Alyson tenía 35 años cuando sufrió un derrame cerebral.
La ambiciosa abogada se despertó una mañana sin poder moverse, con el lado izquierdo de su cuerpo paralizado. Tenía que ir al tribunal ese mismo día. Así que, antes de pedir ayuda, agarró su teléfono móvil y marcó el número de su ayudante.
El derrame fue la gota que colmó el vaso. Durante días, Alyson había ignorado todas las señales de advertencia, incluidos un zumbido en los oídos, problemas de visión y el agotamiento físico. Sus médicos tuvieron problemas para determinar el origen de su derrame (después de todo, la gran mayoría se produce en personas mayores de 65 años), pero todos dieron su mejor diagnóstico posible: el estrés.
No es ningún secreto que un trabajo con mucha presión puede causar una ansiedad y tensión excesivas, problemas que a su vez pueden manifestarse en una miríada de problemas físicos. Los estudios demuestran que nuestros cerebros y cuerpos tienen problemas para distinguir entre el tipo de estrés causado por un peligro real (un incendio en casa) y un peligro percibido (un superior demasiado exigente).
Frente a esas situaciones de peligro real y percibido, el cerebro y el cuerpo libera hormonas y sustancias químicas para acelerar nuestra frecuencia cardíaca, aumentar la presión arterial y activar los músculos. Entramos en un estado de alerta. Sin embargo, nuestro cuerpo no puede mantener ese nivel de alerta siempre. Después de un tiempo, empieza a fallar. Las consecuencias van desde dolores de cabeza crónicos, náuseas e insomnio hasta problemas de salud más graves como ataques al corazón, hipertensión y, por supuesto, derrames cerebrales.
Por tanto, y sobre todo si realizamos el tipo de trabajo que perjudica nuestra salud, debemos tomar medidas proactivas para mejorar el estado de nuestro cuerpo y nuestra mente.
Identificar el origen
Si sufre o ha sufrido un flujo constante de enfermedades inducidas por el estrés, puede resultar difícil determinar la fuente de estas. Es probable que dé vueltas y vueltas en cama, que no logre dormir, y luche contra migrañas recurrentes pero no logre saber por qué.
Jen, una de mis clientes que trabaja en el ámbito académico, solía experimentar náuseas y vómitos con frecuencia durante el trayecto al trabajo. Su cuerpo le enviaba las señales de advertencia, pero ella, al igual que muchas personas, las malinterpretaba. (Finalmente pudimos identificar y resolver el problema. Volveré sobre esto más adelante).
Para llegar a identificar el origen de sus problemas, pruebe a llevar siempre encima un pequeño diario. Una vez comience a experimentar los síntomas físicos del problema, ante lo que le sucede a usted, lo que ocurre a su alrededor. ¿Justo escribía un correo electrónico a un cliente complicado? ¿Preparaba una reunión con su jefe? ¿Qué pensaba en ese momento? Apunte este tipo de información durante al menos de tres a cinco días y luego intente encontrar cualquier patrón entre los síntomas y las acciones.
A menudo, nuestra incomodidad no puede atribuirse a una razón específica. Simplemente es el resultado de estar en el trabajo equivocado, de no encajar en la carrera que se sigue. Ese era mi caso cuando trabajaba como comercial en una empresa farmacéutica. El dolor en el cuerpo, similar al de la gripe, y los músculos en tensión me llevaron a contratar y recibir masajes con regularidad, lo que también era una experiencia dolorosa. La causa de mi malestar no era una persona o un proyecto en concreto: era el trabajo en sí mismo. Tuve que eliminar una a una las posibles causas hasta darme cuenta.
Aliviar el dolor
Lo que hará que se encuentre mejor dependerá en gran medida de lo que, literalmente, le haga enfermar, pero aquí tiene tres buenos puntos en los que trabajar:
Trabaje su cuerpo y mente. No son pocas las investigaciones que, en numerosas ocasiones, han destacado el beneficio del ejercicio físico para mejorar nuestra respuesta frente al estrés. El ejercicio, según la Asociación Estadounidense de Fisiología, funciona como una prueba de estrés para nuestros sistemas fisiológicos. Al practicar deportes, estos se comunican entre sí del mismo modo que cuando tenemos ansiedad, lo que los hace más eficientes en el proceso. La meditación es otra técnica habitual para reducir el estrés que, además, nos permite mejorar la atención. Pruebe, por ejemplo, esta propuesta de meditación de diez minutos para la resolución de conflictos. Es posible incluso que su empresa le ofrezca varias oportunidades para reducir el estrés a través de la actividad física y mental. Algunos estudios demuestran que muchas compañías invierten ya en programas de bienestar para combatir los costes derivados de las enfermedades de sus trabajadores, sobre todo las relacionadas con el estrés. Investigue las opciones que tiene y aprovéchelas.
Defina límites útiles. Antes, solía consultar mi correo electrónico incluso antes de que mis pies llegaran a tocar el suelo por las mañanas. Si recibía un mensaje de menosprecio, mi actitud ya estaba condicionada para el resto del día. Así que decidí fijar una regla: nada de correos electrónicos antes del desayuno. Haga un inventario de sus propios puntos de contacto con el estrés y establezca límites que le sientan bien, que le ayuden a reducirlo. Intente sacar por completo su móvil del dormitorio. Hacerlo puede eliminar la tentación de conectarse temprano o tarde. También permite que la melatonina haga su magia: la luz emitida desde un dispositivo móvil, a menudo llamada «luz azul», suprime la melatonina y estimula el cerebro como si fuera de día. La Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos recomienda no utilizar estas pantallas al menos desde una hora antes de acostarse.
Dé voz a sus pensamientos. Gracias a todas mis conversaciones con clientes que experimentan un estrés laboral significativo, he descubierto que muchas veces una conversación honesta con un jefe o compañero puede proporcionar un alivio inmenso. Jen, la clienta que solía tener náuseas de camino al trabajo, identificó la razón de su estrés: un líder que no estaba dispuesto a liderar. Ella y sus compañeros de trabajo se unieron y, con respeto y claridad, presentaron su caso a Recursos Humanos: explicaron por qué esa persona ya no debería ser su supervisor. Recursos Humanos hizo los cambios necesarios, incluido el cambio de esa persona a otro puesto sin gestión de equipos, y ahora a Jen le encanta ir a trabajar.
¿Es hora de irse?
Si el estrés en el trabajo le causa un dolor físico real y cree que lo seguirá haciendo pese a sus mejores esfuerzos, podría haber llegado la hora de irse.
He visto a muchos clientes titubear cuando llega el momento de tomar la decisión, especialmente si implica dejar de un trabajo bien remunerado. Frente a eso, les recomiendo este simple ejercicio de pros y contras: haga una lista de todas las cosas que el trabajo «le da», es decir, sueldo, beneficios, estatus, pero también dolores de cabeza, insomnio, ataques de pánico, etc. Entonces, analícela y determine si los costes para la salud superan a los beneficios.
Si la respuesta es sí, márchese. Si la respuesta es no, recuerde que permanecer en un trabajo es una elección, a pesar de los inconvenientes, y también hay poder en eso.
Irónicamente, no fue el derrame de Alyson lo que le permitió reflexionar sobre lo que el trabajo le provocaba. El bufete de abogados la despidió, un evento no deseado pero excepcional que le dio tiempo para examinar el papel que el trabajo desempeñó en su derrame cerebral y qué tipo de trabajo podría ayudarla a evitar ese tipo de estrés en el futuro. Después de una extensa rehabilitación, ha logrado volver a caminar, trabaja por su cuenta en su propio despacho legal y hornea panes sin gluten que vende en su tiempo libre.
No espere a despertarse paralizado antes de reevaluar lo que le está costando en realdad trabajo. Usted es el arquitecto de su carrera y de su vida. Hágase dueño de ellas.