Por Luis R Castellanos
Conozco a Juan desde hace muchos años, desde mi Caracas natal. Nos conocimos en la universidad, donde yo estudiaba Ingeniería y él estudiaba Contaduría. Siempre las chicas de Administración y Contaduría eran más bellas y divertidas que las chicas de Ingeniería. Por ello siempre le acompañaba a las fiestas que se hacían, desde el Mirador de San Román en el este de la ciudad, a las playas de la Guaira o en la casa de alguno de los estudiantes.
Desde entonces hemos mantenido el contacto, con mucho cariño, solidaridad y verdadera amistad.
A pesar de ser un excelente profesional, creo que no ha tenido mucha «suerte» en el amor. Se casó como 3 veces, y luego de durar apenas algunos meses de casado, se divorciaba rapidito. Creo que le agarró miedo a los compromisos a largo plazo, y se decantó por involucrarse con bellas mujeres, pero por cortos períodos. Eso si, relaciones intensas pero cortas. Nunca tuvo hijos, bueno, que él sepa.
Por circunstancias que quizás cuente en otra oportunidad, tuve que salir huyendo de Venezuela, y aterricé en el país del norte. Meses después, Juan también se vino, huyendo de las penurias de nuestro país, buscando un destino que le pudiera ofrecer calidad de vida, y un futuro promisor para sus años restantes de vida. Claro, porque ya pasamos los 50, y creo que en eso coincidimos, en buscar una vida más tranquila y reposada. Tenía familia cerca de la ciudad donde me encontraba viviendo, y se vino a buscar fortuna.
Creo que nos equivocamos de país, ya que acá más bien el reposo no es parte de la vida agitada, de trabajo 24/7.
Sin embargo, mi esposa y yo pudimos adaptarnos al nuevo ritmo, en una cultura diferente, en un idioma diferente, y con una geografía diferente. No ha sido fácil encontrar amigos nuevos, pero afortunadamente, tenemos varios amigos que conocíamos desde hace tiempo y que también se encuentran en la zona. Además, tenemos muchos otros amigos también en el país, pero en otros lugares, cercanos y remotos, con los cuales no hemos perdido contacto.
En fin, luego de unos meses, Juan me dice que al fin consiguió novia.
¿Dónde la consiguió? Nada más y nada menos que en Instagram.
– ¡Mi novia es bella, Luis!
– Muéstramela para ver. Pues si, parece una modelo, de verdad. ¿Cuántos años tiene?
– ¡Tiene 35 añitos!
– ¡Caramba! (¡Coño! en la vida real). Sólo le llevas unos veinte añitos… Bueno, ¡te felicito! ¿Cuánto tiempo llevan juntos? ¿Dónde vive?
– Llevamos 2 semanas. Nos comunicamos todos los días. Por mensajes de «Whatsapp» y por llamadas de «Whatsapp». Vive en San Francisco, California.
– Mira, que cosas. ¿Y sabes dónde trabaja? ¿Qué hace?
– No me ha dicho el nombre de la companía, pero si me dijo que era una compañía de servicios financieros, y ella era la Directora de Finanzas. Además es divorciada, sin hijos, y como trabajo adicional maneja acciones de la bolsa y criptomonedas.
– ¿Cómo se llama ella, Juan?
– Se llama Eva. Y creo que de Juan me convertiré en Adán.
– ¿Y cuál es su segundo nombre?
– Rosa.
– Una pregunta: ¿qué significa la «M» que lleva en la cadena del cuello?
– Pues fíjate que no me había dado cuenta. Luego le pregunto.
– ¿Y tienes planes para ir a conocerla en persona? ¿Han hablado por video llamada?
– Hasta ahora no hemos podido, ya que ella ha estado muy ocupada.
– ¿O sea que no sabes si ella es la de la foto?
– Claro que es. Además, me dijo que podía venir en la primavera del año que viene.
– Claro que es. Seguro. Caramba (coño), y ¿por qué tanto tiempo para venir? Te pregunto de nuevo, ¿tienes planes para viajar a California?
– Viejo, es que ella es una persona muy ocupada. Trabaja hasta los fines de semana. Le dije para ir a visitarla, y me dijo que podría ser en unos 4 meses, luego que ella hubiese terminado unos cuantos proyectos pendientes.
– Juan: ¿y nada de esto te parece sospechoso o raro?
– No, mi hermano. Creo que al fin conseguí el amor de mi vida.
– Me alegro, viejo, Si te hace feliz, disfrútalo (mientras te dure).
Al final le cambié el tema y empecé a hablar de otras cosas más interesantes.
Continúa…