Por Manuel Gómez Sabogal
Cuando ingresé a Facebook, lo hice tentado por la curiosidad, primero y luego, porque creí encontrar amigos que hace años no veo, con quienes no converso y quienes no viven en mi ciudad, o viviendo en ella, no aparecen constantemente por los lugares que antes recorríamos.
Calmé la curiosidad, cuando supe que podía escribir textos para que otros los viesen y analizasen. Así mismo, puse mis fotos para que, si alguno me reconocía en otro lugar del planeta, pudiésemos encontrarnos de nuevo. Y ha sucedido. Amigos desaparecidos, han regresado. Los veo y me ven. Nos escribimos. Gente interesante también está en Facebook. Además, hay grupos agradables y me he unido a ellos. Porque en esos grupos hay personas conocidas o que son amigos de los amigos y tienen intereses comunes conmigo. A esos, he ingresado.
A veces, me llegan invitaciones para agregarme a un grupo, pero prefiero revisar quiénes lo integran, para qué y por qué. Un día, me llegó una invitación para que me uniese al grupo “No queremos prostitutas en los medios de comunicación”. Tenía más de 1400 adherentes. Revisé y encontré la foto de una reconocida presentadora, actriz o lo que sea. Estaba su nombre y el alias: “puta”. Así, sencillo. Fácil. Marcada por los demás.
La creadora de ese grupo: una mujer. ¿Con cuál mano pueden levantar la piedra para juzgar a los demás? ¿Por qué tantas mujeres se ensañan contra alguien cuyo pecado fue acostarse con un hombre para tener un rato de placer y este le falló, gracias a que el vídeo que hizo, lo publicó? ¿Cuántas de las personas que se unieron a ese grupo son de doble moral? ¿Cuántos no tienen sus historias con dos y más? ¿Cuántos pregonan fidelidad y tienen amante, amor clandestino? ¿Cuántos de los hombres que critican a esa mujer son traficantes de sexo? ¿Cuántos de esos hombres son encantadores de serpientes y engañan a todas las que puedan encontrarse para acostarse con ellas? ¿Cuántos son casados y tienen sus amores clandestinos? ¿Cuántos de los que se unieron a ese grupo tienen autoridad moral para juzgar a una mujer?
En un país de hipócritas y de doble moral, donde algunos de los que juzgan hacen las cosas a hurtadillas, mienten, son falsos. ¿Quién se cree el que grabó el vídeo con esa mujer? ¿Qué clase de hombre es ese? Y no se quedan atrás los que escriben frases demasiado vulgares sobre ella en Facebook. Les falta la gallardía para ser verdaderos hombres. Son unos machistas que jamás supieron el valor de una mujer. Prefieren mostrar la clase de hombría que les enseñaron en casa. La estupidez les quedó grande.
Estamos muy mal. El respeto se perdió. Y si es cierto que ella cometió un error al permitir la grabación de ese vídeo, también es cierto que quienes la juzgan, estoy seguro, no tienen por qué hacerlo.
Claro que esto es arar en el desierto, porque habrá más y más grupos o páginas dedicadas a ridiculizar, hablar mal, denigrar, odiar. No hay caso. Por más que se diga, se hable, se escriba, se escuche, se lea, siempre aparecerán aquellos que están dispuestos a acabar con los demás. Por envidia, especialmente.
“Respetemos identidades. En la naturaleza, todo es diferente. Una gota de agua no es igual a otra, una hoja igual posee grandes diferencias con respecto de otra, ¿por qué nosotros como seres humanos nos denigramos? Respeta a tu igual, como desearías te respetasen a ti”