Por Manuel Gómez Sabogal
A Armenia la conozco desde pequeño. No había tanto carro ni el exagerado número de motos que hoy existe. Cerca de mi casa, los taxis se cuadraban para las diferentes carreras. La iglesia del Sagrado Corazón de Jesús quedaba atrás.
Mis vecinos eran todos los de al lado izquierdo, al derecho, los de las diferentes cuadras alrededor de la casa. Nos conocíamos, sabíamos los nombres, conocíamos las familias. Las casas permanecían con las puertas abiertas.
Hoy, es totalmente distinto. Hay vecinos, pero no sabemos quiénes son. Salen, llegan, pero no los conocemos. Hay rejas en casi todas las casas o swinglia que separa los límites. Son tan altos que nadie ve al otro lado.
Pero me quiero referir a otros aspectos. Comparo Armenia con Pereira, nuestra vecina que está a 30 km de distancia. El progreso que muestra es constante y a diario, se notan los cambios. Y hasta la llaman “Capital del eje”. Eso me duele.
Armenia está atrasada. Rezagada. Como dice la canción, mi pueblo ya no es mi pueblo. Cómo me encantaría ver que mi pueblo se vuelva ciudad del siglo XXI, pero seguimos estancados en el XIX.
No sé por qué el civismo parece que se acabó. Como si no importara el futuro de Armenia. Aquí se habla de turismo regional, paisaje cultural cafetero, pero eso no parece que no convenciera a dirigentes, políticos y comunidad.
Armenia se llenó de indigentes, los parques están abandonados, el centro es un peligro constante. Hay muchas motos. No hay suficientes vías. La ciudad bonita solo existe en la mente de algunos visitantes. Porque no van al centro o al sur.
Creo en el señor alcalde. Espero que piense en Armenia siglo XXI y que logre realizar cambios efectivos en el pueblo. Armenia debe ser una ciudad respetable y respetada.
Queremos ver una ciudad diferente. Ya que no se pudo con todas las ayudas económicas que llegaron de muchos países después del terremoto, ojalá que haya nuevos dirigentes que piensen con civismo y en el futuro del pueblito.
No es fácil salir y ver lo que se muestra en todas partes. Desaseo, tristeza, desgreño. No es fácil entender que algo no está bien en un pueblo como Armenia.
Cambios, muchos cambios se requieren. Que la plaza de toros se convierta en un gran centro cultural, que el centro comercial de cielos abiertos sea una calle que propios y extraños veamos como algo maravilloso y representativo.
Que se piense en futuro. Que se planee para que este pueblo sea ejemplo de progreso, dinamismo y civismo. Y que nos sintamos orgullosos de una ciudad del siglo XXI.
Que Armenia sea la verdadera ciudad milagro. Armenia, una ciudad en el siglo XXI.