Cuando Robin Norwood se dio cuenta de que era una adicta a las relaciones, estaba felizmente casada y en la cima de su carrera como terapeuta, con más de 15 años de trayectoria.
Aunque su esposo no era un hombre problemático o adicto –como los que acompañaban a las mujeres que atendía–, estaba unida a alguien que era inaccesible emocionalmente e, igual que sus pacientes, sufría por la forma como se relacionaba con su pareja.
En 1984, basada en su propia experiencia y en las historias de otras mujeres, escribió Las mujeres que aman demasiado, un libro que definía la adicción a las relaciones destructivas (“amar demasiado”). El título se convirtió en best seller, fue traducido a más de 30 idiomas y aún hoy, 34 años después, continúa siendo un referente. A tal punto de que este año, la editorial Vergara, del grupo Penguin Random House, decidió reeditarlo en Colombia.
Reseña «Mujeres que aman demasiado»
Ahora, a los 73 años, luego de vivir su propio proceso para dejar de ser adicta –que dejó registrado en otro libro también reeditado este año: ¿Por qué a mí?–, Norwood explica por qué, aun con la liberación femenina, siguen existiendo mujeres que sufren por la forma en la que aman. La estadounidense dice que el secreto para superar esta condición está en creer en una fuerza superior, apegarse a procesos de 12 pasos, como los de Alcohólicos Anónimos, y alejarse de la fuente de su sufrimiento.
Desde su residencia en California, Estados Unidos, habló con El Tiempo usando el teléfono fijo de su casa, ya que no obstante su fama, decidió mantenerse al margen de las redes sociales, sin correo electrónico, celular, ni página web. A cambio, al menos dos veces a la semana asiste a reuniones de adictos para contemplar lo que llama “el milagro de la sanación”.
—¿Cómo es una mujer que ama demasiado?
—Es alguien que tiende a exagerar las características naturales que tenemos por ser mujeres, como el querer cuidar o controlar todo. A esto se suma que se relaciona siempre con el mismo tipo de hombres: los adictos a algo. Al sexo, al alcohol, a las drogas, a la fiesta, etc. Como exageran esas conductas femeninas, están convencidas de que pueden «arreglar» a su pareja o hacer que cambie gracias a ella. Tienden a hacer cosas por otros y para otros, pero no por ellas; quieren tomar responsabilidades que no les corresponden sobre la vida de su pareja y hacerla «más fácil», porque eso las hace sentir seguras.
—¿Le facilitan la vida al otro aunque la suya se haga más difícil?
—Sí. Cuando hablaba con mis pacientes les hacía una pregunta: ¿cuánta energía gastan en la otra persona? Y, la mayoría de las veces, la respuesta era: 90%. Es decir, 90% de su tiempo y su atención destinados a una persona sobre cuyos actos no tienen control. Las mujeres que aman demasiado son así, dejan el 10% restante para su carrera, sus hijos o cualquier cosa que disfruten hacer fuera de su pareja, pero la mayoría de sus pensamientos están relacionados con el hombre que aman. Es común que se digan a sí mismas: «No soy lo suficientemente dulce, atenta o valiosa» como para poder arreglar el problema que él tiene.
—¿Físicamente se ven de una forma en particular?
—No. Pueden ser aliñadas o desordenadas. Lo que pasa con ellas es que, como todo lo hacen por o para la otra persona, si eligen vestirse bien, generalmente lo hacen para que la otra persona lo note y no porque les guste verse así.
—¿Por qué define a esas mujeres como adictas a las relaciones?
—Porque son personas que, sin saberlo, utilizan la necesidad de mejora que tiene el otro para ponerse como su droga, como su «cura». Es decir, se sienten bien si creen que su pareja está bien gracias a ellas, o cuando obtienen palabras como «tú me estás cambiando», «soy mejor gracias a ti». En mi opinión, se convierten en adictas al drama, a sentir que están sacrificando todo por sacar al otro de su problema. Lo ideal es que seamos conscientes de que nuestra obligación es cuidar de nosotras mismas. No podemos vivir en función de hacer feliz a alguien para sentirnos felices.
—¿Cómo pasó de ser terapeuta de alcohólicos y drogadictos a trabajar con mujeres que aman demasiado?
—Mi carrera empezó en el campo de la adicción porque me ofrecieron trabajo y decidí tomarlo. Pero no era feliz con lo que hacía porque sentía que la terapia no hacía que las personas avanzaran en la superación de sus adicciones. Hablar de los problemas no hace que una persona sea sobria. Pero haciendo eso me di cuenta de que las parejas de los adictos también tenían problemas porque elegían permanecer con alguien problemático. Me sentí muy afectada porque entendí que yo era una de ellas. Solo años después supe que mi condición era la misma.
—Si el perfil de la «adicta a las relaciones» es el de alguien que siente que lo da todo por amor, ¿cómo identificar que se trata de una adicción y no de un tipo de amor que están acostumbradas a dar?
—Es difícil, siempre son mujeres que dicen: «Es que te amo tanto», «es que estoy haciendo tanto por ti» «es que no me estás valorando». Nunca se dan cuenta de que en realidad ese es el «acuerdo» que tienen con su pareja: él tiene problemas, y ella trata de salvarlo. Ella siente placer por ser la «droga» que lo «sana», mientras esos esfuerzos se convierten en la «droga» que ella necesita para ser feliz. Creo que hablar del tema con familiares y amigos e ir a terapia es lo que permite reconocer el problema. Solo oír el título Las mujeres que aman demasiado hace que quienes son ese tipo de personas se identifiquen de inmediato. Por eso, el libro fue un best seller; muchos lo compraron para dárselo a sus hermanas, madres, amigas, porque quienes rodean a las mujeres que aman demasiado también las reconocen.
—¿La adicción a las relaciones tiene cura?
—Sí, pero creo que es algo a lo que se llega cuando se ha tocado fondo. Muy pocas personas logran dejar una adicción, sea cual sea, por voluntad propia. Los adictos al alcohol, por ejemplo, suelen llegar al punto de querer rehabilitarse solo cuando han pasado por muchos momentos de sufrimiento y de perder el control. Casi nunca pasa por acción de sus familiares, que constantemente les están pidiendo que abandonen el licor. Con las mujeres que aman demasiado es lo mismo. Muchos subestiman lo grave que puede llegar a ser la adicción a las relaciones. Yo pasé casi diez años en esa condición y durante ese tiempo mi pensamiento más recurrente era que quería suicidarme. Pero ahora puedo decir con certeza que quienes logran superar una adicción pueden llegar a vivir incluso mejor que quienes nunca la han tenido, porque tienen un nivel distinto de conciencia. En mi opinión, lo más efectivo para superar las adicciones son las guías de 12 pasos, como la que usa Alcohólicos Anónimos, en la cual lo más importante es la presencia de una fuerza superior en el proceso. Confiar en nuestra propia voluntad es sobreestimarnos.
—¿Por qué es importante creer en una fuerza superior para superarlo?
—Porque no podemos confiar en nuestra propia voluntad. No importa si es Dios, el universo, la energía. Creer en algo superior hace que no llevemos toda la carga del proceso y podamos identificar cuál es la fuente de nuestra felicidad y la de nuestro sufrimiento. Así es como sabemos acerca de dónde queremos y debemos estar.
—¿La pareja de una adicta a la relación puede llegar a sentirse cómoda siendo «el malo» o «la víctima»?
—Quienes están inmersos en este tipo de relaciones tienen una dosis de drama muy alta en su día a día; puede tratarse de una novela terrible, pero para ellos es algo impresionante que les genera adrenalina, que vale la pena, que «si cuesta tanto es porque es muy bueno». Por eso creo que sí puede llegar a generar una dependencia en la otra persona. Ambos entran en un entorno de drama, sufrimiento y lucha que justifican porque creen que «así es como se ganan las cosas que de verdad son valiosas». Pero no, están equivocados.
—¿Una relación de adicción puede llegar a ser una relación violenta?
—Algunas veces. Las personas que están en una relación adictiva tienden a sentir más frustración que enojo, porque viven en un círculo vicioso. Su constante es: «Mi pareja no me ve, no me valora, no se da cuenta de lo que hago por él». Se frustran porque no logran cambiarlo; luego lo intentan con más fuerza y se vuelven a frustrar. Entonces es más común verlas quejarse de la situación que estallar. Pero como una relación de esas puede durar desde un mes hasta años, en algunos casos, la frustración puede terminar en episodios de insultos u objetos que se lanzan de un lado al otro. Desde mi experiencia, sin que esto se preste para malentendidos, en esos casos la mayoría de los episodios empiezan por acción de la mujer.
—¿También existen hombres que «aman demasiado»?
—Claro que sí. Comúnmente, los hombres que desarrollan ese comportamiento son hijos de madres alcohólicas o madres con problemas. Suelen enamorarse de mujeres con las que saben que todo va a salir mal: desleales, alcohólicas, problemáticas, entre otras, y siempre se unen a ellas intentando arreglarlas y tener una buena relación. No creo que haya la misma cantidad de hombres adictos a las relaciones respecto a la de mujeres, porque creo que, como lo había mencionado, estamos genéticamente preparadas a querer arreglar todo y cuidar a los demás.
—¿Cómo saber que ya no se es más ese tipo de mujer?
—Cuando se dan cuenta de que ya no se consumen con la relación ni con la otra persona, cuando se ven actuando en pro de sus propios objetivos sin que su relación sea lo que acapare su esfuerzo mental. Cuando entienden que su misión es ser felices, crecer y que su relación es un complemento de eso, pero no el objetivo principal de su vida. O, a veces, simplemente cuando ya no tienen que preguntarse a sí mismas «¿será que soy una mujer que ama demasiado?», esa es una buena señal de que lo han superado.
Vía El Nacional