Las palabras hacen mucho daño si no se hilan bien. Hay frases que matan, porque llevan mucho veneno y van impregnadas como se hacía con las flechas años atrás o como las ponzoñas de los alacranes.
Hay frases que se escriben o se dicen y quienes lo hacen, creen que no hacen daño. Creen que la otra persona o los demás, las van a “entender” como quieren dar a comprender y no como los lectores u oyentes creen.
“Verba volant, scripta manent”. Es una frase precisa. Las palabras vuelas, pero los escritos permanecen, me enseñaron años ha. Hoy se ha vuelto rutinario encontrarse con frases demoledoras por todas partes. Hay quienes pregonan la paz y el twitter lleva veneno ponzoñoso. Hay quienes escriben textos en periódicos y no teniendo pruebas, arremeten contra las personas, sin importar si lo que dicen tiene pruebas, siquiera suficientes para lanzar esos dardos.
Hay quienes escriben con violencia, envidia, odio, rencor en las redes sociales, sin importar a quién o a quiénes toquen sus frases o párrafos.
En un momento como este, en el cual se buscan cambios, paz, muchos escriben, en algunos casos, por escribir sandeces sin razones.
La envidia es mala consejera por todo lo que conlleva. Los envidiosos jamás muestran frutos, porque nunca siembran bondad. Sólo siembran cizaña. Esos ríen y se sienten felices viendo cómo cae el enemigo. Sienten que su obra es plena cuando prensa, radio y televisión muestran la implacable persecución o cacería. Son felices cuando mañana, tarde y noche, su presa está por caer en la trampa tendida. Son como hienas.
El odio se vuelve implacable cuando quien escribe parece que vomitara fuego con cada movimiento de las teclas. El odio interior de muchos por situaciones anteriores o ajenas es plasmado con fuerza hiriente en cada párrafo de sus textos.
El rencor, aquello que muchos tienen dentro de sus vidas, se muestra en cada frase, en cada escrito. No se fija en detalles, ni se escatima esfuerzo alguno para tapar un poco ese rencor que se vive. Simplemente se muestra y se saca a relucir.
Cómo quisiera que cesaran los ataques y que se dialogara, pero eso es un imposible mayor. Hablar de paz y golpear al mismo tiempo es lo más exquisito de muchos, de quienes hablan o escriben y gritan o golpean para que se sienta el miedo que producen sus palabras.
Qué nos ganamos con estudiar, prepararnos para un futuro, si algo tan importante como el respeto se ha perdido, porque el interés ególatra es lo que predomina.
No es fácil reprimir violencia, envidia, odio, rencor, inherentes a todo ser humano, pero al menos, se puede intentar ser más persona, más gente para que haya mejores enseñanzas a nuestros niños y jóvenes.
No matemos con la lengua y los escritos…
Manuel Gómez Sabogal