Por Andrés Macías Samboni
El ser humano es un ser racional que actúa de forma irracional. Es paradójico el planteamiento; pero innumerables casos corroboran dicha incoherencia que nos llevan a pensar ¿por qué la razón no concatena del todo con el comportamiento humano?
Es racional pensar, por ejemplo, en el alcance que tiene el dinero como poder adquisitivo; quienes no lo poseemos, nos corresponde “sudar la camiseta” para obtenerlo a cambio de adquirir lo necesario que nos permita sobrevivir y darnos uno que otro “capricho”, sellando un pacto con el precepto popular que reza: “para eso es que trabajo”. Sin embargo, en el mundo de la gente multimillonaria, los caprichos que satisfacen desbordan la razón de los ciudadanos como yo que no le hallamos sentido al “despilfarro” de dinero gastado incluso al costo más alto de perder la vida en ciertas osadías.
Lo expuesto, se justifica con el caso de los cuatro tripulantes que días pasados pagaron millonarias sumas de dinero aun sabiendo que no era del todo seguro embarcar el “artefacto” que no los sacó a flote para contar la experiencia titánica, sino por el contrario, los convirtió en una leyenda más que deja en entredicho los alcances de la razón y el comportamiento humano, influenciado por la curiosidad, la fama y al mismo tiempo, por la estupidez.
“Son personas que no saben qué hacer con tanto dinero”, señalan quienes estamos del otro lado, y sí, lo han conseguido todo, todo cuanto placer, aventuras, viajes y, en suma, cuanta felicidad les haya representado para sus vidas. Lo cierto es que, en medio de tanta aventura, está comprobado que la vida no se compra con dinero. El dinero en muchas ocasiones es el pasaporte para la muerte. Infortunadamente así les ocurrió a dichas personas que hoy nos invitan a reflexionar sobre la tesis arriba planteada y que continuaré apoyando bajo el siguiente argumento.
Aldous Huxley (1894), escritor británico, afirmó que “la medicina ha avanzado tanto que ya nadie está sano”. No es un secreto que las vacunas que nos introducen en nuestro cuerpo, generan inmunidad adquirida por una enfermedad mediante la estimulación de la producción de anticuerpos. En otras palabras, las vacunas son muy importantes porque nos protegen de numerosas enfermedades. No obstante, la misma inteligencia humana se ha encargado de vacunar la razón, para que el comportamiento de los demás obedezca a los patrones de conducta convencionales del comercio, la industria y, desde luego, del capital monetario.
Tres años atrás, el mundo entero afrontó una de las pandemias que devastó la humanidad. El Covid 19 atacó a unos más que a otros; pero a todos nos dejó en crisis de varias índoles: sociales, culturales, económicas y, sobre todo, sanitarias. La vacuna era “la salvación”, en nuestro país llegó para abarcar a la población por etapas, siendo prioritarios los adultos mayores y así en orden descendente. No siendo suficiente una sola dosis, sino hasta tres y más, aun así, muchas personas fallecieron. El antídoto fue contra la vida misma y, en adelante, varias secuelas son atribuidas a las vacunas contra el Covid 19. De modo que, no es descabellado pensar en la teoría que indica el exterminio del hombre por el hombre. La razón humana está cada vez más enferma y acaba con el comportamiento de los más débiles, también de los más poderosos.
En definitiva, no estamos sanos. Las causas de muchas enfermedades están diseñadas a propósito para que las personas las percibamos como razonables, pero los comportamientos hacen ver lo contrario. Por eso, la razón y el comportamiento irracional son paradigmas que luchan entre sí para mostrar una realidad humana deshumanizada, sino cuestionémonos: ¿cuántas veces hemos pensado de manera racional ejecutar cosas que terminan descabelladas?