Acabo de observar “La tinta de la vida”, documental sobre la vida y obra de Gustavo Álvarez Gardeazábal, es decir, acabo de ser testigo de la vida de un hombre que hizo de su existencia una obra inigualable.
Mis sentimientos son encontrados, de manera especial hay nostalgia porque el tono a despedida a lo largo del documental es inocultable, es como tener al ausente allí presente después de partir y retornando a darnos una última oportunidad para estar juntos.
Al empezar este tercer párrafo hay lágrimas en mis ojos, tal vez porque aunque él no lo sepa, fue determinante en un momento de mi vida, en ese año 1994 publiqué mi segundo libro “Alas” y en la feria del libro que en esa época hacíamos en el Coliseo del Pueblo, en Cali, lo abordé y le entregué mi libro, él me pidió una dirección para remitirme un comentario y desapareció en medio de la multitud.
A lo largo de mi actividad como escritor he entregado mis libros a muchos escritores consagrados, de cuyos nombres no quiero acordarme, y Gardeazábal fue el único que me tomó en serio y cumplió su promesa espontánea de escribirme algo a partir de la lectura de mi libro. Ese detalle nunca lo olvidaré porque en ese momento me llenó de mucha alegría y valor para continuar escribiendo y publicando mis libros.
Después nos cruzamos en la política, él como candidato a la Gobernación del Valle del Cauca y yo como candidato a la Asamblea, yo afortunadamente no gané y él sí fue electo y con ese triunfo escribió uno de los capítulos más complicados de su historia, porque sus resultados alertaron a los dueños del poder que hicieron todo lo necesario y lo pararon, afortunadamente no recurrieron a la forma más utilizada en nuestra amada Colombia para acabar con un oponente a cualquier nivel, o sea, mandarlo a matar.
En adelante seguimos en contacto de manera intermitente, yo le escribía barbaridades sobre sus columnas en ADN y sospecho que le divertían porque generalmente me contestaba. Cuando le envié la colección de mi cuentos Caminando con Alanna, también se manifestó por escrito. Nuestro encuentro más reciente fue en una feria del libro en Cali, en una carpa junto al Parque de los Poetas, cuando le hicieron un homenaje y entregaron la colección de sus obras completas.
Allí nos tomamos la foto más reciente, no sé si la última porque no somos dueños de nuestra existencia.
La sensación que me acompaña ahora es una mezcla de rabia, indignación… porque a él por ser diferente le tocó guerrear cada momento de su vida y tal vez algunos de esos momentos fueron desperdiciados, no para él, para los que truncaron sus posibilidades y tal vez las miles o millones de personas que también perdieron con el triunfo de la intolerancia que nos caracteriza como colombianos.
Su última morada en la tierra, será en un cementerio antioqueño junto a otros escritores y de manera especial, junto al autor de: María. Algo pasa en este Valle, pues mucha gente al final, prefiere convertirse en polvo lejos de aquí.
Yo te agradezco tu presencia en mi vida y nuestra amistad sutil, leve, casi imperceptible pero cierta, te mando un abrazo fuerte y fraterno, y un beso que puedes aceptar o rechazar. Gracias porque un cóndor magnífico como tú, no es amigo de uno todos los días.
Invito a ver “La tinta de la vida”, documental sobre un ser humano que hizo con su vida una obra espléndida y al final se convirtió en un personaje de sus novelas, con el poder de partir y regresar a dar una entrevista sobre su estancia en el más allá, espacio donde él ya habita.