Por Manuel Gómez Sabogal
El parque de la vida, en Armenia, tiene muchos significados. Depende de cómo se mire, qué vea, qué sienta cuando está allí y antes que nada, depende de por qué está allí.
Es curioso, pero se habla poco del parque de la vida. Cuando un visitante llega a Armenia, lo primero que se ocurre es preguntar por Panaca, Parque del Café o Salento. Pareciera como si escaso público lo visitara. Sin embargo, es mucha la gente que allí va a reconciliarse con la naturaleza, a ver cómo cae la cascada, a escribir frases románticas, a solazarse, a tenderse sobre el césped y mirar hacia lo alto, a pensar. Otros, prefieren caminar por todo el parque, recorrer sus entrañas y, algunos, de la mano, repetir incansablemente, las frases de amor que nacen con el olor de la naturaleza y que enamoran porque, en ese parque, también nace el amor.
El parque de la vida, invita a vivir, a sentir, a descubrir que la vida es bella y que ese entorno es una invitación a renacer con esperanzas y nuevos compromisos con la vida.
El por qué de la vida, sigue siendo un por qué, cuya respuesta busca cada uno de diferentes maneras, pero sin detenerse a observar con detenimiento.
El por qué de la vida implica desentrañar misterios sin tanto misterio, escudriñar en lo más profundo de cada uno y encontrarle el significado preciso a la vida misma.
El por qué de la vida incluye todas esas cosas bellas de la naturaleza, todo lo que nos rodea y de pronto, no vemos, por estar ocupados, embelesados con la cantidad de problemas que debemos resolver y que no nos dejan vivir en paz.
El por qué de la vida entraña esas cosas sencillas, pequeñas, que no miramos y no asimilamos, porque no tenemos tiempo para vivir.
El por qué de la vida, lo debemos buscar en una visita sin prevenciones, ni afanes, al parque de la vida o en otro lugar lleno de frescura, verdor, naturaleza plena. Allí, tal vez, encontremos las respuestas que deseamos, las que hemos estado buscando cuando nos alejamos, cuando queremos estar solos con esa ingrata amiga que es la soledad y que nada nos resuelve, pero nos destruye, sin que nos demos cuenta.
El por qué de la vida, lo podemos hallar en una sonrisa, un abrazo, una mirada. No nos preguntemos tanto. Vivamos la vida, porque… ¡la vida es bella!