En días pasados hablaba de mis vivencias y de mi experiencia con el racismo. Pues creo que algo parecido puedo decir del homosexualismo. Creo que crecí con la idea que ser homosexual no era lo normal. Así como no había racismo en mi mundo, tampoco había homosexualismo.
Me recuerdo que en el colegio, tanto en primaria, como en bachillerato, el muchacho que fuera un poquito afeminado, ya todo el mundo le caía encima y lo llamaban «maricón», «mariposón», «pato», «parchita», o algunas otras palabras por el estilo. Y a las muchachas que se vestían de manera masculina les decían «machorra», «cachapera», «marimacha».
Entonces, al que se le ocurriera ser o decir que era homosexual, seguro que no la iba a pasar muy bien con el «chalequeo» (bullying) que le caía encima.
Hasta ese momento, y hasta donde se, no conocía a personas homosexuales. Sólo los personajes de las novelas de la literatura, del cine o televisión que se presentaban, por cierto de manera un tanto burlona o grotesca.
Al entrar en la Academia Militar, la cosa cambió. Ya empiezo a escuchar rumores de cadetes (masculinos todos, ya que aún era sólo para «hombres»), que se enamoraban de otros cadetes. Y se escuchaban los rumores de los cadetes homosexuales que eran descubiertos y eran expulsados, en ceremonia de «media vuelta», vestidos de rosado y por la puerta de atrás.
La ceremonia de «media vuelta» consistía en parar al frente del Cuerpo de Cadetes al expulsado, y se ordena al personal dar la «media vuelta», para darle la espalda al infractor, mientras es escoltado hacia afuera por la puerta de la cocina o servicio. Cuando había degradación en la ceremonia, normalmente se escogía al cadete más mala conducta para quitarle los distintivos al infractor antes de sacarlo de la Academia.
Tuve oportunidad de ver unas cuantas ceremonias de esas en mi vida de cadete. De hecho, varias veces fui llamado a integrar un «Consejo de Honor» que se formaba para «juzgar» a los cadetes que habían transgredido el «Código de Honor» del cadete militar. Y de una manera u otra, se lograba catalogar como una transgresión al Código, ser homosexual. Se veía como una falta a la moral, en contra del artículo 5.
5. Proclamo que es la moral mi principal virtud, ella es mi mejor herramienta de trabajo.
Al graduarme, me recuerdo que estaba uniformado de Verde Oliva, ya que asistí a una comisión en la ciudad de San Cristóbal, en la presentación de un grupo de danzas folclórica, y un tipo se me acercó y me dijo que como era invitado especial, los podía acompañar a una celebración privada luego del acto. Le respondí que no iba a ir solo, sin pareja, y ni corto ni perezoso se ofreció a ser «mi pareja». Cortésmente busqué una excusa para no aceptar la invitación.
Y a lo largo de la carrera tuve oportunidad de ver como a quienes «descubrían» que eran homosexuales, los «separaban» del Ejército.
«No puede ser militar el cobarde, el que carezca de dignidad, pundonor, ni el de relajada conducta, pues mal puede ser guardián de la libertad, honra e independencia de su Patria, quien tenga miedo al sacrificio y ultraje sus armas con infames vicios”.
Y eso estaba escrito en varios de los reglamentos militares, y ratificado luego en la Ley de Carrera Militar, haciendo énfasis en la «relajada conducta». A veces, se hablaba con el psicólogo militar de la División, y se daban de baja por «trastorno psicológico».
Con el pasar de los años, luego empecé a ver como compañeros de bachillerato, de la Academia y de la Universidad, así como amigos, conocidos y exalumnos empezaban a «salir del clóset». Poco a poco, sin pena ni vergüenza, empezaron a mostrarse como ellos mismos y mostrando a todos sus sentimientos.
Siendo Gerente de Sistemas, tuve la oportunidad de tener en mi equipo un trabajador muy responsable, conocedor de su trabajo, identificado con la empresa, y una persona en quien se podía confiar. En un fin de año ofreció su casa para reunirnos y pude darme cuenta que vivía con su «primo», en un apartamento de dos habitaciones. La habitación principal estaba cerrada con llave, y en la otra habitación tenían montada una mesa de planchar y depósito. Lamentablemente falleció a los años, víctima de una enfermedad que le atacó el sistema inmunológico.
Hoy en día, tengo algunos amigos que pertenecen a la comunidad LBGTQ+. Personas muy valiosas y queridas que se han logrado, a pulso, el respeto de sus amigos, familias y compañeros de trabajo. Personas que no quieren vivir escondidos ni ocultando lo que realmente sienten. Eso los hace valientes y osados.
Para todos ellos mis más sinceras palabras de solidaridad y cariño, en este mes del Orgullo.
Luis R Castellanos