Por Manuel Gómez Sabogal
Muchas veces, me da por feisbukear (nuevo verbo) y me encuentro historias geniales y que valen la pena para reenviar o transcribir. El especialista en ese caso es mi amigo Humberto Moreno, quien tiene el palito para encontrar historias maravillosas y llenas de mensajes. Las pone en su perfil y valen oro.
En esta ocasión, encontré una de ellas que me llamó la atención y por eso, después de enterarme que X autoriza poner desnudos en su red, que vemos desnudos en historias de Facebook o jóvenes que muestran su cuerpo para hacer amistades en dicha red, nada mejor que esta historia.
Con gusto, la comparto:
John Blanchard acudía a la biblioteca a ver los estantes de los libros de diferentes temas.
Era un hombre muy culto. Y en cierta ocasión, al acudir en su búsqueda habitual de libros, se encuentra uno que le llamó mucho la atención. No por su contenido, sino por las notas que tenía escritas con lápiz… percibió en ellas una mente reflexiva, un gran corazón y un alma sensible. En la contratapa se encontraba el nombre de la anterior dueña del libro, «Holliz Meiner»
Algo le produjo una incontenible necesidad y, con mucho tiempo y esfuerzo, se dio a la tarea de localizarla…
Parecía imposible, pero después de un buen tiempo, encuentra su dirección en Nueva York y le envía una carta.
Se presenta y la invita a corresponderle.
Pero al siguiente día, John fue enviado a servir al otro lado del océano. Esto fue, en tiempo de la Segunda Guerra Mundial.
Durante 13 meses se enviaron mucha correspondencia, y así se fueron conociendo. ¡Esas cartas eran semillas que caían en corazones fértiles!… Y empezó a florecer un precioso romance.
En varias ocasiones, él le pidió que le enviara una foto, a lo cual ella contestó una y otra vez que, si estaba interesado de verdad, no tenía que importarle su apariencia… Recalcando «A mí me interesa que conozcas mi corazón, mi alma, lo demás no importa.”
Después de ese año, dan de alta a John. Él preparó su regreso, arreglando su primer encuentro entre ellos… Sería a las 7:00 de la tarde, en la estación situada en el centro de Nueva York.
Y ella le escribe:“Me reconocerás por una orquídea que llevaré en la solapa de mi vestido”. Y ese día, a las 7:00, John busca al corazón que amaba, pero que no conocía.
¡Era una cita a ciegas!
Y este es su relato:
Llegué a la estación… vi que una mujer se acercaba a mi…Era mucho más bella de lo que me había imaginado…Delgada, con una figura armoniosa, tez blanca, ojos bien grandes y expresivos, una sonrisa que enamoraba, cabello dorado recogido impecablemente debajo de un sombrero adornado con flores, y unos labios muy sensuales…
Estaba enfundada en un maravilloso vestido verde. Me acerqué a ella lentamente, olvidando el detalle de la orquídea que no llevaba, así que, cuando estaba cara a cara, la dama lanzó una sonrisa provocativa…y me dice:
– “Mira por dónde caminas, marinero…” y acto seguido siguió su camino.
Entonces, tras ella, aparece una dama…con un vestido viejo, en él estaba una orquídea. Se notaba que pasaba no por sus mejores años… Su pelo estaba desprolijo y llevaba un viejo sombrero. Era más bien retacona y con pies y tobillos gruesos. Tenía unos zapatos de tacón bajo, maltratados por el tiempo.
Mientras miraba este cuadro, la hermosa dama de vestido verde se alejaba cada vez más. En ese momento estaba tentado de escapar… salir corriendo, perderme entre los marineros…
Ella jamás sabría si fui a la cita o no… Pero a la vez, me sentí un canalla porque, a pesar de todo, esta mujer me había levantado el espíritu durante la guerra y tiene un alma muy sensible y un buen corazón. La desilusión fue tremenda… no era lo que yo esperaba. Pero era un caballero, así que respiré profundo y me acerqué.
Me presenté:
– “Yo soy John Blanchard. ¿Me permite invitarla a cenar?… ¡Me alegro que finalmente nos conociéramos personalmente!”
La mujer me sonrió tiernamente y me dijo:
– “Mire, no sé de qué se trata, pero la mujer que acaba de pasar, la de vestido verde, me dijo que llevara esta orquídea en mi abrigo. Y dijo que, si me invitaba a cenar, yo le debía decir que ella lo estará esperando en el restaurante que está al otro lado de la calle. Me dijo que esto era una prueba muy importante para ella, porque necesitaba que usted amara lo que nadie más… su esencia.”