Cierro con fuerza la mandíbula cuando los videos de Hulu se tardan en cargar. Me frustro y resoplo cuando me quedo atrapada en una fila que avanza con lentitud en una cafetería. Los conductores lentos en el carril rápido me hacen perder la paciencia y exclamar groserías. Me avergüenza lo rápido que pierdo la calma ante estos pequeños detalles. A menudo desearía ser una persona más paciente, pero me abruma pensar por dónde debo comenzar.
Vale la pena cultivar la paciencia: la habilidad de mantenerte tranquilo frente a la decepción, la angustia o el sufrimiento. Esta virtud se relaciona con una serie de beneficios positivos para la salud, tales como la disminución de la depresión y otras emociones negativas. Algunos investigadores han llegado a la conclusión de que las personas pacientes ostentan conductas más prosociales, como la empatía, y son más propensas a demostrar generosidad y compasión.
Un estudio publicado en 2012 en la revista Journal of Positive Psychology identificó tres formas distintas de expresar la paciencia: la interpersonal, que es cuando conservas la calma al enfrentarte a alguien que está molesto, enojado o es insufrible; ante las adversidades de la vida, es decir, cuando ves el lado positivo de las cosas después de un gran contratiempo, y ante las dificultades diarias, que se refiere a reprimir el enfado al lidiar con demoras o cualquier cosa irritante que pueda inspirar un tuit sarcástico.
La buena noticia es que ese mismo estudio descubrió que la paciencia es un rasgo de la personalidad que se puede modificar. Incluso si hoy no eres una persona particularmente paciente, aún hay esperanza de que puedas ser más paciente el día de mañana. Así que si sientes que te desesperas más de lo que quisieras, acá compartimos algunas recomendaciones para controlar esos impulsos malhumorados.
Identifica lo que te hace perder la paciencia
La impaciencia es el factor que desencadena la “lucha”, según M. J. Ryan, quien ofrece cursos de orientación para ejecutivos y es la autora de The Power of Patience: How This Old-Fashioned Virtue Can Improve Your Life. “Es por eso que le lanzas un bocinazo al conductor de enfrente o te enfadas en la fila o lo que sea que hagas como conducta impaciente”, explicó.
La amígdala cerebral es la culpable. Este complejo de tejido nervioso con forma de almendra en nuestro cerebro es el responsable de captar las amenazas y regular nuestras emociones. A pesar de que este componente del sistema límbico está diseñado para proteger a nuestros ancestros de depredadores feroces, no es tan hábil para determinar amenazas creíbles en la vida moderna.
Como resultado, muchos reaccionan a situaciones fastidiosas como si fueran experiencias mucho más extremas de lo que son en realidad. Ryan explica que la amígdala es demasiado básica como para saber la diferencia entre el verdadero peligro (digamos, el gruñido de un tigre) y algo mucho menos fatal (lidiar con una persona odiosa).
Averigua cuáles son las situaciones que te molestan —conductores descuidados, fallos tecnológicos, cajeros que son muy lentos, etcétera— y estarás un paso más cerca de tomar el control.
Interrumpe el ciclo y evalúa el riesgo
El siguiente paso es reflexionar sobre cuál pensamiento o sospecha activa las señales de alarma en tu cerebro. “Hay algo que te estás diciendo a ti mismo, una percepción que tienes, una sensación en tu cuerpo que detona esa reacción, como si estuvieras en peligro”, comentó Ryan.
Una vez que descubres tu discurso acerca de la situación —“Qué agobio tener que esperar en esta fila”, por ejemplo—, puedes atender tu inquietud interna, interrumpir ese ciclo de respuesta al estrés y salir del modo de lucha o huida. Por ejemplo, si te desquicia esperar en una fila kilométrica, un mantra adecuado podría ser: “No tengo prisa en este momento”. Para quienes se enfurecen cuando tienen que dar muchas vueltas para encontrar un espacio de estacionamiento podría funcionarles un mantra como: “Pronto voy a encontrar un lugar”.
La idea es tomar distancia de la situación y tratar de verla tan objetivamente como sea posible. ¿Acaso no es un contratiempo esperar en esta larga fila? Claro, pero debes ser realista y práctico: pronto pasará y lo más probable es que después olvides que alguna vez sucedió.
Lo siguiente es que te tomes un momento para considerar el peor de los casos. ¿Cuál es la consecuencia real de esperar en la fila del banco otros diez minutos o de reiniciar un aparato que falla? ¿Alguno de sus efectos constituye una amenaza de vida o muerte? “Casi siempre, siempre, siempre, la respuesta es no”, afirmó Ryan.
Replantea la experiencia e intenta relacionarla con un panorama más amplio
Sarah A. Schnitker, profesora adjunta de psicología y neurociencia en la Universidad Baylor e investigadora destacada del tema de la paciencia, sugiere utilizar una técnica poderosa llamada revaloración cognitiva, que se refiere a pensar sobre una situación de manera diferente.
Veamos, por ejemplo, a alguien exasperado por un colega criticón. En vez de concentrarse en su disgusto, podría pensar en aquellas veces en las que ha sido él quien ha frustrado a otros.
“Muéstrate agradecido con ellos”, opina Schnitker, o piensa: “¿Sabes qué? Esto me está ayudando a crecer como persona”. Otra estrategia que ella recomienda es enfocarte en por qué y cómo la paciencia es un aspecto fundamental en tus valores.
“Por ejemplo”, dijo Schnitker, “si estuviera hablando con un padre que tiene problemas con su hijo, le diría: ‘Bueno, primero consideremos la perspectiva más general. ¿Por qué es importante ser padre para usted? ¿Qué significa ese papel en su vida?’”.
Entrénate, no solo lo intentes
El error más común que cometen las personas es pensar que la voluntad por sí sola las convertirá en seres más pacientes, mencionó Schnitker. Si piensas eso, advierte, te estás preparando para el fracaso. Así como los corredores de maratón no participan en un maratón en su primer día de entrenamiento, la gente que desea cultivar la paciencia en serio no debería esperar obtener resultados de inmediato.
“Debes entrenarte para ser paciente, no solo intentarlo”, explicó. “Es importante hacerlo de manera habitual”.
La profesora sugiere practicar la paciencia en situaciones menos intensas, o incluso absurdas, cuando el riesgo no es tan alto. Reevalúa la situación la próxima vez que te sientas irritable, practica la meditación de conciencia plena o repite tu propio mantra personal.
“Es como cualquier otra habilidad”, aseguró Schnitker. “Si lo haces a diario y también lo vinculas con un panorama más amplio de por qué es importante, puede crecer y desarrollarse igual que un músculo”.
Considera hacer cambios en tu estilo de vida
Ahora que conoces lo que te molesta y trabajas para evitar caer en el modo de lucha o huida, incorpora algunas medidas para reducir el estrés. Si lo que detona tu impaciencia es tener que matar el tiempo en las salas de espera, asigna un juego en tu teléfono para recurrir a él cuando estés en el consultorio de tu doctor. Si detestas esperar en el tráfico, intenta salir más temprano para llegar a tus citas. Si aborreces los supermercados atestados, haz tus compras en horarios menos concurridos.
Ryan también recomienda reducir el consumo de cafeína, ya que puede exacerbar el estrés en la gente. Asimismo, practicar la meditación o el yoga puede ser útil porque “entonces nuestros sistemas tienen la oportunidad de rechazar la respuesta al estrés y, por lo tanto, será menos probable que todo te fastidie”.
Sé realista
Finalmente, Nedra Glover Tawwab, trabajadora social clínica de Charlotte, Carolina del Norte, recomienda ser más sensato respecto a establecer metas realizables.
“A veces nos saturamos o no le dedicamos el tiempo suficiente a las cosas”, comentó. “Debes ser razonable al momento de ponerte objetivos porque hay un límite para la cantidad de cosas que puedes hacer en un periodo determinado o en un día”.
Si tu lista de cosas por hacer tiene diez pendientes, pero solo puedes cumplir con cinco, entonces te estás saboteando a ti mismo. Cualquier inconveniente tiene el potencial de desequilibrarte cuando tu día está planificado minuto a minuto.
“No puedo avanzar en el tiempo y no puedo hacer que la gente se mueva más rápido”, admitió. “No puedo manipular las cosas; solo me puedo manipular a mí mismo”.
Vía New York Times