
Por Manuel Gómez Sabogal
Honestamente, no sé por dónde comenzar, porque desde hace muchos años lo conozco y son muchas las anécdotas y las historias en la vida de Álvaro. Lo cierto es que el 30 de marzo cumplió años. Ni le pesan los años, ni la vida, pues no deja de ser el mismo de siempre.
Su oficina no deja de ser el Portal del Quindío, pues queda cerca de su residencia y allí se encuentra con sus amigos a clarlar al calor de un café.
Álvaro tuvo cinco hermanos: Arturo, Augusto, Alberto, Aurelio y Alonso. Tres de ellos, ya no están: Alberto, Aurelio y Alonso.
Su hija Natalia, le regaló dos nietas: Manuela y Sofía. Ellas han sido la luz de sus ojos desde cuando eran unas bebés. Se desvive por ellas y cuando pequeñas, las llevaba, traía, acompañaba, alcahueteaba. Han crecido y sigue siendo el papá abuelo para ellas. Así ya estén grandes, sean mayores, trabajen o lo que sea. Manuela es Geóloga y Sofía, Ingeniera Aeronáutica.
Manuela trabaja en Bogotá y Sofía en Medellín. Consolidadas como excelentes en sus labores.

A Álvaro lo conocí en la Universidad del Quindío. Era docente en Ingeniería civil y en Topografía. Sus alumnos sufrían cuando Álvaro les calificaba sus dibujos. No se le escapaba detalle alguno. O eran perfectos o no servían.
Álvaro laboró en la universidad del Quindío durante muchos años. Fue docente, Secretario General, Rector encargado, Director de cultura, personaje increíble y buena gente.
Con él, compartimos la organización de los 25 años de la Universidad del Quindío en 1985. La programación surgió gracias a Álvaro, otros compañeros docentes y estudiantes, quienes apoyaron y colaboraron durante la semana de fiestas. Tuvimos el aporte de la rectoría. Un desfile con reinas, grupos musicales y disfraces. Esa semana, se presentó el disco “La universidad del Quindío canta a su tierra”, en las voces de John Jairo Duque y Aurora Hoyos, Dueto “Los Estudiantes”
Álvaro también ha sido escultor. Aunque desconocido en Armenia y el Quindío. Una de sus importantes esculturas fue la que elaboró y se halla en la plazoleta frente al Concejo Municipal de Armenia. En los años 70, hizo la escultura de Jesús María Ocampo “Tigrero”.
La elaboró en barro, inicialmente. Estaba en Bogotá. Fue aprobada su labor y luego se fundió en bronce legítimo para inaugurarla un 14 de octubre.
“Casi nadie sabe, ni siquiera sus más cercanos amigos, que él es el escultor de la única estatua existente de Jesús María Ocampo Toro, Tigrero, el fundador de Armenia, ubicada en la plaza de la Quindianidad, de espaldas al Concejo Municipal de Armenia”.
“La gente pasa por ese sitio y no se fija en esa estatua, que es un busto en bronce, bien hecho. Tigrero mira, desde su pedestal y con su cara broncínea, pasar la ciudad que él fundara hace 136 años. Ese busto de Tigrero es tan desconocido como su autor, el escultor Álvaro Jaramillo Botero”.
Álvaro sigue siendo el mismo y aunque no lo reconozcan como el escultor del busto de “Tigreros”, se siente feliz, porque su hija y sus dos nietas han logrado cumplir con sus sueños. Y yo, me siento feliz por ser su amigo. No olvido el día que me preguntó: “Manuel, ¿usted y yo cuándo empezamos a ser amigos?