Tengo veintidós años, mi nombre “artístico” es Verónica y llegué a trabajar hace quince días al burdel del sur, como usted le llama, el cual queda cerca de una de las iglesias más concurridas de Santiago de Cali, el mismo al que se ingresa por cinco mil pesos, después de recibir una requisa en la puerta, en pleno andén y a la vista de las personas que pasan por el lugar.
Adentro hay dos categorías, las nuevas, que están vestidas y las antiguas que estamos desnudas y sentadas en las mesas. Cuando ingresa un cliente suena como una trompeta y el animador dice “niñas, presentarse” y empieza ese desfile por la mesa recién ocupada, decimos nuestros nombres y estiramos nuestras manos para hacer el primer contacto.
La música bailable está a un volumen alto y las luces le dan un toque especial al escenario donde se destacan una barra y una tarima, allí se hacen los shows de media noche, que van desde un striptease individual, hasta un lesbi, pasando por sexo en vivo con un cliente que se anime a dejarse desnudar delante del público.
Cuando en una mesa piden una botella de cualquier licor, suena la trompeta y en esa mesa se ganan el derecho a tener a todas las chicas bailando para él, o los presentes, en ese baile una trata de excitar lo más que pueda a los clientes para lograr un turno, un turno es subir con el cliente a la habitación a culiar durante veinte, treinta o sesenta minutos.
Las tarifas son de cuarenta, cincuenta y cinco y ochenta mil pesos, son muy cómodas, pues hay sitios que por un “subeybaja”, cobran hasta cien mil pesos.
De ese dinero, diez mil son para el sitio por el cuarto y las sábanas, y el resto es para nosotras, más las propinas que el cliente quiera dar y allí hay de todo, manes muy amplios y otros bien tacaños.
Los servicios que ofrecemos son la relación oral, vaginal y todo con preservativo, claro, ya en el cuarto y dependiendo como sean las cosas, una hace concesiones y nuevos arreglos. Una de las peticiones más frecuentes es dejarnos dar por el culo, la verdad es que a mí no me gusta dar culo, pero hago excepciones y cobro bien duro, pues así como hay manes que lo hacen rico, hay otros que nunca en su vida lo han hecho y meten esa polla sin ningún preámbulo y así es muy doloroso ¿sabe usted, porque los hombres son tan obsesionados por comerse un culo? Otra petición muy normal es que una los “choque” eso es meterles un dedo por el culo mientras los pajeas o se las chupas. ¿Será que en el fondo todos los hombres son medio maricas y medio cacorros? o ¿maricacorros y medio? Risas.
Hay de todo, tipos muy correctos y educados y verdaderos cerdos que de una te dicen: “a ver perra, pónete en cuatro que te voy a meter hasta las guevas”.
Hay manos suaves y verdaderas lijas, manes que arañan o que intentan ahorcarte y hacerte daño, otros se quedan dormidos, también es común que solo quieran gueler perico… pero lo que todos tienen de igualitos es que quieran hablar de sus vidas y de manera especial de sus esposas, mozas, amigas y hasta de las jefas de sus trabajos.
Una no escucha a un cliente hablándole de sus amigos, sus hijos, sus compañeros del trabajo, no, siempre es lo mismo, las historias llevan a una mujer como protagonista y casi siempre son las esposas, ¡huuuuyyyy, que historias! Supuestamente una es la puta por hacer esto, pero si nos ponemos a revisar las historias, nosotras somos casi unas santas.
Hay semanas muy buenas y otras malísimas, donde no se alcanza a juntar ni lo del almuerzo, por eso una debe tener ciertos clientes que se atienden por fuera y así se cuadran las cuentas porque todas tenemos que responder por nuestras familias, aquí ninguna está ahorrando plata para irse a pasear a San Andrés o a Cartagena, las chicas que están en ese nivel y que putean por lo alto, pues que lo disfruten porque en esta vida, en esto de andar putiando, nunca se sabe cuándo será la última vez.
En este gremio hay niveles, hay putas con cuca de oro, usted no se imagina, y de allí para abajo hasta aquellas que el vicio deja paradas por ahí, en una esquina o en las escaleras de un motel de mala muerte por el centro o la galería de una ciudad cualquiera, o como mi caso, siendo tan joven, ya tengo dos hijos y no puedo poner condiciones o picármelas de prepago, mi nivel es intermedio, en medio de lo complicado que es esto, trato de pasarla lo mejor posible y de cuidarme mucho porque esto es un ratito, no es para toda la vida y cuando una menos se da cuenta, tenga p’que lleve, se volvió cucha y no hizo nada.
Si yo cuento mi historia, lo más probable es que cuente la historia de casi todas, claro, habrá excepciones, pero en general, con mi historia cualquiera que quiera conocer un poco sobre la “vida y obra” de cierto nivel de chicas que vivimos de putiar, con mi sola historia, tiene suficiente para enterarse y ojalá y la lean esas mujeres que creen, cuando un mancito les dice que nunca ha ido a un putiadero o burdel, como usted dice, porque por aquí pasan casi todos, pero claro, cuando la chica a la que le están echando los perros les pregunta: “bebé ¿tú alguna vez has ido a un sitio de esos?” y el malparido les responde: “¿de cuáles mi baby?” “De esos con mujeres malas”, insiste ella, y el guevón contesta: “Me ofendes, cómo me preguntas eso, jamás, lejos de mí esos sitios y esas mujeres”.
Hipócritas y mentirosos, mínimo hasta niegan que se pajean y claro, si alguno dice la verdad y reconoce que de vez en cuando va a putiar, porque la palabrita aplica para las que prestamos el servicio y para los clientes, clientas o parejas, que lo pagan ¿qué dirían las chicas “bien” que a veces son más putas, que todas nosotras juntas? “Huuuuuy, que asco, chay…” Después se quejan de las mentiras de los hombres, pero si les dicen la verdad no la quieren escuchar y mucho menos aceptar.
Volviendo a mi relato, muchas dirán que el papá un día salió a comprar cigarrillos y no volvió, esta frase es muy común entre nosotras, es más, algunas dicen en medio de risas que cuando eran niñas jugaban con papá a las escondidas y todavía lo están buscando, mi caso es otro, a mi papá me lo mató la guerrilla. Él era del ejército y dos meses después de haberse retirado, lo cogieron en la cancha de fútbol de una vereda del pueblo donde vivíamos y le metieron ocho tiros por la espalda.
Después del sepelio de papá, las dos familias le dijeron a mamá que no se quedaría sola y la verdad es que la compañía duró poco y la realidad es que había quedado sola y con dos hijas, una de tres y otra de cinco. Inicialmente se empleaba en casas de familia y le tocaba duro, entonces empezó a beber y ahí sí que la plata no alcanzaba ¿y qué hizo? Conseguirse a un tipo, y luego a otro, y a otro y así, hasta que yo cumplí nueve años y el de turno empezó a manosearme y aunque ella sabía, nada podía hacer, el tipo daba techo, comida y vestido.
Luego de muchas vueltas se enamoró de uno de esos tipos y tuvo a mis dos hermanos, ese fue el tipo que me manoseó esa tarde, cuando mi mamá estaba con nueve meses de embarazo de mi segundo hermano y yo tenía nueve años como ya lo dije.
Esa tarde yo iba para la cocina y el me cogió por la espalda y me dijo que si gritaba nos mataba a todos, incluyendo a mi mamá con su hijo adentro porque todos éramos unos malparidos que no valíamos la pena.
Mamá apareció en la escena y claro, se armó el escándalo, yo gritaba en medio del llanto lo que él me había dicho y él entró en una irá incontrolable que lo hizo salir corriendo con lazo en la mano porque se iba a colgar. Mi hermana también gritaba que se iba a matar, el escándalo fue aterrador.
Llegaron los vecinos y nos alejamos por esa noche de ese infierno. A los dos días me mandaron donde una tía en Manizales y ella me envió a donde otro tío, un hermano de mi papá.
Mamá se quedó con su esposo y olvidó todo, a mí me hacía mucha falta mi mamá y al poco tiempo volví con ellos.
En el colegio hablé con una profesora y ella y otras profes hicieron averiguaciones, hablaron con los vecinos y demandaron al tipo. Cuando mi hermanita tenía un mes de nacida se lo llevaron y mamá me echó la culpa a mí: “por tu culpa perra, mi marido está en la cárcel”.
Es la primera vez que le cuento a alguien toda esta historia, usted sabe, una tiene que reír y estar dispuesta a atender bien a los clientes y nadie va a querer estar con una vieja amargada, por eso siempre me verá sonriente.
Mamá me dijo que tenía que decir que todo era mentira para que lo soltaran, fuimos a medicina legal y se corroboró que no me había penetrado, pero él sí me había manoseado y me había amenazado de muerte ¿se imagina usted vivir eso a los nueve años y además sentir que la mamá está a favor del tipo que me hizo daño?
Finalmente el tipo salió de la cárcel y se perdió de nuestras vidas, regresamos al pueblo y mamá estaba llegando de nuevo, ahora con dos hijas y dos hijos, cuatro en total, para empezar de nuevo.
Las cosas en lo económico no marcharon bien y yo terminé donde una tía en Pereira, ahí ya tenía catorce años.
Mamá conoció a otro hombre y quiso empezar de nuevo a vivir la vida que, según ella, había perdido pariendo muchachitos. Sí quiero dejar muy claro que a mamá nunca la vi acostándose con un hombre por dinero.
Dando un salto en la historia, usted verá como acomoda las cosas, a los veintidós me vi desesperada por dinero pues el papá de mi hijo me dejó sola, busqué muchos trabajos pero no resultó nada, desde empleada del servicio, pasando por mesera, ventas a domicilio… en fin, un día me vi totalmente sola y sin plata para los pañales de mi hijo, sin comida, y aunque me sentí muy triste porque mi mamá no me había dado ese ejemplo, decidí contarle que me iba a trabajar de prostituta. Ella lloró y dijo: “Nunca te di ese ejemplo”.
Y allí es cuando empiezo en este mundo, en el bar Las Muñecas. Imagínese, ahora estamos cuatro meses atrás, veintidós años y en una hora ya casi le cuento todo.
El primer día una se queda en una esquina mirando. Da miedo sentirse rechazada, o por estar con alguien que te guste y te encoñes, porque allí si pierdes y bien en serio, también se siente mucho miedo por poner la salud y la misma vida en riesgo.
En mi segundo día un hombre subió con una compañera y el tipo la quería ahorcar, sentí mucho miedo escuchando a mi compañera, además no podía quejarse porque él era de los mejores clientes del lugar y salvo que una esté en un peligro de muerte, en el lugar no se meten con los clientes, es más, en últimas, el maltrato es como si formara parte de la tarifa que los clientes pagan.
Ese día, después de estrujar a mi compañera, él se quedó en una mesa y a mí me tocó atenderlo para “despegar” y el tipo me dijo que quería subir conmigo y yo sentí mucho miedo, fui a contarle a mi compañera y ella me dijo: “suba mija, es su primer cliente y si no sube, se tira la suerte”.
Subimos y normal, pero cuando iba a salir, no me quería dejar salir y me tocó gritar, allí sí me ayudaron y logré huir de ese tipo. Todavía recuerdo sus palabras horribles en mi oído, sus manos tratando de agarrarme por la espalda para llevarme a la cama nuevamente y tal vez ahorcarme hasta la muerte. No es fácil desprenderse de esos recuerdos y que le lleguen a una a la memoria al pisar el primer escalón hacia las habitaciones para atender a un nuevo cliente ¿este será igual o peor que el malparido que intentó estrangularte?
Claro que hay muchas historias, alguna vez llegó un colega suyo y me dijo que quería escuchar historias para publicarlas en un libro y terminamos subiendo con mi mejor amiga… pero esa no se cuento hoy, en este relato no cabe porque le he contado otras cosas de mi vida y no las historias de mi culiadas, esa será otra charla y esa se lo cobraré más cara. Risas.
Hay algo en que todos se parecen, los que aparentan tener mucho dinero y llegan en camionetas y pagan la multa de doscientos mil pesos y nos llevan a fincas o apartamentos, generalmente nos culean y no nos dan ni un peso, son puros lavaperros que les gusta presumir su dinero pagando la multa para que todo el mundo los vea, y luego no tienen ni un peso para darle a una, y no falta el carenadie, que antes de marcharse mete el billete grande en el bolsito donde se llevan los arreglos, el lubricante y las cositas de aseo.
Mis dos hijos, la niña y el niño son los que me motivan a vivir y a los dos sus padres los abandonaron, no quiero profundizar en esas historias porque hay heridas frescas, recuerde, tengo veintidós años y la niña llegó a los dieciséis y el niño a los diecinueve. Tal vez sí quiero decir, que en el segundo tuve la ilusión, sentía que este nuevo hombre sí sería distinto y sí iba a responder y a darme la oportunidad de construir una familia y salió peor que el otro churreto, porque este me hizo perder hasta una casa que me había comprado con lo que me tocó por la muerte de mi padre. Este me metió en las drogas y una por amor los acompaña hasta el infierno, a este, que se metió dizque de traqueto en un pueblo pequeño, le dio por guelerse la mercancía y lo iban a matar, por eso me tocó vender mi casita y entregar la plata, al final, ni marido, ni casa, ni familia, al final, nada.
Mi sueño siempre ha sido ser chef, yo sé preparar comida mexicana. Al final yo trabajo para que a mis hijos no les falte nada y me gustaría que ellos se sintieran orgullosos de mí y darles todo lo que yo no tuve. Ahora ellos están con mi mamá y me hacen mucha falta, eso sí me da tristeza, me pone mal y me dan ganas de llorar como en este momento, mis hijos me hacen mucha falta.
Me gustaría finalizar diciendo que nadie sabe lo de nadie y que todas las chicas que putiamos somos psicólogas empíricas y deberían darnos cartón honoris causa, como el que le dieron a ese señor Estanislao Zuleta en la Universidad del Valle, por saber más que todo ese poco de bobos que se las pican de saber mucho y al final no saben ni un culo y tienen más cartones que un tugurio. Sabe, la historia de ese señor me la contó un profesor de sociología muy conocido y respetado, que escribe para el diario El País, ese sí era muy pervertido, me pagaba para que le leyera sus columnas en voz alta, mientras mi amiga, la dedos de rellena, le hacía su masaje prostático. Risas.
Al final el asunto no es que tan rico o pobre eres, después de escuchar tantas historias yo diría que el asunto es que tan solo o realmente acompañado estás, porque usted no se imagina, la cantidad de clientes que le pagan el turno a una y lo único que quieren es hablar, contar su historia, ser escuchados, comprar un rato de compañía, tal vez de atención, a veces de verdad a veces fingida, a veces en el burdel del sur, como dice usted, o en este café Juan Valdez en el centro comercial Unicentro, el más cachetudo de Cali, donde aparentemente toda la gente es bien y se ven muy contentos, pero recuerde, nunca se sabe, nunca se sabe…
Le pagué la tarifa acordada y un poco más, la acompañé a tomar un taxi cuyo costo consideré algo extra y me devolví. Ahora estoy en la cafetería de la Librería Nacional, he pedido un café americano y una torta de chocolate, no espero a nadie, nadie me espera y lo cierto en este momento de mi vida, es que esta historia, es lo único que me acompaña hasta que regrese a casa, riegue las plantas de mi balcón, coma algo ligero y me acueste a dormir hasta las seis y treinta de la mañana, cuando los azulejos empiezan a reclamar la fruta que les pongo siempre, y que me permite sentir, que al menos a ellos, a los azulejos, mi presencia en este mundo les importa.
Escuchado en 2019 Terminado en enero de 2020.
Autor Miguel Fernando Caro Gamboa a partir de una conversación con Verónica. Este texto hace parte del libro: Pirsia de borondo por la Sucursal del Cielo.