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Tomado de Cuentos Cortos por Antonio de Mello
Estaba pacíficamente sentado un místico a la orilla de un río cuando un transeúnte que pasó por allí, al ver la parte posterior de su cuello desnudo, no pudo resistir la tentación de darle un sonoro golpe. Y quedó encantado del sonido que su golpe había producido en el cuello del místico, pero éste se dolía del escozor y se levantó para devolverle el golpe.
Espera un momento, dijo el agresor. Puedes devolverme el golpe si quieres, pero responde primero a la pregunta que quiero hacerte: ¿Qué es lo que ha producido el ruido: mi mano o tu cuello? Y replicó el místico: Respóndete tú mismo. A mí, el dolor no me permite teorizar. Tú puedes hacerlo porque no sientes lo mismo que yo.
«Si se experimenta lo divino, se reducen considerablemente las ganas de teorizar».