Por Jacob Arana Lossada
Sí leí su artículo mi apreciado amigo Manuel, pero me sucedió que, al leerlo, me llegaron los recuerdos de muchos hechos históricos que todavía perduran muy dentro de mí, por ser historias para tenerlas permanentemente presentes, que es para lo que sirve la historia.
Avanzada edad, ancianos. Tertulia.
Si la humanidad no tiene en cuenta los hechos históricos vividos, irá a cometer los mismos errores del pasado, y así el futuro de la humanidad ocurrirá dentro de un círculo vicioso, del cual nunca podrá salir.
De ahí, que las hegemonías gobernantes, lo primero que suspenden en los establecimientos educativos es la enseñanza de la historia y cuando por alguna razón la permiten, es porque la han escrito ellos mismos a su acomodo.
Me dirá que por qué vengo al cuento de la historia, porque desde antes de que mi amigo estuvo en el séptimo piso yo escribí el Camino de los Indios, queriéndole dar a la prehistoria del Quindío una luz de lo que posiblemente sucedió dentro de todo su contexto en la época en la cual se vivía en América en completa armonía con todo lo existente dentro del universo.
Así que recordando históricamente lo vivido, en donde para mí fue mi casa preferida, permanentemente, la Universidad del Quindío, y por ningún motivo lo ha dejado de ser, y quienes la han administrado, desde su rectoría, funcionarios y profesores al igual que egresados y estudiantes, siempre tuvieron y continúan teniendo un estilo de familiaridad con quienes de una manera u otra están o estuvieron vinculados a ella.
Recuerdo que cierto día le conté a Manuel, que llevaba treinta siente años de pensionado, como también recuerdo, para contarle, que, por aquellos tiempos, siendo presidente del Senado el doctor Ancízar López, nos reunimos en mi casa, con él y otros senadores que se encontraban en Armenia, como Polanía Puyo y un distinguido magistrado compañero de estudio, que también se encontraba en la ciudad
En esta reunión se acordó el proyecto de ley de aumento anual de las pensiones, de acuerdo a la inflación y del aumento del salario mínimo, teniéndose encueta que se realizaría el mayor de los dos.
Este proyecto más tarde fue aprobado por el congreso, pero años después llegó un nuevo gobierno donde su ministro de hacienda era el doctor Juan Manuel Santos.
Durante este gobierno se acordó hacerle cada año el aumento de las pensiones de acuerdo a la inflación, lo que conllevó a causarle un gran mal a todos los pensionados del país.
También dentro de este mismo gobierno, dicho ministro curso cartas a todos los rectores del país, para que demandaran a los profesores universitarios pensionados, sin excepción alguna, por algunas causas que ellos consideraban que estaban por fuera de la ley.
Pero este gobierno, no contento con esto, aprobó que las liquidaciones hechas a los trabajadores afiliados al seguro social, para la liquidación de sus pensiones, pasaran a manos de sus patronos.
Creo que Manuel, vuelve y se preguntará porqué hablo de estas cosas. Y yo le responderé que por aquello de la historia.
Me alcanzo a recordar, no muy bien, que el seguro social me pensionó con unos veinte mil o más pesos mensuales, y quedo un saldo de dos mil pesos mensuales que le correspondía pagármelos la universidad del Quindío. Además, el Seguro me entregó la liquidación, si mal no recuerdo era de unos cuarenta mil pesos.
La orden del Ministerio de Hacienda era contundente, demandar y embargar a los profesores pensionados en las universidades oficiales, amenazando a los rectores que no lo hicieran, con no girarles los recursos económicos ordenados por la ley
Personalmente fui y hablé con el rector del momento, y le recomendé que por ningún motivo fuera a demandar a los pensionados, puesto que eso era una injusticia y que además el Ministro de Hacienda lo que la ley le autorizaba era el de girar los presupuestos a las universidades a su debido tiempo, que el ministro no tenía potestad ante la ley de amenazar a los rectores para que cometieran la más cruel de las injusticias.
Fue tanta la presión del gobierno sobre los rectores, que algunos de ellos realizaron las demandas, mientras otros se negaron rotundamente y no la hicieron.
Al juzgado o a los que recibieron la demanda contra mi pensión de veinte mil pesos por parte del Seguro Social, y por parte de la universidad dos mil, quizás viendo lo bajo de mi pensión no aceptaron la demanda y la rechazaron por dos ocasiones.
Pero hay algo más:
Pronto me llegó un embargo de un juzgado a nombre de la Universidad del Quindío, no tuvo compasión alguna con el profe indefenso, me embargó la casita, me embargó unas mejoras que tenía en la casita, me embargó el carrito y hasta una empresita que llamaba “Cardamomo Arajab” que hacía varios años había desaparecido, me acorralaron en la casa ciertos funcionarios de la universidad con jueces, abogados y escribanos.
¡Qué horror! Si.
¡Qué horror!
No sabía qué hacer, qué confusión, qué impotencia y qué desilusión.
Realmente me encontraba en una situación tal, como la del pintor que se quedó colgado de la brocha cuando se le cayó la escalera.
Días después, llegamos al acuerdo, que de los pesitos que me pagaba la universidad, se descontara hasta cubrir lo ordenado por el embargo.
Yo logré superar esa dificilísima prueba, pero tuvimos compañeros como el profesor de física Javier Botero, que apenas supo lo del embargo, le dio un infarto y quedó muerto al instante.
La gran obra realizada por ese gobernante, disque en defensa de los bienes del Estado, fue tan inmoral, que quizás, al igual que todo el resto de sus obras, las cubrieron con el mismo manto de impunidad del resto de obras sociales llenas de injusticias y salvajismos que aplicaron en toda la totalidad del territorio nacional.
Esta injusticia con los pensionados de las universidades de Colombia, no se debe ocultar, para eso está la historia, para que estos horripilantes hechos, no se vuelvan a repetir en nuestro país y menos en nuestra universidad.
Espero que este pequeño cuento, como sé llamar la mayor parte de mis escritos, no se confunda con hechos politiqueros. Los llamo cuentos, para no comprometer a nadie.
Gracias al altísimo, tenemos como rector de la universidad del Quindío a un gran exponente de sus egresados, El ingeniero civil Luis Fernando Polanía Obando, hijo de otro ingeniero civil el doctor Héctor Polanía, con quien compartimos muchos años de trabajo y de gran amistad, y con él dos integrantes del equipo de Gestión Humana Martha Liliana Giraldo y Elizabeth Laserna, que han demostrado que la administración de la universidad se debe llevar a cabo teniendo en cuenta a todos los estamentos existentes que de una manera u otra, tienen o han tenido contacto con la universidad.
Esta administración, también ha sido muy amable, con la Asociación de Pensionados de la Universidad del Quindío (ASPEJUQ), cosa que se la agradecemos, puesto que esta agremiación, ha sido hasta ahora la que de una manera u otra ha representado a los profesores y funcionarios pensionados de la Universidad del Quindío. Su lucha para subsistir no ha sido fácil, pero la realidad es que existe y tiene su oficina dentro de la universidad, diagonal al aula Euclides Jaramillo Arango, donde está programada una gran reunión de todos los pensionados de la universidad en los próximos días. Aprovecho esta oportunidad para invitar a todos los pensionados de la universidad a que se inscriban en la Asociación de Pensionados de la Universidad del Quindío. El requisito es ser pensionado.
Ahora, en cuanto a lo referente de la expresión “anciano”, tengo para decirle, Manuel, que han luchado mucho, por sacar del diccionario de la lengua las palabras anciano, viejo y longevo.
Palabras que, según El Pequeño Larousse Ilustrado, quiere decir: “Que ha alcanzado edad muy avanzada”, “Que tiene mucha edad” y “Se dice de las personas que tienen muchos años”.
Estas palabras representan, realmente la edad a la que una persona llega a una edad que físicamente les es imposible realizar ciertos trabajos rutinarios, pero quienes se lucran de su trabajo, no les conviene que se les considere como tal, y entonces las han querido reemplazar por “tercera edad” y “adulto mayor”, etc., para ir aumentando paulatinamente la edad de pensión o jubilación de los trabajadores, y se puede decir que las remplazaron, pero sin perder la validez de “viejo, anciano y longevo”.
Claro está, que para mí distinguido amigo Manuel, la vejez se remplaza por la “juventud acumulada”, lo que quiere decir que el conjunto de juventudes acumuladas de una persona es equivalente a su vejez.
En cuanto a eso de las ganas de gritar, los ancianos ya no tienen alientos para eso, a no ser que por momentos, tratemos de comportarnos, como usted mimo lo dice, como dinosaurios, y en vez de tremendos bramidos ensordecedores, demos griticos que se pierden con el solo corre de la suave brisa que acompaña los campos don pastan tan gigantescos saurios.
Pero para mi concepto viejo es viejo, longevo es longevo y anciano es anciano. Lo que no quieren decir que son una carga para la sociedad, puesto muchos de los que logramos llegar a merecernos estos honoríficos títulos, todavía nos defendemos con los diferentes quehaceres, para poder sobrevivir dignamente.
Al igual que mi amigo Manuel, también invito a mis compañeros pensionados que escriban sus gratos e ingratos recuerdos, de lo que fue su pasado, para que llegue al presente y sirva de guía a las nuevas juventudes.
Bueno Manuel, lo real hoy es que así sea desde el séptimo piso, en el que nos encontremos, hay que ir a deleitarse de los inolvidables boleros, cantados por Mario Ramírez, mi inolvidable “Pereque”, que siempre que lo oía cantar, lo aplaudía locamente.