Por Manuel Gómez Sabogal
Conozco a muchas y son amigas. Tuve la oportunidad de charlar al calor de un café con una de ellas. Fue una charla interesante sobre su vida y momentos difíciles.
Me he sentado en cafeterías a conversar con ellas y a ver cómo devoran rápidamente lo que piden, pues no parece apetito, sino hambre, debido a lo poco que algunas pueden comer en el día. O les alcanza para pagar su dormida y una que otra comida o aguantan más de lo que pueden.
Las he visto sufrir. Hace poco, una de ellas perdió a su madre, su razón de vivir y su apoyo. Su tristeza todavía no acaba. Era su madre y ese dolor no termina jamás. Le escribo para saber cómo se encuentra y cómo le puedo colaborar, pues ahora la asfixian su soledad y tristeza. Y en esta cuarentena, todo ha sido difícil no solo para ella, sino para todas las demás.
Sí, son seres humanos como usted y como yo, expuestos a todo y merecen respeto. Estas personas requieren ayuda económica y comida. No necesariamente «un ratico». Sería de gran ayuda que se les brindara algo.
He leído artículos y escuchado en radio entrevistas con algunas de ellas, a quienes algunos periodistas se han arrimado a preguntarles cosas, a veces, sin trascendencia. En ocasiones, me da vergüenza leer o escuchar lo que se escribe o habla de ellas. En radio, escuché: “Le voy a hablar de otro deporte o más bien de un ejercicio físico que es real en el planeta entero y que está pidiendo a gritos ayuda, el de las trabajadoras sexuales. No es un deporte, porque al contrario es un oficio…” Como para no creer, pero transcribí lo que exactamente escuché. Hubo preguntas insulsas y poco periodísticas.
Aunque no se crea, muchas de ellas son las encargadas de pagar las facturas que llegan a su casa: la del agua, luz y gas. Sus ganancias son la única fuente de ingreso estable para la familia. El aislamiento obligatorio, la pandemia y el temor al contagio las han dejado sin actividad laboral. Todos sabemos que fue algo que cayó así de repente y nadie estaba preparado. Menos ellas.
Algunas mujeres transexuales, llevan años ejerciendo la prostitución. Tienen historias que narran las frecuentes burlas y actos discriminatorios en su contra en colegios donde estudiaban. Porque el odio y muchas veces frases salidas de tono hicieron que se sintieran atropelladas. Aun hoy, eso ocurre donde sea.
No todas pueden desempeñar cargos sin que las irrespeten o se burlen de su condición. Afortunadamente, eso está cambiando y se puede lograr.
Esta pandemia las tiene arrinconadas, aisladas y en muchos casos, con hambre y sin un lugar donde pasar la noche, pues algunos dueños de hospedajes las han sacado de allí, porque no pagan y no cancelan, porque no tienen dinero y no tienen dinero, porque no pueden trabajar y no pueden trabajar, porque sus clientes están encerrados. Un círculo que no es vicioso, sino claro y sencillo.
El clamor de ellas es simple y sus peticiones se hacen a gritos que casi nadie escucha pues necesitan tapabocas, alcohol, útiles de aseo, alimentos.
Trabajadoras sexuales o personas trans requieren nuestro respeto y atención…