Miguel Fernando Caro, un tejedor de palabras desde la Morada del barranquero
Tal vez en la mente de millones de colombianos se desee que ambas instituciones funcionaran igual, es decir, que el presidente de Colombia fuera como el técnico y estuviera dedicado a trabajar calladamente para sacar lo mejor de cada uno de sus ministros, es decir, los jugadores, con un solo objetivo, el triunfo para este país.
En ese orden de ideas, el Congreso serían los directivos y su tarea sería facilitar todo para que le gobierno, o sea, la Selección, pudiera jugar tranquilo y obtener los mejores resultados.
En esta fantasía, léase bien, todos los hinchas, es decir, los ciudadanos seríamos los dueños del equipo y a cada persona, desde donde esté, le tocaría dar lo mejor de sí, para que al final todo y de manera articulada, nos llevará sin duda alguna al título, a ganar, a ser un país espléndido.
Y entonces empiezan las preguntas ¿El presidente y sus ministros, al menos saben para dónde van? ¿El presidente es consciente que representa la unidad nacional, le importa ese rol? ¿Qué clase de líder es el presidente? Y hasta allí llega la fantasía y caemos en la dura realidad.
Esa es la diferencia entre una y otra institución, en la Selección hay equipo, familia, unidad, trabajo serio, honesto, metas claras y consciencia de lo que representan para toda esta nación ¿Qué de lo anterior hay en el gobierno nacional?
Tal vez por eso la Selección Colombia de futbol nos haga sentir orgullo, es decir, por lo que nos ha dado, por lo que muestra en cada partido y que desearíamos que eso mismo ocurriera con el acontecer nacional.
Pero olvidamos que todos esos muchachos viven y juegan fuera de Colombia, la mayoría en Europa y tal vez por ese, entre otros detalles, están triunfando, tal vez su cultura, manera de pensar y actuar ha crecido exponencialmente lejos de esta tierra, donde el director técnico está jugando a perder.