Por Manuel Gómez Sabogal
Varias veces pasé por un sitio iluminado, situado por la Avenida Centenario. Parecía un café o un restaurante. O restaurante y café. Nunca había visto el aviso. Me llamó la atención no solamente por el nombre. Se me hizo extraño y, además, me pareció que estaba en otro idioma. También, la cantidad de vehículos a lado y lado de la vía, porque en el parqueadero ya no había cupo.
Ohana es el nombre del sitio. Un café.
Un día quise ir, revisé y encontré una definición interesante: “En la cultura hawaiana Ohana (en hawaiano: Ohana) significa familia, incluyendo parientes de sangre, adoptados o intencionales. Se enfatiza en que en la familia están atados juntos y los miembros deben cooperar y recordarse entre sí”.
“La familia nunca te abandona, ni te olvida«, es la frase que se halla en una de las paredes del sitio.
Qué gran idea tuvieron los propietarios de ese espacio. Y esa definición es más que perfecta. Debería darse en todas partes.
No sé por qué, pero tienen toda la razón. “La familia nunca te abandona, ni te olvida”. Ya es un lugar que frecuento, pues al igual que tantas personas que allí se reúnen por una u otra razón, se ha convertido en un sitio especial. Hay mesas afuera y adentro. Es un lugar para compartir y departir.
Ohana es algo especial como para estrechar lazos cercanos.
Estos vínculos familiares se hacen fuertes cuando se comparten muchos aspectos de la vida. Cuando se ha inculcado el respeto en todo sentido y hay apoyo, colaboración.
Cuando nacemos, ya estamos unidos con una serie de personas con las que compartimos sangre, genes, comportamientos parecidos y hasta gustos particulares. A este grupo o núcleo se le llama familia y de este hacen parte padres, madres, tíos, abuelos y primos, entre otros.
“No obstante, la sociedad lleva a la gente a relacionarse con otras personas y en varias ocasiones los sentimientos y los vínculos se entrelazan tanto que también terminan llamándose familia.
Es decir, se enfatiza en que están atados todos juntos y los miembros deben cooperar y recordarse entre sí. Por llamarlo de algún modo, podría decirse que es compartir algo más allá de la sangre y del mismo árbol genealógico, personas que quieren estar en la vida de otra y viceversa.
Según los expertos, estos lazos se hacen fuertes cuando se comparten creencias y opiniones, cuando se respetan espacios y se buscan soluciones particulares con apoyo mutuo. También dicen que no es una elección hacer a alguien parte de la familia simplemente porque sí, sino que es cuestión de tiempo, donde se asumen roles con amigos y conocidos integrándolos en el círculo”.
Lástima que haya muchas familias donde predominan las peleas, odios, rencores y donde ya no se entienden hermanos entre sí, hijos con padres, padres con hijos y en muchas ocasiones, no hay entendimiento, porque se olvidan las palabras perdón y diálogo.
No se trata de escribir sobre amor, afecto, cariño si no hay perdón. Si no hay afecto total, para qué hablar de temas relacionados.
Primero, se perdona, se conversa, se dialoga y se abraza. Después, se puede hablar con todo el sentimiento y con afecto en el corazón.
Por eso, Ohana vale la pena y “La familia nunca te abandona, ni te olvida», debe ser nuestro lema siempre. La familia es la única que está pendiente de nosotros, de cada uno.
Si logramos volver a la familia unida y llena de afecto, podremos cambiar el mundo. Si hay paz en el corazón, podrá haber paz en el mundo.