Fracasaste totalmente en la presentación que iba a impulsar tu carrera, no cumpliste con la fecha de entrega con la que no podías fallar o dijiste algo que no debiste haber dicho. ¡El mundo se viene abajo! ¡Tu vida se acabó! ¡Todos recordarán este error por el resto de tu vida!
¿Verdad?
No. Todos sabemos que eso no es cierto. Todo el mundo se equivoca y volverá a suceder. Pocas veces nuestros errores son tan grandes como los imaginamos y todos los demás tienen cosas más importantes que hacer que pensar en nuestros errores. Además, aunque es cierto que algunos errores son más importantes que otros —como darnos cuenta de que elegimos la profesión o la pareja equivocada— no tienen que ser los desastres del fin del mundo que percibimos. Así que respiremos profundo y entendamos que todo está bien y que el mundo no se desmoronará; luego, veamos cómo superarlo.
Una de las razones por las que algunas veces aguantamos cosas que sabemos que no están funcionando es la inclinación al compromiso, que es la tendencia que tenemos a dejar que nuestras decisiones y nuestras acciones pasadas determinen cómo nos comportamos actualmente y en el futuro, incluso cuando sabemos que estamos siendo irracionales (pensemos en las personas que no son felices en su empleo y tienen plena conciencia de ello).
De acuerdo con el Decision Lab, un centro de investigación de diseño conductual, “tendemos a interpretar las evidencias de una manera que hace parecer que nuestra idea anterior era mejor”. Queremos que nos vean como personas consistentes y reconocer que una decisión importante que tomamos fue un error, destroza esa imagen. Aquí nuestro cerebro trabaja contra el cambio en varios niveles y aumenta la dificultad de corregir un error importante en la vida.
“La vergüenza y el golpe a tu autoestima pueden manifestarse en formas ilimitadas —y algunas veces se siente que se están manifestando de todas las formas— y nuestra respuesta corporal al fracaso puede incluso parecerse a la de un dolor físico”, escribió Oset Babur el año pasado en un artículo de The New York Times acerca de cómo aprender del fracaso.
Entonces, sí: el primer paso para corregir un error garrafal es ser honesto y crítico con uno mismo y reconocer que en verdad fue un error. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero a menos que seamos absolutamente honestos con nosotros mismos acerca del error en sí, no hay forma de dejarlo atrás.
El segundo paso es todavía más decisivo: acepta que fue un error, pero no permitas que te defina a ti ni a tu autoestima.
“Ser demasiado críticos con nosotros mismos puede aumentar la ansiedad sobre algún tropiezo. Sin embargo, cavilar o rumiar sobre lo que sucedió, es como una crítica angustiosa que se repite”, escribió Rachel Simmons en la guía del Times para superar el fracaso. “Los estudios han descubierto que cavilar —hacerse preguntas del tipo: ‘¿Cómo pude decir eso?’ o ‘¿Por qué estoy tan ansioso?’— puede dañar la motivación de la persona y su capacidad para resolver problemas, además de aumentar las probabilidades de que caiga en una depresión. Esto sucede con mayor frecuencia en las mujeres”.
El verdadero trabajo empieza después de reconocer tu desacierto y aceptar que te has equivocado. Desde luego, no hay dos errores idénticos, pero hay algunas formas prácticas de encontrar un camino hacia delante.
Si es posible, deja de pensar en eso. Si resulta que se trata de un error que sigues cometiendo (una situación en la que has estado varias veces), haz todo lo que esté en tus manos para dejar de empeorar la situación.
De acuerdo con Marty Nemko, a partir de ahí, la salida no se presenta en modificaciones y decisiones enormes y repentinas que cambien la vida, sino en “pasitos de bajo riesgo”. Digamos que te diste cuenta de que elegiste mal tu profesión y que ya lo aceptaste. No pienses en ello en términos de solo salir y renunciar mañana, sino más bien trata de pensar en formas muy pequeñas en las que podrías impulsarte hacia una profesión que sea más adecuada para ti.
Prueba en otras áreas para ver qué te interesa y en cuáles podrías verte construyendo una vida, luego retrocede con lentitud para descubrir cómo puedes llegar ahí. Debemos evitar precipitarnos a hacer algo; quizás por eso estamos en esta situación en primera instancia. Más bien, debemos construir gradual y metódicamente un plan para llegar adonde queremos ir, paso a paso.
Nunca es fácil recuperarse de errores importantes y existen fuerzas internas y externas que funcionan en nuestra contra, incluyendo las tendencias que nos hacen quedarnos con las malas decisiones y las presiones sociales que nos provocan temor de buscar un cambio. No obstante, ser consciente de los obstáculos que hay en tu camino es la única forma de librarlos.
Vía New York Times