El pasado 2 de junio, hace 40 años, se reunió por primera vez un grupo de 40 estudiantes de la Facultad de Medicina que ese día iniciaba clases. A pesar de ser 40 mundos diferentes, venidos de muchas regiones de Colombia como Cali, Bogotá, Medellín, Anserma, Riosucio y de casi todos los municipios del Quindío y Caicedonia que era municipio adoptado por el Quindío en cuestiones de salud, nos identificaba el amor por la medicina, por nuestra gente y por nuestro país. También nos identificaba el miedo y la zozobra ante las posibilidades grandísimas de que esta aventura no se llevara a cabo y sencillamente que la Facultad de Medicina no se aprobara.
Habían pasado algunos años desde que la Universidad del Quindío con tan solo 20 años de existencia en un departamento de apenas 14 años de vida, se emprendiera en la aventura académica de una facultad de medicina que apoyara e impulsara la salud en nuestro departamento.
La tarea no era nada fácil ya que tras la disolución del viejo Caldas quedaron divididas y aseguradas las tareas y los prejuicios en los nuevos departamentos siendo Caldas la meca intelectual, Risaralda la comercial y el Quindío la agrícola. De esta manera, la mitad al menos del cuerpo médico del Quindío estaba al menos en desacuerdo con la Facultad, por no decir que era enemigo de ella.
Pero el tesón de sus fundadores hizo una amalgama perfecta de tres grupos dispuestos a dar la pelea y a vencer y fue así como los tres grupos se fusionaron en la lucha.
El primer grupo, el de la Universidad del Quindío, pasaba por la época dorada de su existencia y contaba con personas de muchísimos quilates y larga experiencia docente y en gran parte internacional como Faber Bedoya, Horacio Salazar, Jorge Karduz, Rosario Bilbao, Dorita de Muschallik, Pablo Emilio Torres, Manuel Gómez Sabogal y Fabio Arias Vélez.
El segundo grupo, el de los médicos lo componían otra élite exquisita de profesionales honestos y comprometidos. No se hubiera hecho nada sin el auspicio de los galenos más respetados del Quindío, algunos con experiencias, investigaciones, roce y docencia en otras Universidades del país y con publicaciones y libros en ella. Qué hubiera sido de nosotros sin la genialidad de Héctor Murillo, Omaira Valencia, Carlos Jaramillo, Omar Botero, Francisco Meza, Hugo Clavijo, Bern Schroeder, César Palacio, David Bersh, Jairo Velásquez, Darío Tobón, Francisco Uribe… que grupo adorado, que gente tan amada con lo mejor del pueblo colombiano que hoy, tanta falta nos hace. Por último, el grupo de estudiantes hacía una unidad diversa donde sin saber, personas con experiencia universitaria en otras facultades y en la Universidad del Quindío ayudaban a contornear una Facultad fuera de las características cotidianas. Fue así como personas como Erwin Pardo, Sonia Isabel Serna, Cristina Granados, Olga Alicia Nieto, Alonso Fernández, Luis Fernando Muñoz, José Fernando Velásquez ya con lides enfrentadas en las aulas universitarias, estuvieron dispuestos a cazar los nuevos retos.
Se sumaban los mejores estudiantes de los colegios quindianos y los mejores puntajes del ICFES como Hernando Bedoya, mejor estudiante y mejor bachiller del Quindío en 1978, Alberto Valencia, Marta Patricia Cabrera, Luis Carlos Méndez, José Velásquez y Jaime Pombo. El arte y la música representados entre otros por Carlos Mario Escobar, Francisco Gómez y Álvaro Julián Cardona, «el eje Bethlemita» aportaba la friolera de sus mejores fichas, Cabrera-Granados-Piedrahita-Ospina-Penagos…
Por todo ello, y por haber hecho de nuestra vida algo muy significativo y útil, por haber formado gente honesta y de bien y médicos que hoy lideran sus comunidades, por haber consolidado una estrecha amistad que hasta hoy perdura y nos preocupamos en preservar, felicitaciones querida facultad, te lo agradecemos en el alma. Gracias Universidad del Quindío, gracias Colombia y gracias a mis compañeros por haberme permitido vivir con ustedes los mejores momentos de mi existencia!!!!