La toma de decisiones es un proceso que requiere de la posibilidad de asumir posturas claras y firmes por un lado, además de valentía y capacidad para arriesgarse, por el otro. Pero muchas veces, nos sentimos paralizados, incapaces de decidir, imposibilitados de tomar riesgos y aceptar sus consecuencias.
Y justamente ese es uno de los problemas fundamentales al momento de tomar decisiones: el miedo a asumir riesgos y las posteriores consecuencias que pudieran traer esas decisiones en el caso en que las hubieran tomado.
Cuando sentimos miedo a tomar una decisión, generalmente nos quedamos a la espera de que las cosas en nuestro entorno cambien, nos hagan sentir bien, nos permitan ver el panorama más claramente, y nos permitan además sentirnos seguros de esa decisión que deseamos tomar.
Y aún cuando es necesario esperar un tiempo prudencial para permitir que las situaciones se desarrollen y podamos apreciarlas con alguna claridad, la fantasía de la persona paralizada en el proceso de toma de decisiones, es que las circunstancias deben presentarse absolutamente claras, sin la necesidad de tomar riesgos, sintiendo completa seguridad del camino que se debe escoger en el proceso.
Este justamente es el drama que produce el miedo: no hay capacidad para tomar riesgos, no poseemos la madurez necesaria para tomar una decisión sin tener todos los elementos de juicio en la mesa de análisis, y probablemente no los tendremos nunca. El miedo es útil cuando nos invita a ser prudentes y a evaluar los riesgos que estamos tomando sin irnos de bruces, pero comienza a ser inútil cuando nos paraliza, y no nos permite tener la adultez necesaria para asumir las consecuencias de nuestras decisiones.
Es importante comprender que toda decisión tiene un precio a pagar, en toda postura asumida debemos enfrentar consecuencias. Nunca podremos tener una garantía absoluta de nuestras decisiones, pero sí podemos aprender a asumir las consecuencias de ellas, y corregir aquellas situaciones no tan agradables que, naturalmente, se van presentando a partir de las posturas tomadas.
La incapacidad de asumir la responsabilidad por las consecuencias de nuestras acciones, es una conducta tremendamente adolescente, y necesitamos conectarnos con nuestro adulto, cuya madurez y valentía nos permitirán tomar posturas claras y firmes, e ir sorteando los hechos que se irán presentando a partir de nuestras decisiones razonadas, sentidas y asumidas con pie de plomo.
Desde las decisiones que he asumido con adultez en mi vida, y desde aquellos momentos que aún aparecen en mi vida llenos de dudas e incertidumbre que dificultan mi proceso de toma de posturas firmes, mi alma saluda a tu alma.
Escrito por Miguel Frik. Vía Haciendo Alma | Imagen tomada de Guioteca
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