obra: Retórica (1999) que “el miedo es un sufrimiento o turbación nacida de imaginar un mal venidero que puede provocar destrucción o sufrimiento” (Ret. 1382a). Para Aristóteles, las pasiones son afecciones que se dan en el alma acompañadas de placer y de dolor. Así entonces, el temor viene siendo una afección que se produce en el alma producto de la impresión de que algo malo puede ocurrir. Dejando claro que, no todos los males son temibles, sino aquellos que necesariamente van a producirnos un sufrimiento y se encuentran próximos a nosotros.
Cabe señalar, de acuerdo con Aristóteles que, el temor es algo que nace de la imaginación y, según él, toda imaginación es racional y sensible. De modo que, la última se encuentra también en los animales. Esta idea es importante porque alguien puede tener miedo sin que necesariamente esté frente a la cosa que lo atemoriza, es suficiente “la creencia” o una idea para padecer miedo. Yo, por ejemplo, los primeros días que aprendí a conducir, de solo pensar en el tráfico, en el giro de las calles estrechas y las pendientes empezaba a sudar y a sentir un vacío en el estómago.
No obstante, Aristóteles también afirma que “el miedo requiere de cierta esperanza de salvación por la que sentimos ansiedad” (Ret. 1383a). Pues, si las pasiones van acompañadas de placer y de dolor; el miedo no se da sin esperanza, ni la esperanza sin miedo. Pues quien tiene miedo, le teme a un mal futuro que se encuentra próximo, pero en ese sentido también imagina algo que impida que ese mal suceda, o sea, algo que lo salve. A mí, con relación a la conducción, me salvó la idea de saber que todos los conductores alguna vez fueron primíparos y, por lo tanto, tendría que ser prudente y precavido en la vía para evitar un incidente.
A lo sumo, mi experiencia me ha demostrado que cuando afrontamos el miedo, lo normal es que lo superemos. Tener miedo es inevitable, pero superarlo es una decisión. Lo primero que necesitamos para vencer al miedo es una motivación, un para qué. El miedo a fracasar puede ser un gran motivador. Por ejemplo, la primera vez que fracasé conduciendo sentí rabia y pensé no volver a intentarlo jamás, limité mis posibilidades. Pero al mismo tiempo, mi realidad era otra: era necesario hacerlo para desplazarme a mi lugar de trabajo.
Así que volví a intentarlo solo y con la esperanza de no fracasar, descubriendo que lo contrario del miedo es la seguridad, porque cuando conectamos con nuestra identidad y con nuestra visión se despliega todo nuestro potencial, ya que todos somos únicos y capaces de conseguir lo propuesto, no es de genios ni de seres excepcionales, todos llevamos un héroe y a un valiente que está dispuesto a salir si creemos en él. Es una motivación superior la que nos lleva a vencer el miedo. Ahora bien, ¿se puede aprender a ser valiente? Aristóteles decía que no se puede llamar valiente a quien no siente miedo. Solo es valiente aquel que actúa a pesar del miedo; por lo tanto, el miedo es de valientes.
Para finalizar, la Física francesa, Marie Curie (1867-1934), afirmó que: «Dejamos de temer a aquello que se ha aprendido a entender». Le encuentro lógica porque el desconocimiento y la incertidumbre nos genera miedo, pero el coraje nos permite dar el salto de la razón a la acción. Es la práctica la que nos hace maestros y analizando una situación de peligro hay que contrastar el miedo con la falta de conocimiento, ya que este último delimita los riesgos y abre estrategias de acción y la posibilidad de tomar buenas decisiones.