Por Manuel Gómez Sabogal
Las anécdotas con Isabella y mis locuras continúan.
Porque Isabella representa a todas las nietas y nietos y el abuelo es el de siempre. El que mima, al que acuden los nietos para que les regale dulces, los lleve de paseo, los consienta y en el peor de los casos, a quien se arriman cuando los van a castigar.
El abuelo es quien, cuando van de visita, debe llevar algo a los nietos para que lo reciban con algarabía y gran jolgorio.
Isabella es quien hace las picardías, habla, busca al abuelo, expresa lo que siente y alegra los oídos de todos con sus frases llenas de ternura.
El abuelo es el receptor de burlas y algunas frases de sus nietos, que lo despiertan del letargo en que a veces, se sumerge. La alegría de los nietos revive en el abuelo su infancia y vuelve a ser un niño más con sus nietos.
Isabella es arrolladora y fantástica en todo sentido. Da órdenes, señala, indica, es la que toma las riendas en cualquier momento. Lo hace con total tranquilidad, porque sabe que el abuelo obedece, sus papás no.
Nada mejor que leer los comentarios de quienes han leído “Isabella y el Abuelo” para darse cuenta que el libro atrapa:
Rodrigo Arias: “Veo en este libro la cualidad de que cualquier abuelo que lo esté leyendo se sentirá poseído por el espíritu del autor. Entonces ya no será Manuel el que lo narra, sino que es ese abuelo el que lo vive como si él estuviera contando las vivencias con sus nietos.
Gran cualidad y compenetración con el lector. Es de anotar la universalización de la nieta. Isabella ya no es solo la nieta de Manuel, sino que se convierte en la nieta de todos ya que ella se arruga en el corazón del lector. Por lo menos esa es mi percepción”.
Fernanda Aldana dice sobre el libro: «Muy bello” …»Habla, habla y habla. Repite, transmite, regaña, discute, pregunta, responde, manda, ordena. Yo siempre le escucho, pero ella me repite que no. Que yo nunca la escucho. Ella es así. Es mujer. Igualita a las demás».
El escritor Miguel Fernando Caro Gamboa escribió: “Soy un ser de lágrima y risa fácil, de abrazo espontáneo y de frente, soy muy sensible y cuando algo me conmueve, me dejo llevar por las sensaciones cuya génesis está en lo auténtico, sencillo, honesto, del corazón… Así como es este texto único, de mi amigo Manuel Gómez Sabogal, y digo único, pues solo puede ser creado por seres tan especiales y cósmicos como Manuel y su amada nieta.
Para mí, es una bitácora vital alucinante, donde abuelo y nieta tejen, a través de las anécdotas, un universo cuyos elementos son ante todo el amor, la ternura, la curiosidad… Y todos aquellos ingredientes que solo pueden estar presentes cuando hay bondad.
En una de las anécdotas, Isabella va donde una tía y le pide unas flores del florero que adorna la mesa de la casa, la niña le indica a la tía cómo armar con unas pocas flores el ramo más hermoso del mundo, el universo y sus alrededores y junto a su abuelo lo llevan donde el tío Willis y su esposa Nelly. Ese pequeño detalle llenó de luz a todos los adultos que participaron en ese detalle sublime y sin medida en el amor que expresaba.
En otro momento, Manuel no evita un brinco en el carro, e Isabella le dice «-Abuelo, usted ya está muy viejo y no hay problema, pero yo, apenas estoy en cuarto.»
Rodeada de adultos cómplices, Isabella nos lleva de la mano de Manuel a recorrer sus mundos donde familia y amigos giran felices alrededor de ese sol que ella es y así, rodeada de amor, de cariño, de complicidad, se teje una colcha multicolor y hermosa donde la niña vive su cotidianidad y el ejercicio pleno de su curiosidad y sabiduría.
Si la ternura, el amor, el afecto, el cuidado, el respeto… Se convirtieran en elementos fundantes de las relaciones entre humanos y de manera especial entre adultos y niños ¿qué pasaría? ¿Sería igual este mundo? ¿Sería distinto este país?
Me quedan muchas preguntas y «tareas», me queda la dicha de haber acompañado a mi hija en sus aventuras infantiles acompañando siempre su curiosidad e inquietudes y cada vez me convenzo más de la necesidad urgente y necesaria, de escribir para nuestros niños y niñas como padres, madres, abuelos, tías, maestros… Para dejar un testimonio cierto de todo ese amor que sentimos por ellos y pueden ser cartas, versos, cuentos, lo que mejor podamos hacer, y no hay que ser escritores de oficio como Manuel y yo, lo único necesario es impregnar con tinta las palabras, el resto, el resto lo hace tu corazón”.
Yo solo puedo decir que el libro me deja muchas enseñanzas y aprendizajes. El libro me alegra el alma y llena mi vida de emoción. Solo quiero compartirlo con todos para que cambiemos muchos aspectos en la vida familiar.
Así Isabella cierre uno de los diálogos de forma fulminante:
Está cansada y regresamos despacio. Quiere llegar a dormir. Le digo que se acueste, pero antes, le pregunto:
– Isa, ¿Por qué a la gente la tratas con tanto cariño y a mí me pegas, me apachurras, saltas, brincas encima, me aprietas, me callas y me tratas tan duro?
– Abuelo, porque tú no eres gente, tú eres mi abuelo…