Desde el séptimo piso, por Faber Bedoya C
Hasta el día de hoy hemos practicado la filosofía del SI. Es un santo y seña, una contraseña, un estigma, un dharma. Nosotros los adultos mayores del séptimo piso y en los albores del octavo, somos fáciles, descomplicados, de puertas abiertas, firmes, leales, sinceros. Amigables, serviciales, dispuestos, sobre todo para dar direcciones, ya con carreras y calles, no como antes, de la plaza de Bolívar dos cuadras abajo, o al frente de la panadería “Delicias del pan”, queda el Ley.
Informales, activos, caminantes, risueños, compañeros, imparciales, cumplidores, colaboradores, buenos para conversar, mejores para escuchar. Lectores del periódico, de libros, o haciendo crucigramas. Escuchamos radio, vemos televisión, programas culturales, ahora podcasts. Muchos ingresamos a la legión de cero noticias, solo internacionales o deportes. Hemos declinado ante temas, porque desconocemos su origen, desarrollo y menos sabemos cómo terminaron, si se resolvieron o todo se redujo a “vencimiento de términos”. Es que hay una nueva terminología para todo, que amerita un glosario especial para poder hablar con ciertas personas. En especial con los jóvenes.
Algunos se han contagiado de la prisa que nos agobia, otros permanecen tranquilos como lo fueron siempre. Pero seguimos siendo militantes de la primera línea de la existencia. Conscientes de nuestra salud, sabedores de nuestras limitaciones, hasta dónde podemos llegar, dijimos adiós, hace rato, a los excesos en todos los órdenes. Las veleidades de este mundo traidor, ya no nos atraen. Porque, “Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar… Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en Abril el campo, que tiembla de pasión; Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de obscuro pedernal; Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos… -¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir! – que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, ¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír… Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer; tras de ceñir un talle y acariciar un seno, Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar: el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar. Muchas gracias Porfirio Barba Jacob, o mejor don Miguel Ángel Osorio, por su canción de la Vida Profunda.
Conservamos muchos hábitos y rutinas traídas desde antaño. Hay veces que hablamos que ya lo hicimos todo y que es poco lo que añoramos realizar, o que siempre se quiso hacer y no se pudo. Como a una señora vecina, de ochenta años, le dio porque quería volar en parapente como la “última cosa que haría en la vida”, pero hubo un grave accidente esta semana, con muerta a bordo y desistió, para tranquilidad de sus familiares. Porque “si pudiera vivir nuevamente mi vida trataría de cometer más errores, sería menos higiénico, correría más riesgos, haría más viajes, iría a lugares donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios, pero si pudiera volver atrás, trataría de tener solamente buenos momentos. Pero si no lo sabes, de eso está hecha la vida, solo de momentos, no te pierdas el ahora”. Muchas gracias Jorge Luis Borges, por su poema “Instantes”.
Vivimos el momento de la interconexión inmediata, estamos a un clic de tener la información requerida. Sabemos lo que queremos saber y tenemos la absoluta libertad para darnos el lujo, de desconocer el resto. Lo que más nos gusta de estos días, es el sagrado respeto por el silencio. Es legal permanecer sin modular palabra. Lo hemos visto con delincuentes confesos, que se acogen a este derecho constitucional. Realmente hay muchas cosas buenas, es que los viejos somos nosotros, los cerrados, trancados y botaron la llave, son algunos que quieren seguir en las mismas y hasta se dan el lujo de decir “no cambio, no modifico mis hábitos y qué, con esto no perjudico a nadie”. Y seguirán así, pero pegados del celular y del radio. Como no ha pasado nada. O sea, sólo hasta que pase algo grave se dan cuenta, de que tenemos que adaptarnos a los tremendos cambios que están sucediendo a la vuelta de la esquina, de su amado Coinca.
Algo que nos ha favorecido mucho a los caminantes, es poder vestir tenis con pantalón y camisa elegantes. Cachacos y de tenis, no se lo imaginaba nunca mi madre, menos mi padre, que siempre estuvo de corbata. Realmente hoy todo es muy fácil. Y en otros países cada vez las cosas se aligeran, los procedimientos son expeditos, hace rato se acabaron las colas, son definitivos los sistemas, antes que las metas. Hay una convivencia sana, productiva, amable, menos agresividad y más propuestas de cambio. Los resentimientos y sentimientos de venganza, se convirtieron en productos de exportación en muchos países. Debe de ser muy horrible la vida en esas regiones sumidos en guerras fratricidas permanentes, odios heredados por raza, religión, territorio, historia, política.
No creemos, desde el séptimo piso y repito con orgullo, en los albores del octavo, que haya ciudadano colombiano que desee un conflicto civil, u otro estallido social como el que hubo no hace mucho. Tenemos la ventaja de creer en nuestro Dios de ayer hoy y siempre y en su palabra.