
Por Manuel Gómez Sabogal
Laborar en una entidad durante muchos años, implica sentirse propietario de la misma. Dueño de sueños, ilusiones, éxitos y fracasos. El trabajo diario deja de ser rutinario desde cuando iniciamos nuestra labor en la mañana y saludamos, sonreímos y nos sentimos confortables, alegres, contentos, satisfechos de llegar a nuestra empresa.
El trabajo que desarrollamos en la empresa, no debe ser eso: un trabajo. Debe ser el complemento de nuestra vida, de nuestra esperanza y nuestras realizaciones. Cuando pensamos no como empleados, sino como personas colaboradoras para que nuestra empresa salga adelante, sea cada vez mejor y haya lo que todos queremos. Le estaremos ganando al tiempo, a las horas, al día y de pronto, a la rutina.
La felicidad diaria al término de nuestra labor, consiste en sentir que lo que hemos laborado está bien hecho y nada dejamos pendiente para el día siguiente. También está en colaborar con los demás. Sentir que podemos ayudar y que entre todos se teje para lograr lo mejor.
Cuando alguien tiene una idea y la quiere realizar, no debemos dejarlo sólo, sino aportar, ayudar, contribuir para que todo sea perfecto y nuestra empresa sea la ganadora.
En cualquier empresa, institución, entidad donde estemos, pensemos en el bien común. La labor conjunta logra frutos extraordinarios. No somos islas sino que hacemos parte de un engranaje.
Esta empresa también es mía, cuando logre la disciplina de un trabajo alegre, triunfador. Cuando apoye a los compañeros en sus buenas ideas y trabaje con ellos hasta lograr los objetivos. Cuando sienta que esta empresa me pertenece. Cuando me convenza que yo también hago parte del grupo. Cuando deje el egoísmo y ayude. Cuando aprenda a conocer a los demás. Cuando celebre los triunfos de los demás. Cuando entienda a los demás. Cuando sea capaz de entregarme de lleno a mi labor, sin desconocer el trabajo de mis compañeros. Cuando deje de juzgar a los demás. Cuando algunos dejen de juzgar a los otros, porque sí.
A veces, creo que en esta época es una ilusión, una utopía pensar en empresa como lo que describo anteriormente. Creo que hoy, todo es diferente. Algo le cierra el paso al trabajo en equipo.
Muchas empresas contratan para trabajar desde casa, a distancia. Ya no hay ese encuentro de compañeros de trabajo, porque el internet está en manos de quienes son contratados por la empresa.
Afortunadamente, empresas pequeñas o colegios, universidades, tienen empleados y profesionales que están ahí desde por la mañana y hasta por la tarde. Es decir, laboran con otros compañeros, hablan, discuten, conversan, presentan proyectos y hay equipo.
Ojalá, todavía haya muchas empresas donde se respire un ambiente laboral de compañerismo, no de envidias. Empresas que vibren, gracias al trabajo mancomunado de todos sus integrantes. Desde el vigilante, hasta el gerente.
Que muchos puedan decir: “esta empresa también es mía”, porque se sienten orgullosos y felices de labrar allí.
Esta empresa también es mía, porque, gracias a Dios, es mi segundo hogar.
