Por Manuel Gómez Sabogal
Cada hora, cada día, cada mes son tortura para los niños en un país que dejó de ser para ellos. Este es un país que no quiere a sus niños.
Lo triste es que los niños son los que siempre sufren. Las violaciones, maltratos, asesinatos de pequeños, no importan. Pasan como una simple noticia diaria. No nos duele, ni nos convoca para nada. Nos damos cuenta y punto. Pasa porque tiene que suceder. Porque así es la vida.
No, no me conformo con eso. Somos tan indolentes. Aceptamos la violencia en este país porque así es y sucede en todo el mundo.
Las noticias tristes se ven todos los días: “Profesora acusada de rociar con desinfectante a alumnos por no usar tapabocas terminó en la cárcel”, “Hallan cuerpo sin vida de niña de 4 años desaparecida en Caldas”, “Amenazan niño ambientalista”. “A la cárcel hombre que abusaba de su hijastra de 11 años y la obligaba a planificar” ¿En qué país estamos? ¿En qué mundo vivimos?
«Vamos a tu lugar especial. Puede ser nuestro pequeño secreto», «Esta noche hacemos lo que mami y papi están haciendo», «Si no te quedas quieta voy a matar a tu mamá. Si ella escucha será tu culpa», «Lo que tenemos es muy especial, los demás no lo entenderían» y muchas frases más para abusar de los pequeños. ¡No hay derecho!
Este es el país más feliz del mundo, dicen por ahí. Pero eso nunca lo voy a entender, porque no se puede decir que hay felicidad en un país donde hay tanto dolor a toda hora. Un dolor que muchos sentimos como propio, porque son niños, niñas quienes sufren tanto y no encuentro razón alguna para que ello suceda y los responsables se queden sin castigo, las condenas sean mínimas o no haya sino requerimientos.
No es justo que sigan sucediendo esos hechos tan vergonzosos. No es justo que los niños no puedan cumplir con sus sueños, esos de niños, los que ellos forjan día a día. Pero no, hay unos miserables sin conciencia y bandidos sin razón.
El afecto hacia los niños es importante. Pero hay padres y madres que no aguantan que lloren, protesten por algo que no les gusta y entonces la violencia se hace dueña de padres o madres.
La semana pasada, una señora llevaba una pequeña en un cochecito. La niña tendría un año, si acaso. Zamarreaba el coche como queriendo que la niña se cayera, no que se callara, pues la niña, asustada, más gritaba. La llamé y le dije que, por favor, no la tratara así. En respuesta, un grito de: “no sea metido, que no le importa.”
Es una época de pandemia con violencia incluida. Y una violencia que sobresale en algunos, debido al encierro, a la situación económica, a la falta de empleo, a muchos detalles más. En otros, la violencia es natural y actúan así, porque siempre lo han hecho.
Y los niños suicidas no son pocos. No aguantan, no quieren seguir viviendo horrores en casa o en la calle. No quieren acostumbrarse a esa vida triste, llena de dolor.
En este país y en el mundo, parece que no se quiere a los niños. Pasa de todo con ellos, pero parece que no sucediera algo.
Por favor, entendamos que los niños merecen lo mejor siempre. Los niños quieren un mundo diferente. Un mundo que les de afecto, un mundo que los ame.