Merodeando desde la Arquitectura
¿Existenzminimum?
En torno a la vivienda social se han hecho muchísimas aproximaciones de manera de tratar de dar solución al problema de la vivienda. Desde las primeras décadas del S. XX se ha manifestado un creciente interés por este tema y se han realizado experiencias de manera de hacer más eficiente el uso del espacio. Estudios, las más de las veces, desde una perspectiva funcionalista y con preeminencia en lo económico. Llegando a extremos donde, justificados por minuciosos análisis antropométricos y de ergonomía, contrapuestos a condiciones de producción industrial pre-existentes y análisis económicos, llegan a producir unidades de vivienda cuyas particulares condiciones de habitabilidad, deben incluir manuales de uso. Como un engranaje de una máquina, no debe haber desperdicio, gasto de energía injustificado, o cualquier elemento que se considere “no esencial” para la vida. De esta manera asistimos a creativos espectáculos que no son mostrados por las redes sociales, donde en video se muestra como un arquitecto o diseñador industrial logra, a través de pequeños compartimientos móviles, hacer de un espacio poco más grande que un closet, un apartamento completo. Y empiezan a aparecer todas las funciones de una vivienda convencional, cocina, habitación sanitarios, con tan solo abrir y cerrar unas compuertas o gavetas. Con hacer girar una pared falsa, con guardar debajo del suelo que pisamos la cama que solo será usada para dormir en un horario establecido. Y nos resulta no solo simpático si no que se establece como un nuevo paradigma de habitabilidad que llegó como solución a los costosos precios de habitar en centros urbanos. Pareciera que la única aproximación posible es la de la reducción hasta el absurdo del espacio vital. El “Existenzminimum” (vivienda de subsistencia) llevado al extremo soportable por el ser humano. Criterio por cierto muy similar al usado para la creación de una celda en una prisión. Criterio que da por sentado la normalización en cuanto a necesidades y apetencias en una diversidad con probadas diferencias. Aun así, se sigue avanzando por ese camino pero ahora ensayando con el abaratamiento de los materiales empleados, técnicas constructivas así como de fútiles intentos ornamentales por hacerlos más llamativos y amigables. Por otra parte existe una renovada, lícita y necesaria preocupación y atención por el espacio público, como lugar de intercambio que ayuda de forma profiláctica con la salud de la sociedad. Como posibilidad para la recreación y ocio que viene a cubrir diversas necesidades así como facilitar intercambios que no son posibles en otras instancias. Y que igualmente son evaluados en términos de metros cuadrados x habitante en un intento de establecer una normalización y justificación a lo no esencial, a lo que pueda considerarse como desperdicio, bajo un canon regulador producto de alguna convención. Estimo que tanto unos como otros, (espacios públicos y privados) cuando no son producto de verdaderas necesidades y apetencias, sino de regulaciones externas, sin conexión y reconocimiento de la diversidad están destinados al fracaso. Los índices, mediciones, estadísticas tienen una utilidad referencial y como tal deben ser consideradas. En modo alguno deben conferirse en camisas de fuerza que intentan encajar la realidad en una especie de simplificación abstracta sino todo lo contrario. La realidad es infinitamente más compleja que la simplificada data cartesiana.
Odart Graterol
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