Desde el séptimo piso, por Don Faber Bedoya C
Si algún grupo de bachilleres fue destacado en el colegio, fue ese grupo del 1984. Lo decimos, los profesores, los padres de familia, y sobre todo los vecinos del barrio enseguida del colegio, que empezó con la cesión de un terreno, a los empleados del antiguo Invias, como parte de pago de las cesantías, prestaciones sociales, sueldos atrasados, y muchas arandelas más. Dotados con servicios públicos, fraccionados y entregados mediante escritura pública. A otros les pagaron con maquinaria amarilla. Lo cierto es que un antiguo empleado de ese liquidado instituto, terminó de celador en el colegio, quien resultó vecino de un estudiante de ese grado sexto, y su padre le ayudó a vincularse con la institución educativa.
Era un grupo de 22 bachilleres, muy unidos, y con un líder de nunca olvidar, nuestro querido Ritoré, ese era su apellido. Siempre se conoció así, por su padre, don Valentín, español, quien fue torero y debutó en la plaza de toros el Soldado de Manizales, la cual fue inaugurada el 14 de mayo de 1944 y ese día torearon la “diosa rubia del toreo” Conchita Cintron, el peruano Ángel Insulsa, y el español, Valentín Ritoré. Y después fue apoderado de toreros, empresario, y promotor taurino. Y se quedó en el Quindío. Y el hijo, nuestro compañero, era una caja de música, metido en todo, locutor, animador, poeta, declamador, cantante, “bueno pa´las que sea” y del estudio, bien gracias. Y el compañero, Ritoré se interesó por la vida del celador Ricaurte, el antiguo cadenero del instituto de obras públicas, ya maduro, alentado, con muchos ánimos de vivir y pelear la gran batalla por la vida. Y con otros compañeros le escuchó, su proyecto de construir una casita en ese lote.
En esos años escolares, los alumnos del grado quinto, acostumbran hacerles la despedida a los alumnos del grado sexto. Era una fiesta esplendorosa, abundante en comida y bebidas, sobre todo lo segundo, en un club de la ciudad, llena de boato y derroche de todo. Pues, al compañero Ritore se le ocurrió que, en vez de tantos gastos, los redujeran a la mitad, y esos dineros se destinaran a la construcción de la casa del querido celador. La idea tuvo muchos detractores, pero empezó a calar entre los estudiantes, y el rector del colegio, el siempre recordado Eliecer, le dio el espaldarazo, diciendo que el colegio aportaría igual cantidad de dinero que la que aportaran los alumnos. Y ahí si se disparó la iniciativa, todo giró alrededor de la casa para Ricaurte. Nuestro amigo Ritoré, la enfiló para que se hiciera realidad tan loable gestión. Hacía recolectas de material de construcción, bazares, sábados de autoconstrucción.
Y del estudio, bien gracias, solo por la mano divina del espíritu santo, la ayuda de los profesores, en especial del director de grupo Efraín López, y la mano bondadosa del rector, fue bachiller, y se terminó la casa del celador.
Precisamente, este año que se cumplen los cuarenta años de egresados, y es la octava vez que se reúnen, sin falta cada cinco años. De los 22 se han muerto tres, hay dos de los cuales no se volvió a tener notica y generalmente se reúnen más de 15. Esta vez y por sugerencia del compañero Ritoré, la reunión tenía otro objetivo, y para estar acorde con la región, seria en un parque temático y llegarían con un propósito definido. Se inició a las 8 de la mañana con una paraliturgia, dirigida por un compañero pastor de una iglesia cristiana. Nos invitaron a varios profesores y un invitado especial, el antiguo celador, ahora pensionado y activo miembro de un grupo de la tercera edad, don Ricaurte.
Tres horas en un despliegue de tecnología y ayudas audiovisuales, con fotos y videos de los presentes y ausentes, de momentos memorables, tristes, éxitos, triunfos, situaciones difíciles superadas, fotos del grado universitario, del matrimonio, con los hijos, de viajes, de los trabajos, hasta en la Nasa tenemos representantes. Ese despliegue de información superó toda imaginación. Cómo hicieron para conseguirse toda esa documentación, los de Armenia, fácil, pero los de fuera, y hay cinco en Estados Unidos y dos en Europa y de ellos se tuvieron fotos y videos. Fue increíble esta presentación. -. Supimos que fue Dávila el autor de todo esto – Hubo un intermedio para charlar, un refrigerio, y seguimos. Vino un suculento almuerzo, algo de bebidas, amenizado por músicos con tiple y guitarra, a la usanza antigua. Algo encantador que nos llenó de recuerdos.
Utilizando la experiencia en la televisión y el cine de compañeros bachilleres, se presentó en una pantalla adaptada, un detrás de cámaras de la película el Encanto, que utilizó locaciones de Salento y Cocora, y en la cual nuestro ilustre e infaltable compañero, participó como una de las voces destacadas. Y después de ver todo ese despliegue de realismo mágico en el cine, nos hicieron un recuento de las obras sociales que se derivaron de la producción, del empleo generado, de las donaciones ingentes en vestuario, en muebles, comida por cantidades, no utilizaron nada artificial, todo era natural y de la región quindiana. Y a nuestro compañero Ritoré le encargaron de esta labor y se acompañó de otros compañeros bachilleres de 1984, y no solo en el Quindío, se repitió en varias poblaciones colombianas.
Es que lo sembrado en el colegio, en esos años juveniles, perdura para siempre. Fue la casa para el celador, que nos marcó toda la vida.