Manuel Gómez Sabogal
Hay historias de historias. Algunas alegres y otras, no tanto. El título de este texto, me recuerda una canción.
Tengo amigos de todos los extractos (bancarios). Por eso, no es raro encontrarme con ellos y charlar al calor de un café en cualquier sitio agradable.
Mi amigo había viajado al exterior a realizar algunas presentaciones. Cuando regresaba, me llamaba para comunicarme sus agradables y exitosas experiencias.
En esta ocasión, a su regreso de Europa, lo invitaron a participar en un evento regional. Él, como siempre, aceptó estar allí, encantado, pero no podía presentarse el primer día, porque pensó que la invitación era a asistir, únicamente.
Habló con los directores encargados del programa y les prometió que el día siguiente, último de presentaciones, lo haría.
Fue así como se escabulló a mitad del evento, aunque estuvo presente en la actuación de sus amigos, quienes se presentaron primero.
Atento a todo, se fue a ensayar. Se dedicó a perfeccionar lo que había estado preparando. Sabía que eran solo 3 minutos los de su actuación y puso todo el esmero para quedar muy bien con quienes lo invitaron y más, con el público asistente.
Llamó a sus amigos y los invitó a asistir al programa, pues se presentaría y además, lo que preparaba era como un homenaje a dos amigos que ya no estaban: Raúl y Saúl Santa. Serían 3 minutos para recordar a esos dos personajes maravillosos.
Recordaba que, en algún momento, con uno de los directores, había ensayado para teatro. Lo habían llamado y le gustaba.
En casa, además de rememorar algunos apartes de la obra que habían ensayado y que, al final, no se realizó con su actuación, pues se enfermó, pero gozaba con Raúl y Saúl Santa, quienes se burlaban de él.
“Aquí, la batería…Aquí, los teclados…Aquí, la guitarra y el bajo y aquí…Yo, señoras y señores. ¡José Bendito! Pues todo va a quedar listo en unos meses…Y otra vez, recorriendo el mundo: Europa, Latinoamérica… Estados Unidos, Canadá y por supuesto, nuestro querido país. Al que tanto queremos…
Buenas tardes, señoras y señores, gracias a todos por invitarme. Yo soy José Bendito. He trabajado mucho, mucho. He visitado todas las ciudades y pueblos de este país. No hay un solo rincón donde no haya estado. Ahora, voy a montar una nueva orquesta… Porque resulta que Juan José Ramírez mi amigo, conoce a Ariel, también amigo. Y, entre ambos, me van a hacer un disco… Porque yo tengo muchos discos… de plata… de bronce… de oro… de todo lo que hay. Yo empecé en esto hace más de 20 años… o 30…no sé cuando era joven. Me presenté a un concurso para cantantes que hacían en mi pueblo… Y me lo gané. Me dieron mucho dinero: 50 mil pesos…”
Se dedicó de lleno a prepararse para sus 3 minutos de gloria. Toda la tarde y como hasta las 11 de la noche para madrugar a repetir su ejercicio para los 3 minutos de actividad.
Llegó a la hora indicada y se sentó a esperar a que lo llamaran para su actuación. Cada vez, desfilaban diferentes artistas. Lo miraban los directores del programa, pero nada. De pronto, uno de ellos le preguntó: ¿Te vas a presentar? Pregunta sorpresiva, pues sabían que estaba allí para eso, porque el día anterior le habían dicho que lo esperaban sin falta.
Pensó que lo tendrían para el final como sorpresa para el público, pero no fue así. La presentadora dijo: “Señoras y señores, gracias por su asistencia a este programa y esperamos que lo hayan disfrutado”.
Mi amigo quedó de una pieza. Se levantó lentamente y salió del auditorio. “No habrá otra vez”, se dijo mentalmente. Además, qué les diría a sus amigos invitados que, a lo largo del evento lo miraban y le preguntaban con movimientos de manos: ¿Cuándo? La respuesta sería sencilla: “el miedo”, aunque no fuera cierto.
Me llamó como a las 7 de la noche. “Acabo de salir del auditorio”, me dijo. ¿Cómo te fue? Me contó todo y la tristeza que tenía, especialmente, porque no pudo hacer ese homenaje a sus amigos que ya no estaban.
Lo animé un poco, pero fue enfático: “¡No más! Ni eventos, ni invitaciones”
Su frustración es grande y entiendo que la dicha le fue negada…