Muchas veces, llegamos tarde al trabajo y culpamos al señor del bus porque pasó tarde, a la señora que no nos tuvo la camisa planchada, al agua porque no había, a que no hubo tiempo para empacar los papeles en la valija.
Culpamos a los amigos porque nos inducen a la droga, al licor, a llegar tarde a casa o a faltar con los compromisos.
Culpamos a los hijos, porque había que dejarlos en el colegio y se levantaron tarde, no tenían los uniformes en orden, no habían hecho las tareas. Si son universitarios, porque nos pidieron que los lleváramos.
Culpamos a los vecinos, porque nos llamaron a arreglar algo que se les dañó, nos invitaron a tomar un café, nos sentamos a conversar con ellos.
Si estamos en la empresa, culpamos a los compañeros porque no tuvimos a tiempo unos documentos, no nos pasaron un informe y el jefe se indispuso. Salieron y no llegaron en el momento preciso.
Siempre buscamos una excusa, una disculpa, un pretexto y culpamos a todos quienes nos rodean o a los objetos, pero nunca decimos que somos nosotros quienes cometemos los errores o quienes fallamos.
Es muy fácil culpar a los demás, decir que fueron otros, pero nunca, nosotros. Somos inocentes siempre. Jamás decimos “yo tengo la culpa”, porque nos enseñamos a justificarnos con los demás.
Cuando todo sale muy bien, cuando llegamos temprano a una cita, reunión o a la empresa, somos nosotros, somos los mejores, somos los cumplidos, pero cuando fallamos, son otros quienes cometen errores.
Nunca aprendemos. Si vamos a una reunión, esta no comienza hasta cuando lleguen todos los que faltan o en el peor de los casos, quien la preside. Y si llega demasiado tarde, culpa al conductor, al trancón, al chofer del bus, a muchos más, pero él se siente muy bien. Y aprendemos de él, del jefe. “Si llega tarde el jefe, para qué voy a llegar temprano la próxima vez”, pensamos.
No argumentemos diciendo que otros son los culpables de nuestras fallas. Si no llegamos a tiempo, si caemos y no nos levantamos, no son los demás, somos nosotros.
Cambiemos el esquema y seamos puntuales, creativos, innovadores. No nos dejemos llevar por el “yo soy así” o por otras frases con las cuales nos defendemos y disculpamos nuestras fallas. Aceptemos los errores, evolucionemos y dejemos de culpar a los demás o a lo que nos sucede
Como dice la canción de Tony Vega:
“Porque he andado los caminos y conozco el desafío
comprobé que todo pasa porque tiene una razón.
Cuando a veces nos cegamos fue que no quisimos ver
y el porqué de equivocarnos casi siempre es aprender.
Como locos damos vueltas en la rueda de la vida
sin siquiera darnos cuenta que uno mismo es quien la gira
Uno mismo se enreda, uno mismo se ordena
Uno mismo se une, uno mismo se eleva
Uno mismo se encierra y se corta las alas
Uno mismo se enferma, uno mismo se sana
Uno mismo se odia, uno mismo se ama
Sólo muy de vez en cuando descubrimos la verdad
cada vez es más difícil arrancar un antifaz
nos volvemos marionetas en las manos del destino
por temor a confrontarnos ser muñecos preferimos
Uno mismo se aleja, uno mismo regresa
Uno mismo se pierde, uno mismo se encuentra
Uno mismo es su suerte y más allá de la muerte
Uno mismo es la niebla, uno mismo es la llama
Uno mismo se enciende o uno mismo se apaga.
Uno mismo se pierde, uno mismo regresa
La vida nos ofrece a todos escoger entre dos sendas
Uno mismo se pierde, uno mismo regresa
Tú decides si escoges la mala,
tú decides si escoges la buena
Uno mismo se pierde, uno mismo regresa
Somos como la llama
uno mismo se enciende, uno mismo se apaga.
Uno mismo se pierde, uno mismo regresa
Somos responsables de nuestra felicidad
que uno mismo comienza
Uno mismo se pierde, uno mismo regresa
Después de andar esos caminos,
uno mismo se odia o uno mismo se ama”
Manuel Gómez Sabogal