Merodeando desde la Arquitectura
Sobre el Tiempo y el Espacio
Motivado por un trabajo que forma parte de mis recién iniciados estudios doctorales en arquitectura y relacionado específicamente con la materia de la cual es objeto: epistemología, he entrado en contacto con una cantidad de lo que quisiera llamar textos fundamentales que refieren, desde una mirada que un profesor y amigo llamaba “arqueológica o antropológica”, en cuanto a que se llega como a una especie de substrato básico o “lecho rocoso” de lo que comportaría algo así como los fundamentos del conocimiento. En otras palabras, un lugar bastante profundo en lo que respecta a la ingenua asociación utilitaria y directa que frecuentemente asociamos a la idea de “conocer esto sirve para…” Así las cosas e inscrito dentro de un contexto de fundamentos o posturas bajo las cuales se inscribe un trabajo que se supone debe producir conocimiento nuevo e ir más allá del “estado del arte”, viene siendo todo un reto frente a la cantidad de conocimiento producido a lo largo de la historia de la humanidad.
Es interesante por ejemplo lo que se han planteado pensadores, filósofos, epistemólogos, artistas, hombres de ciencia en general en torno a ideas que finalmente terminan asociadas al tiempo y al espacio. Consideraciones éstas que están (o al menos deberían estar) de manera más o menos consciente implícitas en el ejercicio diario de quien como yo también ejerce el oficio de la arquitectura. Este par de conceptos que han ocupado no pocas líneas en disertaciones desde la antigüedad y las implicaciones que derivan de los mismos, han de alguna manera configurado el mundo tal y como lo conocemos y constituyen en sí mismos, las dimensiones a las cuales siempre se hace referencia o sobre los que se construyen imaginarios. Así, ideas vistas como conocimientos a priori o analíticos, esencias, o conceptos en sus diferentes acepciones, textos, discursos, signos, símbolos y todos esos elementos que forman parte de lo que construye nuestro conocimiento y entendimiento de las cosas, siempre transcurren y se referencian en ideas temporales y espaciales. Sean relativas o absolutas, conceptuales o literales, figurativas o abstractas.
Nociones como: amor, sentimiento, vida, muerte, deseo, etc., siempre están de alguna manera dispuestas o entendidas en referencia a alguna noción “natural” dependiente del espacio y tiempo porque es en esos “planos” donde habitamos. O al menos hasta ahora lo entendemos así. De esta forma, se me ocurre que la arquitectura referida a ellos en sus diferentes acepciones referidas a lugar, forma, vacío lleno, velocidad, ciclo, día, noche (que siguen siempre referidas a estas instancias fundamentales) a pesar de conseguir materialmente un expresión que, desde hoy día, podríamos concebir como parecida en términos formales, su entendimiento, su manera de ser entendida, comprendida, experimentada y finalmente vivida, puede haber variado notablemente de una época a otra. Con esto quiero decir que probablemente para un habitante de la antigüedad, la experiencia frente a las pirámides de Giza y su percepción de éstas seguramente variaría significativamente respecto a la percepción y entendimiento de un habitante de nuestros días. Las nociones temporal-espacial son inevitablemente distintas y esto comienza por concebir que cada uno “mira” un objeto diferente y que está invariablemente atado a una cosmovisión particular. El hacerme consciente en estas instancias, me emociona, inquieta y al mismo tiempo me reta. Genera al mismo tiempo algunas certezas pero también inseguridades.
Odart Graterol
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