Merodeando desde la Arquitectura
E=mc² y otras transgresiones
Hace unos días en una clase, y tras haber leído el texto de Foucault El orden del discurso, a alguien se le ocurrió mencionarlas posibles lecturas que como texto tenían las distintas “realidades” que podían realizarse en la ciudad. Así las cosas, comentando sobre las influencias del sector de la ciudad auto-construida sobre los sectores llamados planificados parecían haber evidencias de una especie de acrecentamiento de la cierta anarquía, en cuanto a la proliferación de anexos, y soluciones que irrumpían casi como malas palabras o errores ortográficos en el discurso. Ante el acelerado crecimiento del sector de barrios autoconstruidos de la ciudad, parecía haber una especie de enrarecimiento, de caotización del “texto” en donde siempre parece que es de una sola vía y donde uno, el del barrio, impera sobre el otro, el de la ciudad consolidada. Resulta que las personas que habitan en estos sectores llamados “informales” hacen vida en toda la ciudad y no pareciera haber una relación recíproca para el habitante promedio de la ciudad llamada “formal” a quien le resulta desconocida la parte a la que no puede acceder, bien sea por razones de inseguridad o simplemente por no encontrarse en esos sectores alguna actividad que lo motive a ir y conocer, a ir y recorrer. Por esta razón para muchos esa parte del “texto” parece inexistente o al menos vedado, desconocido y por tanto, dentro de la totalidad, no deja lugar a una comprensión de la totalidad.
Existe sin embargo una influencia sutil de la ciudad consolidada sobre la auto-construida. Cuando la persona que trabaja como empleada doméstica en la casa de una familia y que probablemente habita en el segundo tipo de ciudad mencionada anteriormente entra en contacto con las costumbres, las maneras, y hasta con los objetos de la primera, y lo que es mejor, logra una percepción y entendimiento por algunos de ellos hasta asimilarlos, entonces puede ser que de alguna manera literalmente los lleve a su ambiente, a su vida, a su casa. No solo en forma de comportamientos que quiere emular, costumbres, una comida, una receta, si no de manifestaciones estéticas que quiere hacer suyas. Y es allí como se establecen otros posibles discursos, influencias en órdenes muy sutiles, pero que poco a poco van componiendo un imaginario compartido por todos, pese a no haber necesariamente una presencia directa en un lugar determinado y en un momento preciso. Entonces se produce, casi sin notarlo, la irrupción de un mundo, hasta ahora solo “víctima receptora”, en otro hasta ahora victimario irruptor. Así me gusta entender la posibilidad de lo relativo, tanto del tiempo como diría Albert Einstein, y agrego que, habida cuenta de lo relatado anteriormente, como de lo relativo que puede llegar a ser también el espacio entendido como lugar.
Odart Graterol
Revista DTyOC