Por Andrés Macías Samboni
Buscando entre mis archivos del e-mail, me encontré con un ensayo que debía escribir como producto de la práctica profesional que estaba cursando en décimo semestre de la Licenciatura en Español y Literatura en la Universidad del Cauca. El propósito de dicho texto consistía en escribir la experiencia vivida durante el periodo ejercido y, al mismo tiempo, proponer nuevas alternativas a la educación tradicional, desde el área que me competía enseñar a futuro. En estos renglones haré un esbozo comparativo sobre lo que pensaba en esa época y lo que he tenido que enfrentar en el ejercicio de mi profesión docente, con el objeto de reflexionar y sensibilizar sobre la Educación.
La introducción de mi trabajo escrito tenía como apertura una premisa personal: abrir las puertas de un salón de clases es como abrir las puertas de una mente ávida de conocimiento y de un espíritu sensible. Esta analogía cobraba un significado muy especial porque, entre otras cosas, por primera vez me enfrentaría a un grupo de estudiantes, además con características particulares porque eran adultos como yo y quizás con más edad. Atender a este tipo de población me condujo a mi primera revolución profesional porque tenía dos caminos: aplicar el plan de estudios de la Institución Educativa o modificarlo con una propuesta más práctica. Adivinar con cual me quedé no les resultará difícil porque obvio, si de alternativas se trataba, era mi deber ponerlas en juego.
En la actualidad la situación no ha cambiado mucho, aunque quiero volver a soñar y ser optimista con la Educación porque, si bien es cierto que, por un lado, los Lineamientos curriculares y los Estándares de Competencias, al igual que los Derechos Básicos de Aprendizaje son generales, planteados desde el Ministerio de Educación de nuestra querida Colombia, también es cierto que, por otro lado, los mismos planteamientos (de los que no tenía idea en la Universidad) resultan descontextualizados para una planta estudiantil inmersa en un país multicultural, con diversos entornos familiares, sociales, económicos y escolares. Sin embargo, cada Institución Educativa, en su Proyecto Educativo Institucional ajusta los tópicos y las metodologías con las cuales se enseñará los mismos. Pero entonces, ¿qué está pasando con la educación en la actualidad, hacia qué rumbos queremos llegar?
Pensar la Educación desde un proyecto macro estatal es complejo porque aún estamos huérfanos. Por tanto, da igual retroceder en el tiempo, en el que pensaba y escribía sobre utopías en este sentido, queriendo cambiar el mundo sin conocer a plenitud sobre los cimientos educativos. Aunque hay un camino que nos puede salvar para volver a soñar: la didáctica, sobre la cual escribí como tercera alternativa en mi ensayo de practicante y hoy la retomo con mejores transformaciones desde un recorrido académico y pragmático. Me refiero, entonces a la forma, al método de enseñar, lo cual se crea en el campo de acción desde la metacognición, esto es, el cómo y el para qué de los procesos de aprendizaje.
Nuestra labor es difícil porque con cada época nacen generaciones que caminan al ritmo que gira el universo y a muchas de éstas les cuesta soñar. En consecuencia, hoy en día el mundo muestra muchas posibilidades a las que una persona puede dedicarse y los educadores estamos llamados a encaminarlos desde la poesía, la música, el arte, las matemáticas, las ciencias naturales, sociales y, desde luego, comunicacionales. Estas últimas sí que llaman la atención en esta era digital y de la inmediatez comunicativa. Lo importante aquí, independiente de los sueños de cada estudiante es que se conecten consigo mismos, con sus talentos, que piensen su existencia, que se inmiscuyan a la esencia de la vida y, por consiguiente, le encuentren sentido a la misma. En esta tarea también son responsables los padres porque movilizan los mecanismos de esfuerzo y apoyo económico; asimismo las políticas públicas nacionales y regionales dando apertura a programas que motiven a encaminarse por la Educación como única alternativa de progreso no solo económico, sino cultural y social.
Sensibilizar sobre el pensamiento crítico también nos atañe a los maestros, por lo que se hace urgente pensar en la pedagogía de la lectura y la escritura. En efecto, nuestra cultura no es abanderada en estos procesos y sí que causa complejidad la comprensión lectora, la inteligencia artificial está protagonizando la historia. Hay apatía por la lectura y “escozor” por la escritura. De ahí que deba concluir mi artículo en estos momentos, no por complacer a la apatía lectora, sino porque el tema es extenso y las alternativas de las que les hablo sobre mi ensayo dan para otra columna y, aún más, los puntos de comparación, por eso, como maestro practicante “Quiero volver a soñar” con un país más educado.