Merodeando desde la Arquitectura
Ventanas
Desde hace un tiempo vengo pensando sobre el uso y significado que tienen hoy día para nosotros las ventanas. Tradicionalmente de trataban de perforaciones o interrupciones en los cerramientos exteriores que permitían la entrada de aire y luz natural. A través de ellas inclusive se nos permitía asomarnos al exterior y mantener un contacto que orientaba, entre otras cosas, al permitirnos darnos cuenta del paso del tiempo. La luz, a las diferentes horas del día se torna más o menos intensa conforme va acercándose o alejándose de la fachada sobre la cual incide a determinadas horas del día. Igualmente su coloración nos permite dar cuenta de diferentes situaciones atmosféricas y del tiempo en general. Las ventanas permiten entonces, mientras mantenemos la intimidad y privacidad de los ambientes que nos contienen, realizar diversas actividades propias de la vida cotidiana que de otro modo sería muy difícil o imposible realizar en ambientes desprotegidos o a la intemperie; ese espacio interior que nos protege de las inclemencias naturales y nos permite unos niveles de confort capaces de otorgarnos ciertas condiciones necesarias para pensar lejos de los apremios naturales que se presentan al estar desprotegidos y que de una forma u otra nos permiten evolucionar como especie.
Así las cosas hoy día veo con cierta curiosidad y asombro, como la ventana (entendida de manera tradicional) tiende a desaparecer. Los avances tecnológicos y el desarrollo de las capacidades del vidrio han hecho que hoy día podamos tener ambientes literalmente “definidos” en su condición dentro-fuera por una envolvente de cristal. Casi como en una especie de alarde o malabarismo, las envolventes cerradas u opacas que daban paso a esas interrupciones desde las que captábamos la luz y el aire en los ambientes internos de las edificaciones, se transformaron en un continuo con pretensiones de apertura. Y digo “pretensiones” porque por lo general están cerradas al paso del aire y simulan su condición de apertura (solo visual) como es en gran cantidad de edificios de oficinas con el uso de las llamadas “Curtain Walls”. Y esta tendencia se ha llevado ciertos extremos, al ser cada día más utilizada en lugares donde la condición de intimidad y recogimiento les eran inherentes. Hoy día vemos casas y hasta iglesias y templos hechos de puro cristal. Entonces la ventana ha perdido parte de su razón de ser. Pareciera que al intentar aprovechar al máximo sus virtudes, ha terminado por ser totalmente desvirtuada. No olvidemos que el contacto con el exterior, el aire que a través de ellas inundaba los ambientes, parte de su esencia, ha quedado relegado al exterior y reemplazado por sistemas de aire acondicionado que nos llegan a través de ductos y que nunca sabemos exactamente de donde proviene. Y gran parte de la intimidad y de la esencia de lo que significaba “estar dentro” se ha perdido. Y es que la preeminencia de la vista sobre el resto de los sentidos, ha reducido significativamente la relevancia de lo percibido por el tacto y por el oído, otrora sentidos con bastante mayor participación (o al menos conciencia de su existencia y uso) de lo que tienen hoy día. Los cambios de presión y temperatura, el frescor de la penumbra en contraste con el calor de un sol incandescente ya no parecen tener igual importancia. Para apreciar el exterior en todo su esplendor, para sentir lo que allí fuera ocurre, mejor que mirar a través de un cristal, es simplemente salir.
Odart Graterol | Revista DTyOC