Por Manuel Gómez Sabogal
Recordar momentos, creo que vale la pena. Y en este encierro, nada mejor que revivir algo interesante, sucedido en 1984 en la Universidad del Quindío
Siempre lo conocimos como Lalo. Fue el conductor de todos los rectores en la Universidad del Quindío, hasta cuando se jubiló hace unos pocos años.
En 1984, era el conductor de Luis Eduardo Gómez Gallego, rector en la época. Gómez Gallego se había posesionado en 1983. Yo era director del Programa de Lenguas Modernas desde el mes de junio de 1982 y el 16 de noviembre de 1983 me nombró como Director de Bienestar Universitario.
En 1984, la situación en la Universidad del Quindío se complicó. Profesores, empleados y estudiantes a la expectativa, pues el rector empezó a crear, cambiar, revolcar estatutos de la institución.
Ante lo que se presentaba, en marzo, algunos empleados deciden tomarse la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Como Director de Bienestar Universitario, acudí inmediatamente. La parroquia estaba acordonada y había policía por todas partes. Las puertas estaban cerradas. Me identifiqué y le pedí al superior que me dejara ingresar hasta una de las puertas para saber qué requerían quienes se hallaban adentro.
Les pedí tranquilidad y les dije que no tendrían problema alguno. Comida era lo que necesitaban.
Mientras tanto, las conversaciones continuaban y el señor rector se reunía constantemente con el gobernador. Se buscaban fórmulas para terminar con la toma de la parroquia, iniciada ese martes. A las 12 y 30 de la tarde de ese viernes, algunos directivos estaban en la gobernación del Quindío esperando el desenlace.
A la 1 de la tarde, salí apresuradamente con Lalo y tomamos el destartalado bus de la Universidad del Quindío. Conducía como llevado por el demonio e íbamos para una iglesia. Las vías iban quedando atrás y llegamos a la parroquia. Nos situamos junto a una de las puertas laterales. Lalo puso la puerta del bus contra una de las entradas laterales de la parroquia.
Puerta con puerta y tendiendo una manta para que no se descubriesen quienes habían permanecido desde el martes allí, iban subiendo uno a uno al bus. Casi completan el cupo del bus. Eran muchos y no me había dado cuenta.
Todos se agacharon y Lalo les pidió tranquilidad. Arrancó como si estuviese manejando un carro de Fórmula I. La diferencia era que el bus estaba un poco viejo. Puso su pericia a prueba.
Bajamos por la calle 19, volteó a la izquierda por la carrera 20 y dobló a la izquierda por la calle 16. Subió y volvió a bajar. Cruzó calles, carreras y avenidas. Era un avezado piloto de carreras en bus, tratando de eludir cualquier cerco policial o personal de inteligencia que estuviera siguiendo el recorrido del bus.
Por fin, llegamos a la Universidad del Quindío y la alegría de los empleados era indescriptible. Habían logrado que rector y gobernador firmaran las peticiones hechas desde el martes.
Hoy, Lalo es fotógrafo de universidades y grados, fiestas y reuniones. Cambió todo vehículo por una gran cámara y un cuarto oscuro…
Así como Batman y Robin, El llanero solitario y Toro, Lorenzo y Pepita, Linterna Verde y Flash, Lalo tuvo un gran amigo en la Universidad. Era Fabio, su compinche, como uña y mugre, aunque nunca supe cuál era cuál.