En ocasiones, nos equivocamos sin querer. Ofendemos sin saberlo. Se dan discusiones por nuestra culpa. Hay amigos que nos buscan para conversar, otros para tomar un café, otros para mitigar sus penas, otros porque saben que siempre nos encuentran.
Internet se ha convertido en una herramienta para facilitar acercamiento con los amigos. Antes, hace muchos años, para comunicarnos, íbamos a Telecom a hacer colas para pedir una llamada a otra ciudad o a otro país. Escribíamos un telegrama o enviábamos cartas. Los telegramas se demoraban unas horas, las cartas dos, tres, cuatro días. Y llenábamos páginas para que nuestras familias o amigos supieran que estábamos bien y que, además, esperábamos respuesta.
Hoy, gracias a Dios aprendimos a estar en esta época. Internet, correos, chat, redes sociales.
Y esas redes sociales nos llevan más fácilmente hasta los familiares, amigos y con grandes sorpresas, encontramos a aquellos que hace mucho tiempo no vemos. Se ponen fotos, se escriben frases, hay vídeos, y quienes estamos un poco más locos, escribimos notas para llenar espacios y que de pronto, alguien nos lea.
A veces, el tiempo es traicionero y cuando nos damos cuenta, van dos, tres y hasta cuatro horas sin mirar el reloj. Porque estamos rebuscando, mirando, chateando.
En ese chatear (qué verbo tan raro) nos encontramos con amigos con los cuales charlamos, discutimos, peleamos, nos hacen reclamos.
Un amigo me contaba que en estos días estaba conversando con una amiga que le reclamaba el que no la tenía en cuenta. Que le había presentado unos documentos para que los revisara y que jamás lo había hecho. Estaba disgustada. Me contó que se sentía apenado y que no sabía cómo resarcir ese inconveniente con su amiga. Me pidió consejo, pero no supe qué decir. A veces, fallamos sin querer. Pero, las disculpas no son buenas. Porque las excusas no deben existir.
Otro amigo me comentó algo diferente y preocupante. Se puso a charlar con una gran amiga con quien conversa, se ríe, conoce sus tristezas y alegrías y le da mucho ánimo cuando lo ve decaído. Ella puso el tema de moda en el país: política. Y el tiempo se les fue pasando con la charla. El amigo me dijo que estaba tan interesante la discusión que prefirió llamarla para hablar “en vivo”. Lo que no miró fue la hora. Muy tarde en la noche. Porque ambos saben es un momento para entrar, conectarse con el mundo y como el sueño no les llega pronto, se encuentran en el chat. Ella no le contestaba y él insistía en su llamada. Se cansó y desistió. De pronto, recibió una llamada. Era su amiga, quien preocupada le comentó que su esposo estaba enojado, disgustado y que por más que le explicaba, este no entendía razones. Mi amigo no supo qué hacer. Me dijo que se disculpó y quería hablar con el esposo de la amiga, pero seguía sordo a cualquier información.
¿Qué le dije? Que podía estar tranquilo, porque a veces, la amistad despierta sospecha en los demás, porque estos confunden una bonita amistad con algo más íntimo. Porque hay quienes no entienden que amigos, amigos sí pueden existir, sin necesidad de pensar en estar en una cama, besarse, acariciarse. Ni les pasa por la mente algo así. Porque son amigos. Porque han alimentado la amistad con base en el cariño y el respeto.
Por eso, hay quienes ven esas amistades como algo diferente. No saben que los amigos verdaderos existen, gracias a los valores que han formado y fortalecido en ellos.
Sin embargo, hay quienes quieren saber “con quién anda”, “¿esa será?” Hablan con sus “amigos” y les dicen “imagínate que vi a tu novio conversando con fulana. Los vi muy junticos”. “Pillé a fulana con tu papá. Estaban en el carro”. Frases van y vienen. Quienes juzgan, no tienen amigos o no saben qué es amistad.
Se confunde el “cómo estás de bella” con “cómo estás de rica”, porque esa confusión interna sobre amistad, no la han podido definir.
La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea.-
Manuel Gómez Sabogal