Por Manuel Gómez Sabogal
Días después de la pérdida de mi hermano, la terapeuta Fernanda Aldana me facilitó cuatro libros, entre ellos “La música como medicina” de la también terapeuta Christine Stevens y el cual he digerido demasiado bien.
Los leí todos, pero como desde pequeño me ha encantado la música, este libro me dio más pautas para seguir adelante y ha sido de una gran ayuda. Capítulos interesantes, párrafos increíbles y títulos de canciones para seguir adelante.
Destaco algunos apartes:
“Eres un ser musical. El don del talento musical viene de dentro. No es necesario que toques un instrumento. Tú eres el instrumento. La música nos pertenece a todos por derecho propio. De pequeño exploraste el mundo del sonido y el ritmo. En tu interior hay un espíritu musical a la espera de que lo descubras. La música no está reservada para los escenarios. Puede ser un acto cotidiano en lugares cotidianos…”
“La música como medicina”
Es por eso que, desde mis primeros años ensayaba, escuchaba, repetía, hacía karaoke, palmoteaba, intentaba. Y aunque no se me dio, siempre fue la música un gran aliciente para todo. Y no perdía momentos para adquirir lo último en música.
No era costoso comprar un disco de larga duración. Y ya tenía mi lugar preferido. Allá llegaba y me tenían listos los discos. Ya conocían mi gusto.
En otro capítulo del libro, hay algo que vale la pena traer a colación: “Cuando estés triste y desconectado, canta una canción, te arreglará el día. Ahora es el momento de gritar canta una canción, te abrirá el camino” Versos de la canción “Sing a song” de Earth, Wind and Fire.
Así es. Cantar, vibrar, sentir la música, una canción, la canción que más llegue al alma, la que más se sienta. Esa canción nos ayudará en todo sentido.
Muchas veces, no entendí por qué grandes estrellas van a cantar a los campamentos de los soldados. Porque donde hay guerra, sufrimiento, tristeza, pérdidas, allá la música es demasiado importante.
También el libro tiene canciones que se pueden llamar de poder personal. Es decir, aquellas que nos invitan a sentirnos fuertes en todo momento, a no desmayar. Canciones de esperanza, sueños y múltiples verdades que se convierten en melodía.
El libro señala algunas en inglés, como “I Will survive”, “I believe I can fly”, “We are the champions”, pero yo tengo las mías en español: digamos que la más especial es “La música” de Patrick Juvet, la cual muchos hemos escuchado desde la niñez. “Yo tengo fe” de Palito Ortega. “Enamorado de la vida”, interpretada por Raphael. “La montaña” de Roberto Carlos. “El progreso” del mismo intérprete.
Es bueno que cada uno señale, indique, tenga en cuenta esa canción o canciones que tienen ese “poder personal”.
Desde pequeño, siempre me gustó la interpretación de Raphael “Mi hermano”. La escuchaba y me llenaba de una extraña fuerza, porque sentía que mi hermano estaba ahí. Hoy, cuando ya no está, sí está. Porque la pongo y ese recuerdo siempre está ahí, pues mi hermano es una la fuerza que siempre me impulsa a seguir adelante, aunque ya no esté.
Por eso, la música es medicina. Y será siempre así. Nos saca a delante. Elimina la tristeza, los momentos de depresión. Porque cuando escuchamos esas canciones que tienen “poder personal”, salimos adelante.
No puedo sentirme triste, sino al contrario, sentir la alegría de la vida. Gracias a la lectura y a la música, le he dado un sentido grande a cada momento, minuto, hora, y a lo que resta de mi vida.
Una tarea interesante, el leer y, además, escuchar y sentir la música.