Manuel Gómez Sabogal
Según la definición que encontré:
“La Autopista del Café es la vía que conecta, entre otros municipios, a las ciudades capitales de Manizales, Pereira y Armenia, en los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, respectivamente. Las tres ciudades conforman el eje cafetero, uno de los centros económicos más relevantes de Colombia”.
Bonito así. Bella definición, porque en la realidad, no la han terminado. Faltan tramos y no es tan larga.
Sigue en veremos. Nada que la terminan. En 1997 arrancó la construcción de la Autopista del Café, un proyecto para acortar la distancia terrestre entre Armenia, Pereira y Manizales, las capitales del Eje Cafetero. 26 años después, la construcción y rehabilitación de los 104,7 kilómetros -cuyo plazo inicial fue de tres años- y nada que la terminan.
Luis Carlos Velásquez, gobernador de Caldas, escribió:
“Lo que mal se planea, tiene que salir mal. Cuando en el año 1997, durante la administración de Ernesto Samper Pizano, la ANI, Agencia Nacional de Infraestructura, firmó en contrato de Concesión Nro. 113 de 1997, se aseguró en dicho contrato que la obra, que uniría las tres capitales del Eje Cafetero, tendría un costo de 175 mil millones de pesos, para construir 90 kilómetros nuevos, rehabilitar 147, se financiaría con 3 peajes y su ejecución duraría 30 meses”.
Lo grave es que esa “autopista” es, hasta el momento, una vía sin lo que inicialmente se dijo. No es sino el nombre. ¿Cuánto dinero han utilizado, cuánto solicitan, cuánto les alcanza…?
Como ciudadano que viaja por esta “autopista”, siento la necesidad de denunciar el alza en los peajes ante el silencio del gobierno. Es injusto, sabiendo que anualmente más de 12 millones de vehículos se desplazan por allí. ¿Cuánto aportan a la concesión? ¿Cuántos peajes?
“Tiene tramos, que según las personas que la transitan todos los días, no quedaron bien diseñados… Ese es el caso de la vía que comunica a Manizales con Pereira… en la mitad del camino, la autopista fue cerrada para los carros pesados…”
Pasan los años y merma la dicha, porque los dueños o concesionarios se hacen los locos y nada dicen al respecto. Hasta los gobernantes de Risaralda y Quindío están callados y no opinan algo al respecto.
Ya han pasado 26 años de haber empezado la obra y nada de nada, nada. Disculpas y muchas veces, disculpas chimbas para no responder por algo que deben haber culminado hace muchos años.
Han terminado túneles y grandes vías, más largas que la autopista del café, no solo en Colombia, sino en otros países y esta vía, sigue en veremos. Faltan tramos para que pueda llamarse autopista del café.
Espero que gobernadores y alcaldes de la región, en especial Caldas, Risaralda y Quindío se pronuncien al respecto. No más silencio cómplice con una vía que tendrá ODINSA hasta 2027, si no, es más.
No me puedo quedar callado ante el atropello de los concesionarios de esta vía. Si me callo, estoy cohonestando con ellos. Y no debo hacerlo.
¡No más! Que alguien responda por lo que sucede en la autopista del café que no parece una verdadera autopista. No nos quedemos callados: ¡Denunciemos! O sigamos pagando uno de los peajes más caros en Colombia.
Con la magia del eje cafetero, tenemos la vía que todavía no nos conecta… ¿La autopista de cuál café?
Me uno al clamor e insatisfacción de Don Manuel Gómez Sabogal.