Y César Gómez, mi amigo, está hospitalizado
En estos días, he querido escribir sobre hechos agradables, buenos, que llenen el alma y den vida. Sin embargo, son más los momentos en los cuales escucho, leo, veo sobre violencia intra familiar, violencia contra los niños, asesinatos, una niña mutilada hasta el alma, suicidios que, honestamente, me dan vueltas en la cabeza y no sé que decir o qué escribir, ni cómo explicar tanto silencio de los medios y de la gente. Nadie se inmuta.
Todos los diarios, noticieros, informativos se han limitado a dar la noticia. A exponer, pero nadie dice, escribe, protesta, responde, porque la costumbre es la de aceptar lo que está ocurriendo a diario. Es normal, no hay problema, sucede todos los días, a toda hora y mientras no tenga qué ver con nosotros, para qué complicarnos la vida. Imagino que muchos se abrigan en lo más profundo de su alma y prefieren callar, guardar silencio, quedarse impasibles.
Nos olvidamos de los abrazos, las llamadas, los momentos con las otras personas, con nuestra familia, nuestros amigos, los que nos rodean. Seguimos apegados a “cosas”, no a detalles pequeños, pero grandes, sencillos, pero inmensos que nos llenan más y nos dan vida, sonrisas, alegría.
Hace unos días, como muchas veces, me encontré con mi amigo César Gómez, persona que siempre ha mostrado extraordinaria alegría, dinamismo, sencillez y gran sentido del humor. Hablamos de todos los hechos y acontecimientos del Quindío, porque él siempre está al día en las informaciones. Siempre encuentra una nota alegre, comentarios interesantes. Además, su charla es agradable y llena de datos e informes recolectados en muchas partes. Investiga y no traga entero
La semana anterior, me llamó. No fue raro, ni extraño, pues casi todos los días conversamos de cualquier cosa, pero hablamos o nos escribimos, así sea para saludarnos. En esta ocasión, me quería informar que iba a una cita a exámenes normales a la clínica.
Ya lleva recluido una semana en ese centro de salud. Lo iban a operar el martes, pero el médico decidió que fuese el jueves. Estaba contento, tranquilo y listo a la operación, pues se sentía preparado para la misma.
Hoy, sé que sigue allá. Cuando ni quería demorarse dos días.
Para mi amigo Cesar Gómez y su familia, un abrazo grande, gigante. Saben que los acompaño siempre y que jamás pensé que ese amigo alegre, que reparte sonrisas, alegría, sincera amistad estuviera ya una semana hospitalizado. Solamente Dios sabe cuándo lo volveremos a ver caminando por distintos lugares, llamando, escribiendo o conversando al calor de un café
Hoy, quiero escribir simplemente para insistir en que la amistad va más allá de un saludo cada que nos acordamos de alguien; un abrazo cada que, de pronto, lo decidimos; un beso cuando se nos viene en gana; una llamada cuando tenemos tiempo; un café cuando podemos.
La amistad es hacer que, quienes pasan tanto tiempo a nuestro lado caminado, tomando café, se sientan bien. Que esas personas sean no solamente nuestras compañeras, sino nuestras amigas. Ellas merecen nuestro respeto y las debemos valorar.
La amistad no depende de un mes o un día, ni de un juego de “amigo secreto”. La amistad no es para amigos secretos. Debe ir mucho más allá. La amistad valora a los demás. La amistad respeta a los otros.
La amistad, en momentos difíciles, está ahí. Por eso, este escrito me sale del alma y para quienes lo lean, simplemente les pido que cuiden a quienes tienen cerca, a su lado, a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo. Valórenlos y respétenlos, porque sé que vale la pena. Aprovechemos cada momento, porque la vida es bella y los amigos, eternos
Manuel Gómez Sabogal