Por Andrés Macías Samboni
En los primeros días del mes de julio de 2020 escribí un artículo titulado: Consecuencias idiotas del excesivo uso de las nuevas tecnologías, en el que puntualicé, grosso modo, desde las consecuencias físicas, hasta las psicológicas por el uso excesivo que muchas personas le estamos dando a la tecnología. Hoy, casi tres años después, vuelvo a retomar el tema dado que, en los últimos tiempos, el drama de tomar una decisión está mediado por la Inteligencia Artificial (IA).
Desde hace mucho tiempo atrás, nos enseñaron que el “libre albedrío” o libre elección consiste en la creencia de aquellas doctrinas filosóficas, según las cuales, las personas tenemos el poder de elegir y tomar nuestras propias decisiones. Los tiempos cambian y la “revolución tecnológica” podría establecer la autoridad de los algoritmos de macrodatos (en términos de programación, esto es una secuencia de pasos lógicos que permiten solucionar un problema), lo que debilitaría la libertad individual, ya que nuestros sentimientos estarían basados en el cálculo, no en la intuición, ni en la inspiración o la libertad.
Lo anterior ocurre porque al momento de tomar una decisión, no sentimos los millones de neuronas que nuestro cerebro computan probabilidades frente a una situación dada, por ejemplo, de supervivencia o de reproducción, o de elección de pareja sexual o nuestras opiniones sobre cualquier tema. Así que nuestros sentimientos, en realidad son cálculos y estos no tiene lugar en la conciencia, mucho menos en el “libre albedrío”.
Dejarse llevar por los sentimientos puesto que reflejan un libre albedrío, hasta el día de hoy tiene un sentido práctico y es el mejor método para decidir qué estudiar, con quién casarse, y -si se quiere- a qué partido votar. Pues, ningún sistema externo ni nadie puede esperar comprender mis sentimientos mejor que yo; desde el liberalismo eso pensamos. Sin embargo, “los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos porque nos proporcionan un poder de procesamiento de datos sin precedentes” Harari (2018). ¿será posible, entonces, que nuestra ilusión de libre albedrío se desintegre a medida que nos encontremos con instituciones, compañías y organismos gubernamentales que comprendan y manipulen lo que hasta la fecha era solo nuestro y privado?
Basta con adentrarnos en las redes sociales para darnos cuenta que los algoritmos de macrodatos, son los que sugieren el tipo de contenido que nos gusta o al que, con frecuencia, concurrimos. Asimismo, es evidente cuando nos dirigimos a un destino desconocido, en el que, al contrario de dejarnos guiar por el instinto, lo primero que hacemos es activar Google Maps o una aplicación que haga sus veces, porque confiamos plenamente en la información que nos arroja, así no esté actualizada, solo con la experiencia de uso aprendemos a confiar en ellos.
De igual forma ocurre con el Chat GPT, el cual, explicado por Yúbal Fernandez (2023), lo que hace esta tecnología es coger nuestro lenguaje escrito y convertirlo en el lenguaje numérico que puede «entender» la inteligencia artificial. En otras palabras, GPT es un sistema que ha sido entrenado para mantener conversaciones con cualquier persona, y en cualquier idioma en el que le escribas. Sus algoritmos analizan las palabras que le escribes, entienden su orden, su sentido e interpretan lo que quieres decir, y luego generan una respuesta basada en la información con la que ha sido entrenada. Las mejoras de este sistema ocurren con cada versión actualizada para resolver con una mayor precisión problemas difíciles, ya que han seguido entrenándolo para que tenga un conocimiento general más amplio que su predecesor.
En definitiva, y como lo afirmó Yubal Noah Harari (1976): Una vez que la IA decida mejor que nosotros las carreras e incluso las relaciones, nuestro concepto de la humanidad y de la vida tendrá que cambiar. La concepción del mundo con la mediación de la tecnología ha cambiado a pasos agigantados, dejamos de ser individuos autónomos que se esfuerzan para tomar las decisiones correctas. Harari lo señala y creo que todos asentimos: nos estamos convirtiendo en minúsculos chips dentro de un gigantesco sistema de procesamientos de datos que nadie entiende en realidad y aquí termino: ¿qué pasará con esta forma de entender la vida si cada vez confiamos más en la IA para que tome las decisiones por nosotros?