Por Manuel Gómez Sabogal
Cada día se conocen nuevas encuestas sobre la cantidad de lectores en Colombia. Hay asombro, porque siempre el resultado es negativo en cuanto a la cantidad de libros por colombiano.
Se ha dicho siempre que debemos leer más, se hacen más encuestas, pero se llega a lo mismo.
Muchos profesores en bachillerato continúan utilizando los mismos textos de lectura. No conocen nuevos autores, libros, elementos diferentes. Muchos profesores utilizan los mismos libros para que los jóvenes lean. No hay creatividad, pues se exige un resumen o el que se responda un cuestionario para evaluar el proceso de lectura. No enseñan a leer, sino que obligan a leer.
Para leer y escribir es necesario que haya tres aspectos importantes: creatividad, constancia y disciplina. Para enseñar a leer y escribir se deben dar las herramientas con mucho amor. Es muy fácil dictar clase, lo difícil es saber enseñar para educar bien.
Después de muchos años, en los cuales he tenido la oportunidad de conocer escritores y lograr que estos vengan a Armenia para que conversen con los estudiantes, profesores y gente de la región, nada mejor que buscar nuevos conceptos y sembrar nuevas inquietudes entre profesores y estudiantes deseosos de leer y escribir más de lo que hasta hoy han hecho.
Hace unos años, tuve una experiencia fantástica con mis alumnos en Comunicación Social. Quería que disfrutaran las sesiones, que sintieran un cambio en el esquema tradicional.
Las sesiones (no clases) estaban interesantes. Los alumnos y alumnas leían muy poco, pero el reto era que leyesen mucho más. No quise que hubiese exigencia, obligatoriedad. Por eso, lo primero que debía hacer, era buscar los libros adecuados para mentes difíciles. El primero de ellos, lo acababa de leer y me gustó demasiado. Ese podía empezar a cambiar a mis estudiantes. “Rosario Tijeras” tenía todos los ingredientes para los jóvenes. Podía alejarlos unos días del televisor o el celular. Hacer que leyeran y que cambiaran de opinión con respecto a la lectura. Les insinué que iniciaran la lectura de “Rosario Tijeras”. No podía ser tan malo. En quince días, les pediría información acerca del libro.
Mientras tanto, contacté al autor. Jorge Franco me contestó entusiasmado. Iniciamos una correspondencia en serie y logré que viniese a la Universidad. Septiembre de 2002. Confirmada la asistencia del escritor, logré que otros grupos iniciaran la lectura de la misma obra, sin insinuarles siquiera la visita de Jorge Franco.
Ocho días antes, lo supieron. Se dieron cuenta que iba a ser realidad la presencia de quien había escrito un libro que los cautivó, los encerró y les mostró que leer era divertido. Además, tres estudiantes habían preparado una corta dramatización de la obra para ser presentada en el auditorio, ante el escritor y el público.
Lleno total el día del conversatorio. Los estudiantes regresaron felices a sus distintas clases y cada uno se comprometió a leer mucho más.
Qué es leer para vivir…
1. El comienzo de una tarea de motivación a la lectura y la escritura.
2. La motivación a niños, jóvenes y adultos para que tomen lápiz o un libro entre sus manos y vibren con la magia de las palabras.
3. La convivencia con cuentos, historias, novelas, poesía, vida.
4. Un juego con letras, palabras, párrafos, textos, libros.
5. La pasión por cada letra, por cada palabra y el encuentro con los sentimientos hilvanados en frases, párrafos, textos y libros.
6. Motivar a leer y a escribir con base en la creatividad.
La letra con amor entra
En el libro “Escribir no muerde” del tallerista Miguel Fernando Caro Gamboa, se encuentra una de las mejores definiciones para leer y escribir con amor: “Se denomina animación de la lectura a las actividades que tienen como objetivo animar el texto, darle alma, es decir, dotar de vida a los libros, hacer que habiten en la imaginación de los lectores. Es una actividad que requiere de un intermediario, la cual se desarrolla con el propósito de crear una relación afectiva entre un libro y un lector o un grupo de lectores como punto de partida para establecer un vínculo más permanente y sólido con los demás libros” (Robledo, Beatriz Elena, Ideas para crear y recrear, taller de talleres, 1998).
Qué bueno sería que en los colegios, docentes y alumnos se divirtieran con la lectura. Que los libros fueran lo mejor que los estudiantes pudieran ver siempre. No como una obligación sino como algo diferente. No como una clase de español siglo XX o peor, XIX.
Una sesión siglo XXI. Tengo un ejemplo maravilloso. Me refiero a Katty León Zuluaga en la IE Ciudadela del Sur. Ella, quien es comunicadora social, escritora, se inclinó por la docencia y está logrando lo que muchos docentes no han podido en años de enseñanza.
Katty ha logrado que sus alumnos entiendan qué es leer para vivir. Y ya tienen un libro “Catarsis”. Los cuentos de los estudiantes están ahí. Y sigue buscando más y más para lograr lo mejor de sus muchachos.
Honestamente, no sé de otro docente u otra institución donde se logre amar la lectura como lo hacen en la IE Ciudadela del Sur.
Cómo quisiera yo que se replicara esa clase de procesos en la educación, en las clases de español. Que la invitaran a charlas en colegios de Armenia y el Quindío.
Sería interesante que las Secretarías de Educación tanto de Armenia como del Quindío vieran lo que hace Katty León Zuluaga. Igual debe suceder con la Universidad del Quindío de donde es egresada.
Me encanta el título completo que ideé para una conferencia: “Leer para vivir, vivir para soñar y soñar para escribir”, charla que llevé a varias instituciones. Logré que los muchachos leyeran más y abandonaran un poco el celular. Aunque los guié para que también utilizaran el celular con audio libros.
“Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”.
Amos Bronson Alcott