Merodeando desde la Arquitectura
La Escuela Bauhaus
La creación y existencia de la escuela Bauhaus estuvo signada por los cambios. Su objetivo inicial fue considerado en su manifiesto fundacional, convocando la integración o unión de artistas y artesanos con la finalidad de construir, (“construyamos el nuevo edificio del futuro” escribiría su fundador Walter Gropius en su manifiesto de 1919). Tras los ajustes sociales producidos por el inicio de la industrialización en el S. XIX, los horrores de la Primera Guerra Mundial y en el contexto de una naciente república después de haber sido desintegrado el otrora Imperio alemán, en un país prácticamente en ruinas y con la necesidad de reconstruirse moral y económicamente. Gropius quiso impulsar, bajo objetivos más bien pragmáticos y utilizando las capacidades de los gremios formados antes de la guerra y conocidos como Deutscher Werkbund, la naciente industria, así como el potencial creador proveniente del arte una iniciativa que amalgamara estos componentes. La Bauhaus se trazaba este objetivo a través de una síntesis del arte y la vida, el trabajo y el juego. Los maestros que la integrarían en sus diferentes etapas de existencia y los programas de los cursos dictados estarían en función del logro de esos objetivos. Aunque no siempre exitosos por el carácter novedoso y experimental, dejaría una gran estela de influencia en los años posteriores a su creación inclusive más allá del momento de su clausura definitiva.
La Bauhaus no estaba sola en este sentido, pero fue el primer lugar donde se institucionalizó el anhelo europeo de vanguardia para la renovación social. Autorizada, sufragada y materializada por el estado en una escuela de diseño. Quizá Sin el vacío social y político creado por la crisis nacional entre la revolución alemana de 1918 a 1919, la disolución de la monarquía y la ratificación de la Constitución de Weimar el 11 de abril de 1919, la base de un tipo de instituciones con semejantes objetivos y de tan largo alcance habría sido inconcebible. Con el establecimiento de la Bauhaus, Gropius en última instancia pretendía nada más y nada menos que educar y formar a un nuevo tipo de diseñador y ser humano, que contribuiría a cambiar el mundo.
Essa actitud caracterizó la vida en la Bauhaus. En la escuela, la educación no se centró en la mediación estrictamente académica del conocimiento, sino en una experimentación empírica abierta de la analítica y el aprendizaje a través de experiencias y conocimientos adquiridos en colaboración. La unión amable, comprometida y compartida por los aprendices y maestros era compartida también en sus tiempos de ocio; y esto se formula explícitamente en escritos de su fundador: «El cultivo de la interacción amistosa entre maestros y estudiantes fuera del trabajo, incluidos los de teatro, conferencias, poesía, música, fiestas de disfraces. Desarrollo de un ambiente de celebración en estas reuniones.» Especialmente las fiestas en la Bauhaus se hicieron eventos legendarios y generaron no poca animadversión en las comunidades cercanas a sus sedes. A pesar del enfoque de vanguardia que daría vida a la escuela su fundador concibió la estructura académica (aprendices y maestros) basado en un modelo de gremios medievales. El trabajo práctico en los talleres estaba en el corazón de la enseñanza en la Bauhaus. Los estudiantes por lo general tomaban el examen oficial después de tres semestres. Este era el requisito para ellos para empezar el aprendizaje en construcción y recibir la certificación como maestro artesano. Curiosamente, a pesar de su nombre y del hecho de que su fundador fue un arquitecto, la Bauhaus no tuvo un departamento de arquitectura sino hasta 1927. Otro dato curioso y no menos importante fue la ausencia en asignaturas como historia y crítica las que nunca fueron parte de su programa de estudios. La Bauhaus sin duda dejó una impronta que persiste aún en nuestros días.
Odart Graterol
Revista DTyOC