Por Manuel Gómez Sabogal
Hace unos años, tuve una experiencia fantástica con mis alumnos en Comunicación Social y Lenguas Modernas. Quería que disfrutaran las sesiones, que sintieran un cambio en el esquema tradicional.
Las sesiones estaban interesantes. Los alumnos leían muy poco, pero el reto era que leyesen mucho más. No quise que hubiese exigencia, obligatoriedad. Por eso, lo primero que debía hacer, era buscar los libros adecuados para mentes difíciles. El primero de ellos, lo acababa de leer y me gusto demasiado. Ese podía empezar a cambiar a mis estudiantes. “Rosario Tijeras” tenía todos los ingredientes para los jóvenes. Podía alejarlos unos días del televisor. Hacer que leyeran y que cambiaran de opinión con respecto a la lectura. Les insinué que iniciaran la lectura de “Rosario Tijeras”. No podía ser tan malo. En quince días, les pediría información acerca del libro.
Uno de mis alumnos de Comunicación Social me dijo: “Profe, a mí no me gusta leer y no voy a leer”. Mi respuesta fue sencilla: “Está bien, no leas”. Al terminar la sesión, se acercó a mi escritorio, miró la carátula y le dije: “Hagamos algo, lee la primera página”. Así lo hizo y me dijo: “Profe, me lo presta, se lo traigo después”.
Pasaron dos días y llegó a la sesión (nombre que yo le daba a las clases). Se acercó y me dijo: “Profe, ¡qué chimba! ¿Tiene otro?” “Claro, con gusto. Le facilité “No nacimos pa´ semilla”. Durante el semestre, leyó 8 libros…
Mientras tanto, contacté al autor. Jorge Franco me contestó entusiasmado. Iniciamos una correspondencia en serie y logré que viniese a la Universidad. Septiembre de 2002. Confirmada la asistencia del escritor, logré que otros grupos iniciaran la lectura de la misma obra, sin insinuarles siquiera la visita de Jorge Franco.
Ocho días antes, lo supieron. Se dieron cuenta que iba a ser realidad la presencia de quien había escrito un libro que los cautivó, los encerró y les mostró que leer era un juego. Además, tres estudiantes habían preparado una corta dramatización de la obra para ser presentada en el auditorio, ante el escritor y el público.
Lleno total el día del conversatorio y genial la exposición del escritor. Los estudiantes regresaron felices a sus distintas clases y cada uno se comprometió a leer mucho más.
Después de 18 años, quiero rememorar esa época, pues fue muy interesante e importante, porque logramos hacer algo que fue maravilloso: disfrutar los libros.
De esa visita de Jorge Franco a la Universidad del Quindío, un estudiante grabó el vídeo de la representación de un capítulo de “Rosario Tijeras” en el Auditorio, vídeo que anexo para que lo disfruten, porque fue una representación llena de cariño por la obra en un auditorio abarrotado de amantes de los libros.