Por Manuel Gómez Sabogal
Hoy, quise recordar a algunos de los empleados de la Universidad del Quindío. A todos los que pasaron durante mi permanencia en la Universidad. Algunos ya se jubilaron, otros, se pensionaron, se fueron antes de tiempo y unos pocos, ya nos dejaron. Se fueron para siempre. Pero ellos, estarán en esa placa invisible de la Universidad del Quindío colocada en homenaje a quienes han ayudado a construir una universidad plena de desafíos, sueños y compromisos con la sociedad.
Hoy, recuerdo a algunos de los empleados que fueron “estrellas” en su labor, en su cargo, en su puesto. Lisímaco, Beatríz, José, Guillermo, Soraya, Jaime, Darío, Adiela, Elvia, “Lalo”, Fabio (Tatoo), Elvirita, Odilio, Abdul, Jesús, Alberto, Álvaro, Rubiela, Gloria y muchos más. A quienes saludamos siempre con un buenos días o buenas tardes, pero que se encontraban ahí para laborar por una universidad a la que querían con todo el cariño que les daba la vida. Sé que se me escapan muchos nombres, pero los recuerdos surgen para hacerse inolvidables.
Imposible olvidar a Carlitos Jaramillo, personaje que endosó el Seminario a la Universidad. Carlitos fue ese vigilante que quedó en el inventario del Seminario Menor San Pío X y que, cuando pasó a la Universidad siguió con su labor. Hasta cuando quiso dedicarse a su pequeña dulcería allá en el Bloque antiguo, edificio que fue demolido para dar paso al “Bloque Inteligente”, construido años después del terremoto. Carlitos murió en Montenegro.
Javier Zuluaga trabajó en el Área de Publicaciones. Salió feliz a disfrutar su jubilación. Pocos meses después, nos dejó para siempre.
Darío, quien hacía de todo, después de jubilarse, se dedicó a la buena vida.
“Lalo” y Fabio eran llavecitas, amigos, compañeros, contertulios. “Lalo”, el conductor de los rectores. Fabio, el de los vicerrectores. Eran amigos hasta para pelear. Si les tocaba trasnochar, lo hacían con gusto, con agrado. Eran de confianza. Los rectores y vicerrectores los querían. Y nosotros, también. Fabio se fue sin despedirse, un día que nadie lo volvió a ver, pero todos lo extrañamos. “Lalo”, se dedicó a la fotografía. Y no se pierde grado en las universidades.
Álvaro trabajaba y, además, cantaba. Y lo hacía muy bien. En 1985 debutó como artista, siendo invitado especial en un Festival de solistas.
Rubiela García fue secretaria en Bienestar. Era excelente. Decidió irse para otro país a buscar nuevos horizontes. Lo logró y actualmente reside en Estados Unidos.
Carlos Julio Puerta, un muchacho que laboraba en la piscina, la cuidaba, limpiaba revisaba la entrada de personas a la piscina. Se jubiló y vive descansando y soñando. No hace más ná.
Dignora, cómo olvidar a quien mimaba a todos en enfermería. Ella y Martha eran la entrada a los consultorios. Pero Dignora era muy especial y la querían demasiado…Jubilada y feliz.
Gloria, mi glo glo, también viajó. Gloria se casó con un novio de toda su vida. Vivió muchos años en Estados Unidos. Ahora, se halla en Armenia, disfruta en su chalet.
Beatríz fue una gran secretaria. Dinámica, agradable, alegre. Tichi, siempre lista para todo trabajo y buena conversadora…
Elvirita y sus tintos. Los tintos de Elvirita, allá en el bloque antiguo eran los más pedidos. Hacía su recorrido por todas las dependencias saludando y conversando con todos.
Jaime González fue el Coordinador de Deportes en Bienestar. Trabajador incansable y dueño de su territorio. Tenía a su cargo los monitores y entrenadores. Muy agradable, aunque “cascarrabias”.
Sé que me faltan muchos más, pero no los olvido. Vigilantes, señoras de servicios generales, especialmente. Esas personitas maravillosas a las cuales siempre les estaré agradecido, por ser quienes fueron